Desde que los Juegos Olímpicos modernos comenzaron en 1896, más de 200 equipos nacionales compitieron por alcanzar la gloria. En Río de Janeiro también lo hará el primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados de la historia. Forman parte de este equipo dos nadadores sirios, dos judocas de la República Democrática del Congo, un maratonista de Etiopía y 5 corredores de media distancia de Sudán del Sur.

“Su participación en las Olimpiadas es un tributo al valor y la perseverancia de todos los refugiados al superar la adversidad y construir un futuro mejor para ellos y sus familias”, declaró el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi. “ACNUR está con ellos y con todos los refugiados”. Esta iniciativa llega en el momento en que más personas que nunca -59,5 millones- se han visto obligadas a huir de sus hogares a causa de los conflictos y la persecución.

La Agencia de la ONU para los Refugiados ha reconocido desde hace mucho tiempo el impacto positivo de los deportes cuando los refugiados reconstruyen sus vidas en sus nuevos países. Desde 1994, el Comité Olímpico Internacional (COI) ha trabajado con el ACNUR en campamentos para refugiados y áreas de reasentamientos en todo el mundo. Los proyectos incluyen actividades deportivas para niños refugiados que han sido obligados a huir del conflicto y la guerra.

Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en Río 2016

Rami Anis, 25 años, Siria, natación, 100 metros mariposa:
Cuando los bombardeos y secuestros en Alepo comenzaron a ser más frecuentes, su familia lo mandó hacia Estambul en avión para que pudiera vivir con su hermano mayor. Decidido a probarse a sí mismo, Rami se montó un bote inflable hacia la isla griega de Samos. Finalmente logró llegar a la ciudad belga de Gante, donde ha estado entrenando 9 veces a la semana con la ex nadadora olímpica Carine Verbauwen.

Yolande Mabika, 28 años, República Democrática del Congo, judo, peso medio:
Los combates en el este de la República Democrática del Congo separaron a Yolande Mabika de sus padres cuando apenas era una niña. No recuerda mucho más que el correr sola y ser recogida por un helicóptero que la llevó a la capital, Kinsasa. Allí, estuvo viviendo en un centro para niños desplazados, donde descubrió el judo.

Paulo Amotun Lokoro, 24 años, Sudán del Sur, 1.500 metros:
Hace apenas unos años, Paulo Amotun Lokoro era un joven pastor que cuidaba de algunas cabezas de ganado que su familia tenía en una llanura situada en lo que ahora es Sudán del Sur. Cuenta que “no conocía nada” del mundo salvo su propia patria, que lleva en guerra durante prácticamente toda su vida. Los efectos de este conflicto lo obligaron a huir a la vecina Kenia, donde ha gestado nuevas y grandes ambiciones: “quiero ser campeón mundial”, declara.

Yusra Mardini, 18 años, Siria, 200 metros estilo libre:
Cuando la frágil embarcación comenzó a llenarse de agua, Yusra Mardini supo qué hacer. A la deriva en mar abierto frente a la costa de Turquía junto con otros 20 desesperados pasajeros, esta joven de Damasco se lanzó al agua con su hermana Sarah y comenzaron nadar para remolcar la embarcación hacia Grecia. Tras llegar a la isla de Lesbos, emprendió la ruta hacia el norte de Europa con un grupo de solicitantes de asilo. Al poco de llegar a Alemania en septiembre de 2015, comenzó a entrenar en un club de Berlín.

Yiech Pur Biel, 21 años, Sudán del Sur, 800 metros:
En 2005, se vio obligado a huir de los combates en Sudán del Sur y terminó solo en un campamento de refugiados en el norte de Kenia. Allí, comenzó a jugar al fútbol, pero se sentía frustrado al depender tanto de sus compañeros de equipo. Con el atletismo vio que podía tomar el control de su propio destino.

Rose Nathike Lokonyen, 23 años, Sudán del Sur, 800 metros:
Rose Nathike Lokonyen nunca había competido, ni siquiera como amateur, tras haber huido de Sudán del Sur cuando tenía 10 años. Hasta 2015, donde Rose se trasladó a un campamento de entrenamiento cercano a la capital de Kenia, Nairobi, donde se prepara para competir en la prueba de 800 metros en los Juegos Olímpicos.

Popole Misenga, 24, República Democrática del Congo, judo, peso medio:
Popole Misenga solo tenía nueve años cuando huyó de los combates en Kisangani, en la República Democrática del Congo. Separado de su familia, fue rescatado tras ocho días en el bosque y trasladado a la capital, Kinshasa. Allí, en un centro para niños desplazados, descubrió el judo. Tras obtener el estatuto de refugiado, Popole comenzó a entrenar.

Yonas Kinde, de 36 años, Etiopía, maratón:
Yonas, que lleva viviendo cinco años en Luxemburgo, casi nunca para de moverse. Ha estado yendo a cursos de francés y se gana la vida como taxista. Los recuerdos de su huida siguen siendo territorio incómodo. “Es una situación difícil,” dice de su vida en Etiopía.

Anjelina Nadai Lohalith, 21 años, Sudán del Sur, 1.500 metros:
Anjelina Nadai Lohalith no ha visto ni ha hablado con sus padres desde que tenía seis años y se vio obligada a huir de su casa en Sudán del Sur. Conforme la guerra se aproximó a su pueblo, donde Anjelina escuchó que sus padres aún están vivos. Supo que era buena en atletismo tras ganar una competición escolar en el campamento de refugiados donde ahora vive en el norte de Kenia.

James Nyang Chiengjiek, 28 años, Sudán del Sur, 800 metros:
A los 13 años James Nyang Chiengjiek huyó de su hogar en lo que en ese momento era el sur de Sudán, para evitar ser secuestrado por los rebeldes que reclutaban por la fuerza a niños soldados. Como refugiado en la vecina Kenia, fue a un colegio en una ciudad de las tierras altas conocida por sus corredores y se unió a un grupo de chicos mayores que se entrenaban para pruebas de larga distancia.