Desde el gris conurbano de La Matanza hasta un verdoso bosque de la Columbia Británica, desde San Pablo y Salvador de Bahía hasta la bahía de San Francisco, desde la barrosa capital de la Argentina hasta las montañas de la canadiense Argenta. Sur y norte, las cartas viajaban ida y vuelta entre los extremos del continente americano. Ese fue el periplo narrado en las misivas que engordan Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986).  El libro reúne buena parte de la correspondencia que el poeta y ensayista Néstor Perlongher le envió al escritor Osvaldo Baigorria, su querido amigo. Cartas que son amoroso testimonio de una amistad forzada a la distancia por la dictadura. También, un fascinante fresco de época sobre los años de plomo y el regreso a la democracia.

Un barroco de trinchera fue reeditado por la ejemplar editorial Blatt y Ríos. Su primera edición del año 2006 estuvo a cargo de Mansalva y contenía 12 cartas –la actual 28- firmadas por “n. otras como Néstor y otras como Rosa, en alusión a Rosa de Luxemburgo o Rosa L. de Grossman, apellido de casada de la líder espartaquista alemana”, detalla Baigorria en el prólogo. Suma el autor de Sobre Sánchez que sus respuestas seguro quedaron perdidas sin remedio en algún departamento paulista que Perlongher habitó en la década del ochenta. El poeta murió en esa ciudad, víctima del sida, en 1992.

Perlongher, abrazado por Sarita Torres y Baigorria, en la costanera del barroso Río de la Plata, circa 1991.

Viajes, mudanzas, exilios, desexilios. Un barroco de trinchera puede ser leído como una novela de aventuras por entrega. Una suerte de epistolario nómade. Perlongher cambia de piel, de ánimo, de amantes, de domicilios, de conchabos, de intereses literarios, de escrituras. Del yugo milico argento al trópico liberal del Brasil. En las notas al pie de Baigorria –justa coautoría como reza la portada-, otros peregrinaciones: la vuelta a la naturaleza, la vida en comunidad con su compañera Milu, las respuestas a su amigo 30 y pico de años después.

Crónica de los años de plomo. Muerte, terror, mundial, plata dulce, crac económico, Malvinas, democracia y sus primaveras frías. Perlongher, pionero activista de los derechos LGTB desde la creación del Frente de Liberación Homosexual (FLH) en 1972, da cuenta de la persecución y el accionar de los grupos de tareas milicos post 1976. El poeta era consciente de que su correspondencia era interceptada, censurada, retenida; cuando decidió emigrar lo hizo en medio de un terror indecible: “estoy aquí, harto de los horrores y las paranoias porteñas, y deseoso de descubrir alguna estratagema que me permita permanecer en los trópicos”. Se definía como un “exiliado sexual”. Sociólogo, en Brasil terminó su tesis de maestría sobre prostitución masculina, que fue publicada en los años ochenta. “Cadáveres”, uno de sus poemas más refulgentes, también fue publicado en la posdictadura en el libro Alambres (1987). Reza el poeta: “Era ver contra toda evidencia / Era callar contra todo silencio / Era manifestarse contra todo acto / Contra toda lambida era chupar / Hay Cadáveres”.

La portada del epistolario.

Neobarroso, lengua política, diario de guerra: barroco de trinchera. Detalla Baigorria: “Una lengua que se habla baja fuego, en medio del combate, en una posición subterránea que la oración de barricada. Una lengua menor pero urgente, apremiada por sacarle el cuerpo a la posibilidad de captura o destrucción en manos del enemigo. Una lengua política”.

Política también de la amistad. Este libro puede ser leído como un largo bello poema dedicado a sus amigos –Osvaldo y Milu- radicados en el “Ártico”: “desde la terraza de tu iglú se divisa la flota soviética de Vladivostok o en el mar de Barents”. Posdata: en la última línea de la última carta, Perlongher confiesa: “se extraña con fuerza, sobre todo los míticos bares de charlas infinitas”. Amiga saudade, siempre vuelve.