Parece la prehistoria, pero fue en febrero que Atlético Tucumán vivió una de sus jornadas más épicas, cuando debutó en Ecuador por la Copa Libertadores. Problemas en los papeles de la empresa que los trasladó obligaron a que tuvieran que tomar otro vuelo desde Guayaquil hacia Quito. Llegaron al estadio con escolta militar en un operativo organizado por el entonces embajador argentina en ese país, Luis Juez. Jugaron con camisetas argentinas –las propias habían quedado varadas- y ganaron 1-0 con gol de Fernando Zampedri. Así se clasificaron a la zona de grupos.

Si el episodio ecuatoriano fuera una metáfora lo sería de lo que fue el año de Atlético Tucumán, el equipo argentino con más partidos jugados durante 2017. Ayer, en la final que perdió con River, completó 48 encuentros en el año, una maratón que incluyó 16 de la temporada anterior, 12 de la Superliga, 10 de la Copa Libertadores, 4 de la Sudamericana y 6 de Copa Argentina. River, su rival de anoche, jugó 46. Atlético llegó a disputar partidos con sólo 48 horas de diferencias. Y las diferencias entre los planteles son incomparables.

También lo que genera cada uno, la dimensión que adquieren sus respectivos triunfos. River pudo haber salvado el año, pero Atlético Tucumán completó un calendario impens ado para sus 115 años de historia. El equipo de Ricardo Zielinski se convirtió en un fenómeno tucumano que derivó en una nacionalización del fútbol de esa provincia. A la participación en la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana, le suma que también estará en la Libertadores del año que viene.

En ese ADN épico está también uno de sus símbolos, Luis Rodríguez, autor del gol ayer en Mendoza. La Pulguita tuvo también su historia de superación. Jugó en una final del Inter, pudo haber llegado al Real Madrid, pero terminó solo y sin dinero en Bucarest por una maniobra de su representante, que lo había negociado con un club rumano. Estuvo a punto de dejar el fútbol. Siguió adelante. Con el gol de ayer ya hizo 118 con la camiseta de Atlético Tucumán. Está a uno de Juan Francisco Castro, el máximo goleador histórico del club.

Es cierto que Atlético quería la Copa Argentina. Estar clasificado para la Libertadores de 2018, una garantía que sacó al haber llegado a la final, ya era un objetivo. Pero los tucumanos querían más. Sin embargo, cuando miran para atrás y ven el recorrido, todo lo que pasó en el medio, cada momento que vivió en el equipo, incluso esta final, todo parece haber valido la pena. Atlético Tucumán cierra el año de su historia. Aunque, en realidad, es una historia que todavía no terminó.