Imposible saber si el autor de El Rey de Nada, el dibujante Raúl Nieto Guridi, nacido en Sevilla en 1970, al crear su maravilloso libro-álbum era consciente del carácter filosófico de su narración a través de la palabra y de la línea. Pero, en todo caso, los libros son también obra de los lectores. Y al leer sus formas, líneas y palabras es imposible no ser asaltado por ese espíritu filosófico que es propio de la infancia y que lleva a intentar imaginar lo que tampoco podemos imaginar de adultos: la Nada y también la Eternidad, que son conceptos paralelos. ¿Cómo imaginar lo que no es, lo que no tiene bordes? Hay ideas que no se pueden pensar. Guridi, entonces, las dibuja y las escribe.

El Rey de la Nada, Mimo I, es un alguien que reina, precisamente, sobre lo que no es, sobre lo que no existe: grandes extensiones de tierra, un gran castillo, más de ciento cincuenta  caballos, un ejército. Por supuesto, tiene la jactancia que suelen poseer quienes son dueños de muchos bienes materiales o, en el caso de Mimo I, inmateriales, pero bienes al fin.

Un día, inesperadamente, el Rey de Nada encuentra en sus dominios un “algo” y da la voz de alarma a su ejército inexistente  para que lo defienda de una posible amenaza.

El algo resulta inquietante porque no solo es un algo en medio de Nada, sino que crece, se multiplica en otros algos, tiene colores y exhala perfume…En fin, es una planta que da flor, lo que Guridi solo menciona a través del dibujo, sin usar la palabra.

El rey sacude inútilmente al algo ya crecido, pero es inútil, porque lo único que logra con su acción es que de ese algo se desprendan otros algos igualmente amenazantes.

¿Qué hizo el rey ante los algos florecidos? “Nada –nos informa el cuento-. Ante esto poco se puede hacer, salvo sentarse a observar, y sonreír, nada más…y nada menos.”

Si la Nada no puede imaginarse, Guridi, como se dijo, ha logrado salir de esa limitación humana dibujándola. La resolución gráfica de la nada es una línea interrumpida por espacios que representa una ausencia.

Para marcar el  contraste entre el algo y la Nada, el dibujante también echa mano de otros recursos como el papel transparente, el famoso papel de calcar que, por lo menos en otras generaciones, servía para dibujar mapas con plumín y tinta china. En el papel transparente está dibujado en colores el Rey de Nada sobe su trono dibujado en la hoja siguiente con líneas interrumpidas. Al dar vuelta la página transparente queda su vacío, la Nada en que él también se ha convertido.  

El mismo recurso utiliza con el algo lleno de flores. En una página opaca el Rey lo sacude y en la siguiente, que es transparente, se ven los pétalos dispersos. Con esta magistral solución gráfica Guridi introduce el tiempo, el antes y el después. ¿Y qué es esa sucesión, sino una representación gráfica de lo que, repetido al infinito –otro concepto  imposible de imaginar- representa la Eternidad, una idea emparentada con la Nada?

Es posible que el autor no fuera consciente de todas estas cosas y solo encontrara en estos dibujos una forma de dejar volar la imaginación y de divertirse. Pero, a fuerza de dibujar para los más chicos o quizá precisamente porque elige dibujar para ellos , tal vez siga siendo como se es en la infancia, un filósofo involuntario.

En 2018 viajó a Buenos Aires para participar del Filbita. En esa oportunidad, en una entrevista aparecida en Infobae, firmada por Daniela Azulay, dijo: “Me encanta regalar finales de lápices, de un centímetro más o menos. Para mí regalar eso es como si regalara mi último aliento.” Lo que le gusta regalar es un algo que está y, a la vez, un algo que no está, casi una Nada, no una nada plena porque lo que falta se ha transformado en dibujos y palabras.  

Esto remite a otra pregunta filosófica o quizá a una filosofía barata y zapatos de goma, pero filosofía al fin. ¿De qué modo volveremos a la Nada cuando nos llegue el momento? ¿Seremos una cuasi Nada como el final de un lápiz o una Nada plena de líneas de rayitas?