Primero fue el fútbol argentino de Primera División, pero no nos importó, porque todavía podíamos ver la Libertadores los miércoles a la noche. Después se llevaron la Copa de San Martín, Bolívar y Artigas (y otros) para España un sábado a la tarde, como para sentirnos menos sudacas perdedores y más europeos ganadores, pero no dijimos mucho, porque Boca y River siempre funciona como eclipse de cualquier desarraigo porque la pasión. Más tarde nos quitaron las noches de picada y fútbol de verano y de clásicos que ya no se pueden ver ni jugar, por la violencia y porque pasaron cosas. Y ahora van por los choripanes, el menú gourmet de los postergados de los fines de semana en los estadios argentinos.

Agotados ya de tanto pan y circo, el tipo piensa en cómo pagar las tarifas mientras se adapta a los tiempos modernos con Argentina insertada en el mundo, finalmente, a salvo. El fútbol puede ser fútbol más allá de la pelota y de los que lo juegan, solo es cuestión de imaginar cómo hacer catarsis y disfrutar de la propuesta.

Para quienes no puedan ver el partido entre Racing y Huracán, dos animadores de lo que los dueños de la pelota redonda llamaron Superliga –algo así como un mazapán nuevo al biscochuelo quemado- la oferta, gratis (o algo así) será la final entre los Patriotas de Nueva Inglaterra y los Carneros de Los Ángeles, desde las 20.30, por dos canales deportivos que no la van a codificar. Es imprescindible, entonces, ofrecer algunos consejos útiles para que los desprevenidos le encuentren un sentido a lo que se pondrá en juego allá lejos y en el norte de América.

Como en el fútbol de los pies, en el Súper Tazón (así lo llamaremos desde ahora, latino) hay también quien se destaca por ser el jugador que define y marca el rumbo de una jugada, ese que organiza y va con la pelota hacia delante. El quarterback, entre sus decisiones, debe resolver si avanza con el balón, se la pasa a un corredor o bien lanza la pelota hacia otros compañeros. Si la ovalada toca el piso, se debe volver al punto inicial de la jugada. En ese acertijo y plan andará el domingo Tom Brady, y también Cristina Fernández de Kirchner.

Tanto los Patriotas como los Carneros tendrán cuatro posesiones de balón en donde deben avanzar diez yardas. En caso de no conseguirlo, la pelota pasará al rival y si logra el objetivo se renovarán sus cuatro posesiones.

«¿Qué son las yardas?», dirá usted, que quería preguntar.

Son la unidad con la que se mide el campo. Una yarda son 91 centímetros, así como un dólar son 38 mangos y pico y de acá a las elecciones de octubre el medio de la corneta y su socio en el papel (los que manejan el Draft, digamos) pondrán en sus tapas que si avanza la quarterback de los Pats aumentarán las yardas. Un clásico, por cierto.

-Tenemos el mejor equipo de los últimos 50 años- dijo Jared Goff, el quarterback de Los Ángeles y también el de los Carneros.

No hay dudas que el Super Bowl, las patatas fritas y el popcorn están entre las diez atractividades que un argentino sin fútbol por tele ni choripán de cancha no debe dejar de ver.