Verónica Langer es argentina, pero vive en México desde 1971. Allí desarrolló su carrera de actriz en teatro, televisión y cine. Ha escritos diversas obras de teatro y también otros textos.

Kiki (Ed.Paradiso)  es su primera y lograda novela. “En la penumbra  de esta novela la luz que se hace en el amor de Aurelio  por Kiki y por Dominga, una puta de burdel, lo ilumina todo”, ha dicho la gran poeta Diana Bellessi cada cosa que sucede me cautiva en la prosa de Langer con su sofisticada simpleza.”

La “sofisticada simpleza” a la que alude Bellessi es como un imán que empuja a la lectura e interna al lector en una de esas historias de pueblo destinadas al olvido igual que sus protagonistas, pero que, contada por Langer,  se vuelve inolvidable sin por eso perder la dolorosa modestia de lo que se escribe en los márgenes.

Es así que la colonia para personas con problemas mentales emplazada en medio de la pampa, aislada del mundo y de la vida, una edificación que casi forma del paisaje y que alberga –es una forma de decir- las vidas de Aurelio, Kiki y muchos otros internados, se convierte por las artes alquímicas de la palabra de Langer, en una herida, una muesca marcada en el medio de la nada  para recordarnos que el dolor está allí aunque no queramos verlo.

¿Cuál fue el orgen de Kiki?

Esta novela surgió de un trabajo teatral que presentamos una vez –cuenta la autora- con una amiga. Yo tenía interés en hablar de este tema, lo mismo que ella. El grupo estaba formado por tres personas. Comenzamos a trabajar juntas en este proyecto teatral. Presentamos un working grogress pero  yo me di cuenta de que este trabajo tenía otra posibilidad de existir, que podía ser  una novela corta. Así comencé a pensarla, a darle vueltas a la historia. Trabajé bastante tiempo en ella hasta que me pareció que estaba lista y en ese momento comenzó otra etapa que fue buscar que se publicara.  Más allá de que se hubiera originado en ese proyecto teatral, sentí que esa historia tenía vida propia. En principio se trataba de un monólogo de Aurelio que era un poco el testigo de la historia central, pero este personaje fue cobrando protagonismo y cuando decidí escribir la novela en forma de diario todo él, sus emociones y sentimientos se pusieron en primer plano. Mi protagonista era Kiki, pero Aurelio comenzó a tomar cada vez más fuerza y la relación entre ellos se convirtió en el centro de la historia.

-¿Te definirías como una actriz a la que le interesa la literatura?

-Sí, llegué a México en los 70 y, básicamente, me he dedicado a actuar. He escrito teatro y en este momento estoy presentando un monólogo escrito por mí. Pero también escribí cuentos y siempre estuve cerca de la literatura, estudié Letras y durante muchos años dicté talleres de escritura. En estos últimos tiempos la necesidad de escribir es más fuerte en mí. Aunque suene un poco absurdo, creo que los actores reescribimos las historias al ponerlas en nuestra boca. Siento que el teatro y la literatura tienen procesos similares.  Tengo una novela que escribí luego de «Kiki», en tiempos de la pandemia.

-¿Por qué te interesaba la enfermedad mental? ¿Qué posibilidades literarias encontrabas en ellal?

La novela está inspirada en una historia familiar, pero luego se despega de esa historia y se convierte en ficción. Parte de un tema familiar pero luego toma otro camino. La novela está dedicada a Kiki, un hermano que murió cuando yo era chica y que tenía un problema similar al de la gente de la colonia de la que hablo en la novela. No sé cómo decirlo con una expresión políticamente correcta, no sé si hablar de una deficiencia porque me suena mal. Esa historia me marcó mucho y quise explorar en ella, pero sólo tomé aislados que se fueron desarrollando por su cuenta. Así como  tuve un hermano que se llamaba Kiki, nunca conocí a nadie que se llamara Aurelio y que fuera su cuidador. Al introducir este elemento ya me aparto de la historia. Pero la novela tiene un pie puesto en la realidad. Éramos una familia muy pequeña y muy unida. Yo tuve contacto con el mundo psi porque mi madre era una psicoanalista muy conocida, Marie Langer, que marcó mucho el psicoanálisis análisis argentino.

-Muchas obras teatrales parten, a veces, de la escritura escénica. ¿Cómo fue en tu caso?

-No, en mi caso no fue así, este proyecto partió de la escritura. La historia ya estaba en palabras antes de hacerla arriba del escenario. No se llegó a desarrollar como proyecto teatral, fue el punto de partida. Uno tiene un propósito y luego la vida te va llevando por otro lado. Hay cosas que me sorprendieron de la novela. Hace 45 años que vivo en México y como me desempeño como actriz, eso me ha llevado a hablar como mexicana, sobre todo cuando trabajo. Sin embargo, Kiki me salió en argentino. Me salió la argentina que llevo dentro (risas). Por eso me gustó que saliera a través de una editorial argentina, Paradiso, porque siento que es su lugar.

-¿El paisaje de la colonia que está en medio de un campo  también es argentino?

-Es totalmente argentino, es la pampa. Durante la infancia viví en una casa en la pampa. En realidad, vivíamos en Buenos Aires, pero pasábamos mucho tiempo en Escobar, porque allí teníamos una casaquinta. Los atardeceres, los cielos, los pájaros que aparecen en la novela son de allí. Todo eso está muy dentro de mí y me lleva a sensaciones muy antiguas. Es algo muy particular. El bañado, el agua, me llevan hacia mi infancia. Viví en Argentina hasta los 21 años.

-Entre las muchas lecturas que admite la novela, creo que puede ser leída como una novela sobre el poder. Foucault decía que la palabra de la locura, del que tiene un problema mental, no circula, está la margen de la sociedad. ¿Vos lo ves así?

-Qué curioso, no se había ocurrido verlo así pero sí, es un mundo jerárquico. El director de la colonia es la jerarquía más alta. Aurelio está en el penúltimo escalón y Kiki y los otros internados están en el último. Es el mundo de los olvidados, el peor estrato social; son aquellos que no tienen cabeza para funcionar en la sociedad, para pertenecer. Kiki piensa, pero nadie puede saber lo que piensa, qué está pasando dentro de su cabeza que es como una caja fuerte de la que se perdió la llave. Me gustó mucho la idea de poder entrar en esos mundos olvidados por la sociedad, de los que no tienen voz. Ni Aurelio ni Kiki la tienen aunque uno pueda funcionar un poco mejor que el otro. Hay en la colonia una estructura de poder. Hay quien tiene buena o mala onda dentro de esa estructura, pero todos marcan el paso. Aunque la historia transcurre más o menos entre 1960 y1965, para mí contiene elementos que prefiguran lo que va a pasar después en la Argentina. Por ejemplo, cuando están en la comisaria, en el hecho de que hay una huelga. Por otra parte, el personaje de Marieta bien podría ser en el futuro una desaparecida. En la historia late lo que pasó después, es un poco un vaticinio. Sin duda, la historia habla de un mundo que no es democrático.  A nadie le importan los locos que se pierden y que, a veces, mueren en las zanjas. Estuve leyendo mucho sobre el tema cuando preparaba la obra de teatro. En Alemania, durante el Holocausto, como se sabe, la gente que tenía problemas mentales o alguna clase de malformación fue eliminada. Pero, en general, la sociedad no sabe qué hacer con este tipo de seres humanos, de algún modo, sobran. También me interesaba poner sobre la mesa que hay que darles un lugar. Aurelio dice que un hijo es un proyecto de vida. Y si el hijo no está bien, está allí y hay que quererlo.

-Es que en las propias familias a veces se los niega. Si no recuerdo mal, Videla tenía un hijo con este tipo de problemas y no mostraba a su hijo, era para él una vergüenza.  Vos hacés referencia a unos padres que van con sus otros hijos a la colonia a visitar al hijo enfermo, pero sus hermanos ni lo miran. Lo relacioné con la historia de Videla.

-.Sí, leí un artículo de Miguel Bonasso que habla sobre este hijo de Videla. Entonces tomé la historia de ese hijo olvidado, vergonzante, para el personaje del chico que es hijo de un militar. Me resultó un caso muy revelador. No lo tomé tal cual, no hay datos que sean totalmente históricos, pero me interesó la historia de esta familia tan católica con tantos hombres.

-¿Qué devoluciones tuviste de tu libro?

-Recién estoy haciendo las primeras entrevistas. He tenido buenos comentarios de familiares y amigos y me estimuló mucho la lectura que hizo Diana Bellessi, que me dijo que el libro le había encantado. Eso me estimuló mucho, me hizo sentir como una escritora que salía del placar.