Carles Rexach, el entrenador catalán que le firmó en una servilleta el primer contrato con el Barcelona, suele repetir que, en el fútbol, «correr es de cobardes». Desde el jueves, después de la despedida ante Haití en La Bombonera, Lionel Messi –la Selección de Messi– se pone a punto en la Ciudad Deportiva del Barcelona, donde aprendió a caminar como futbolista. Si bien sabe que puede no ser su último Mundial –que a pesar de cualquier tempestad interna puede jugar en Qatar 2022–, Messi comenzó la preparación para Rusia días después de perder la final ante Alemania en Brasil 2014. Literalmente.

Con la atención de confianza del nutricionista italiano Giuliano Poser, y cerca de cumplir 31 años el 24 de junio, Messi llega como el dueño del equipo que administra Jorge Sampaoli. Es el que les marca a sus compañeros que no son candidatos a levantar la Copa del Mundo. Es un jugador que regula las explosiones de ataque, que ya no extrema el recurso de las diagonales de derecha a izquierda ni es falso nueve. Es, cuatro años más tarde, un organizador de juego. Lo hizo el 23 de diciembre en el Santiago Bernabéu, cuando caminó el 83% del partido ante el Real Madrid y, sin embargo, corrió más rápido que cualquier otro jugador (33,5 km/h), anotó un gol y colaboró con una asistencia. Fue el eje de la victoria 3-0 del Barcelona.

Sucede que Messi se preparó como nunca para su cuarto Mundial. A fines de julio de 2014, después de vomitar incluso en el medio de la final ante Alemania en el Maracaná, viajó a Sacile, un pueblo de 20 mil personas en el nordeste italiano, para que el nutricionista Poser guiase su dieta alimenticia. El vínculo, con el tiempo, se afianzó: en la última semana con el Barcelona antes de sumarse a la Selección, volvió a visitarlo en su consultorio. Messi perdió tres kilos y medio con el tratamiento de Poser, un método que consiste en maximizar la energía no sólo a partir de las comidas específicas para cada persona, sino con kinesiología, corrección de postura, masajes, osteopatía, flores de Bach y hasta terapia emocional.

Después de tres lesiones musculares en la temporada 2013/14, entonces, Messi no volvió a lesionarse, más allá de la rotura del ligamento colateral interno de la rodilla izquierda por el choque con un rival en 2015. «Messi se encontró en una encrucijada –contó Poser, que prefiere ser descrito como un especialista en medicina del deporte antes que como un gurú que baja de las montañas de Sacile–. Si quería permanecer a nivel tenía que cambiar, tener un estilo de vida completamente nuevo». Chocolates, gaseosas, harinas y las milanesas de la madre se redujeron drásticamente, quedaron en los Mundiales anteriores.

El cuidado de Messi, que descansó con suplencias en el último tramo de la temporada con el Barcelona, le alivió la tarea al doctor Daniel Martínez y al fisioterapetura Marcelo D’Andrea, quienes integran su círculo íntimo. En concreto, a todo el cuerpo técnico de la Selección. En ese sentido, Jorge Sampaoli les prestó especial atención en las giras por Europa a las palabras del preparador físico Lorenzo Buenaventura, que conoce a Messi porque trabaja con Pep Guardiola desde los años en el Barcelona, y ahora en el Manchester City de Sergio Agüero y Nicolás Otamendi.

«¿Saben por qué Messi puede jugar 55 o 60 partidos por temporada? –preguntó Buenaventura en el Congreso Mundial de Entrenadores en Sevilla, en 2015–. Porque juega como su cuerpo le invita a jugar: caminando. Porque caminando mira, se para y piensa: ‘Ahora pasará tal cosa’. Y los demás aún no hemos visto eso que ocurrirá dentro de 30 segundos. Él sí lo ve, pero hay gente que quiere que se ponga a correr más de ocho kilómetros…». Esta temporada, Messi terminó la Liga española como goleador (34), líder en asistencias (12), máximo gambeteador (185) y, sobre todo, con el brazalete de nuevo primer capitán del Barcelona por el adiós de Andrés Iniesta. «Messi ya no necesita correr, es un paseante –agrega Jorge Valdano, campeón del mundo en México 86, donde fue socio de Diego Maradona-. Camina y elige el momento en el que apretar. Nunca un campeonato tuvo tanta incidencia como la de Leo. Le puso el veneno a la Liga».

A Sampaoli le sorprendieron la locuacidad y los detalles en los que repara Messi cuando analiza el juego, su interés y conocimiento. De ahí que pasee cada vez más por la cancha, que camine como si estuviese en el comedor de su casa en Castelldefels: que su arte, antes de los solos, sean los desmarques, pequeños movimientos distractivos en pleno deambular. «Crecí muchísimo en muchos aspectos –admitió Messi–. Incorporé cosas nuevas a mi manera de jugar. Me siento bien, rápido, explosivo. Por ahí cuando sos joven hacés 500 corridas por partido, y hoy seleccionás más las jugadas, te exigís mirando los momentos». En lo que hagan los demás con él, en cómo lo comprendan además de disfrutarlo, está el quid de la cuestión, parte del derrotero de la Selección en el Mundial. Sampaoli lo rodeó de jugadores de experiencia y de otros veloces, que correrán por y para Messi.