Es la obsesión de Mauricio Macri: que los clubes en la Argentina puedan ser manejados por sociedades anónimas, una figura que no contempla el estatuto de la Asociación del Fútbol Argentino, en el que se establecen las sociedades civiles sin fines de lucro. Y semejante capricho, que incluso precede a 1995 –año en que se convirtió en el presidente de Boca– con un intento de privatizar a Deportivo Español, tendrá la apuesta más fuerte durante 2018. Ya hay un proyecto de ley que descansa en los cajones de la Cámara de Diputados en relación a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), y en los próximos meses desde el gobierno buscarán despejar el camino para que sea tratado en el Congreso.

El nuevo-viejo artilugio: que cada club, a través de sus socios, pueda optar –o no– por convertirse en SAD, tener esa opción, más allá de que la mayoría de los dirigentes del fútbol argentino no quiere saber nada con esa «posibilidad de elegir» y, peor todavía, temen un gran conflicto para 2018. Otro punto que genera controversia incluso entre los impulsores: el artículo 7 del proyecto marca que, en caso de que las empresas fracasen en su administración de los clubes, la responsabilidad de las pérdidas se cargue en las instituciones. Con la Superliga en funciones al mando de un CEO, con Daniel Angelici en la vicepresidencia de la AFA y con una reforma previsional que salió pese a la represión en las calles y el rechazo generalizado, Macri piensa que es el momento de dar el salto privatista en el fútbol.

El terreno, por cierto, fue preparado en 2017, con la importación del modelo español, con las reiteradas visitas durante el año de Javier Tebas, el presidente de la Liga de Fútbol Profesional de España. A la mesa política del fútbol de Macri, además, se sentaron los Fernandos: Marín, ya con cargo oficial en la Secretaría de Deporte de la Nación, y De Andreis, secretario general de la Presidencia, quien redactó el borrador que le trasladaron a Nicolás Massot, jefe del bloque de Cambiemos en Diputados. Se recuerda: un boceto del estatuto que finalmente votaron en febrero los dirigentes de la AFA les abría las puertas a las sociedades anónimas en el punto 2 del artículo 10: «Toda persona jurídica que desee convertirse en miembro de la AFA presentará una solicitud por escrito ante la secretaría general de la AFA». Fue modificado. Pero fue, apenas, un empujón para cumplir el objetivo de Macri.

Claudio Tapia, el presidente de la AFA, admitió luego de asumir: «En mi modelo de fútbol, las sociedades anónimas no van». En Tapia –y Hugo Moyano, suegro de Tapia y titular de Independiente– quizás encuentre la resistencia. Fue en 2001 cuando nació esa obstinación en Macri. Era el presidente de un Boca exitoso, y propuso debatir el asunto de las SAD en el Comité Ejecutivo de la AFA. Julio Grondona lo sometió a votación. «Fue mi mayor fracaso político –dijo Macri–. Mi propuesta perdió por paliza, 38 a 1. El único voto a favor fue el mío». Más de 15 años después, ya hay clubes, como Quilmes y Racing de Córdoba, por los que sobrevuelan los hombres de negocios, como Macri.