El exministro de Economía, Domingo Cavallo, pidió un desdoblamiento del mercado cambiario como requisito previo a su liberación y a la concreción de un plan de estabilización que permita reducir la inflación. Sin embargo, admitió que este último necesitará una serie de reacomodamientos de precios relativos “para que en 2025 se pueda empezar a implementar”.

Cavallo, responsable intelectual del plan de convertibilidad que se aplicó en la Argentina desde 1991 hasta su estallido en 2001, defendió esa idea como esencial en un programa que tenga como objetivo reducir drásticamente la inflación. “Los planes de estabilización de los años 80 y 90 (el Austral, el Cruzado brasileño, el de Israel) incluyeron tipos de cambio fijos o bien limitados por bandas cambiarias para evitar sensaciones de que la moneda puede volver a depreciarse”, argumentó.

“Algún mecanismo de fijación del tipo de cambio va a ser necesario. Argentina funciona como una economía bimonetaria y si hay expectativas de que la moneda se va a seguir depreciando, va a haber cada vez más demanda de dólares”, dijo Cavallo en un encuentro organizado por la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL).

Sin embargo, el que fue hombre fuerte de las presidencias de Carlos Menem y Fernando de la Rúa aclaró que un eventual plan de estabilización no podrá implementarse de inmediato y por eso predijo que “tanto este año como el próximo la tasa de inflación va a seguir siendo alta”.

Para Cavallo, si bien es una medida clave, la unificación y liberación del mercado cambiario es impracticable en el corto plazo porque “los desajustes de precios relativos son muy importantes en una gran cantidad de bienes o servicios, atrasados por controles, congelamientos y la intervención del Estado, que obligan a subsidios, por ejemplo en la energía y el transporte. Todo eso debería ajustarse integralmente. La unificación inmediata haría lugar a un salto devaluatorio significativo y si no se ajustan esos precios, quedarían mucho más atrasados”, sostuvo.

En el interín, mientras se desarrolle esa transición, Cavallo propuso un desdoblamiento del dólar. “Que los controles del Banco Central se limiten al mercado de bienes. Y que toda la cuenta de servicios, deuda y demás se vehiculice a través de un mercado verdaderamente libre, donde el Central no tenga que usar reservas para influir en él. Ahí se va a saber cuál es el tipo de cambio que surge de la oferta y demanda. Es va a fijar un techo para el dólar, que podrá estabilizarse e incluso apreciarse”, opinó.

Además, como requisitos para reducir la inflación, Cavallo pidió “un ajuste fiscal significativo y la apertura de la economía”. También sugirió dar marcha atrás con las empresas que se estatizaron desde 2002 para que dejen de requerir aportes del Tesoro.

Las recetas de Cavallo: convertibilidad y ajuste fiscal

La receta no es nueva en el menú del economista que se hizo conocido por su trabajo en la Fundación Mediterránea. Durante su primera gestión como ministro, a partir de 1991, abrió las puertas de la economía a los productos importados como fórmula para bajar la inflación, con lo que muchas industrias locales cerraron y el desempleo se disparó hasta rondar el 20 por ciento. Ya como funcionario de la Alianza, su prédica por el déficit cero desembocó en un inédito recorte del 13% en jubilaciones y sueldos públicos, avalados en este último caso por la entonces ministra de Trabajo, Patricia Bullrich.

La idea de las bandas cambiarias, por otra parte, fue la introducción para que en 1991, reforma monetaria mediante, se pusiera en marcha la convertibilidad a un tipo de cambio fijo (un peso igual a un dólar). Ese corsé monetario terminó siendo letal para la economía argentina, que debió apelar a la privatización de empresas públicas para conseguir dólares que respaldaran la actividad interna. Hacia el final de esa década, los intentos de reemplazar el patrón dólar por una cesta de monedas (una devaluación encubierta) fracasaron y en 2001 el estallido del sistema culminó en una revuelta social que dejó 39 muertos, cinco presidentes en apenas 10 días y la crisis institucional más grave de la historia argentina reciente.