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(Foto: AFP)

La Argentina, que atraviesa la pandemia mundial con medidas drásticas y oportunas de aislamiento y distanciación social, necesita la colaboración de toda su población para pasar el momento de crisis sanitaria y económica; también para redefinir y consolidar el complejo conjunto de normas y principios que van a determinar cómo vamos a construir nuestras vidas de aquí en adelante.

El proyecto para cobrar un «tributo a las grandes fortunas del país» se enmarca dentro de esa necesaria colaboración requerida. Pero que es más que eso. Es una ocasión especialmente oportuna para quienes serían alcanzados por ese tributo de repensar y resignificar su rol en la sociedad.

El cambio de perspectiva por parte de las personas dueñas de fortunas significativas como factores de peso es insoslayable. Las fortunas que poseen los colocan en un rol particular que ningún otro sector puede llenar. Un rol de responsabilidad pero también de liderazgo potencial que deviene no solo de sus posesiones sino de sus propias posiciones alcanzadas. No pueden dejar de observar de una manera nueva esta situación tan crítica que los coloca en la oportunidad de tener un rol trascendente, en contribuir a superar este momento crítico. Es la posición que asumieron Bill Gates, fundador de Microsoft (junto con Paul Allen), cuya fundación está contribuyendo a la investigación de seis vacunas para la pandemia. Jack Dorsey, fundador de Twitter, donó un terció de su fortuna (1000 millones de dólares). La Fundación Carlos Slim donará 40 millones de dólares en México, para para tanto a la gente contagiada como a los médicos y enfermeras que los están tratando. O la organización Patriotic Millonaires que se declaró a favor de que se le aumenten los impuestos a ellos mismos para superar esta situación crítica económica general en el cual la inequidad condiciona el acceso a derechos y al desarrollo general de las sociedades y que la pandemia llevó a poner en foco.

Se trata de la construcción de nuevas miradas, nuevas reglas con las cuales empezar a construir las bases y principios, tanto a nivel local como internacional, con los cuales regirnos de ahora en más a fin de construir nuevos contratos sociales, y no profundizar las problemáticas que en esta coyuntura provocan la rápida propagación del virus y la profundización de la crisis sanitaria y económica.

El mundo ha cambiado, el significado de éxito y de sentido de vida debe cambiar también. La situación de pandemia impone múltiples y complejas reconfiguraciones sociales, económicas, políticas, etc. Se presentaba hasta hace poco tiempo a la libertad como la forma de conseguir lo intangible, lo que se anhela, lo que se sueña, lo propio, lo personal. Las reglas personales y sociales que rigen esa libertad han cambiado drásticamente. Están presentándose oportunidades para mejorar las reglas que determinan las condiciones de existencia de nuestra sociedad, de nuestra población.

En nuestro país aparece la propuesta de este «tributo a las grandes fortunas del país» que genere una necesaria redistribución de dinero. Esto también generaría la posibilidad de contar con un fondo que pueda ser utilizado estratégicamente para paliar déficits históricos de desigualdad.

Est@s millonari@s están frente a un desafío trascendente: ¿se llega a dimensionar la posibilidad que hoy se está presentando? La conformación de un tributo periódico o extraordinario que solvente un fondo anti cíclico para afrontar no solo la pandemia acuciante, sino las desigualdades persistentes en nuestro país, con gestión mancomunada de las distintas fuerzas políticas, también con mecanismos participativos de quienes conforman el bloque de contribuyentes.

Es la oportunidad de tener una participación responsable en la construcción de alternativas solventes para, en un primer momento, afrontar los desafíos sanitarios y económicos; luego enfrentar tareas ambiciosas que modifiquen las persistentes inequidades.

Visión con responsabilidad social para resignificarse en un lugar de incidencia en la construcción del futuro de nuestro país, esa es la oportunidad que se les presenta.

Sin lugar a dudas estas construcciones sociales modificarían radicalmente los lazos, las perspectivas, las percepciones, en definitiva, la realidad de nuestra sociedad. Harían efectivas las palabras del Papa Francisco: “nadie se salva solo”. Consolidarían de la mejor manera posible la influencia en la vida de cada persona, en la vida de todas las personas, en cada relato, fragmento de un gran relato, el relato de la historia, para desde esa perspectiva releer el éxito económico que han alcanzado.