La sostenida suba de los granos en los mercados internacionales, principalmente de la soja, ayudará a sostener las cuentas del sector agroindustrial, que habían quedado en rojo como producto de la sequía y la disminución de volúmenes a cosechar. De la misma manera, el resultado favorecerá los números del gobierno, que se volvió muy dependiente de ese sector no solo por los impuestos que le cobra (principalmente los derechos a la exportación) sino porque son la principal fuente de divisas para el Banco Central, que luego las provee a las empresas que necesitan importar insumos.

En sentido contrario, el alza de esos precios no es una buena noticia para el mercado local, ya que los acopiadores de granos intentarán vender al exterior la mayor parte de su producción y los remanentes destinados al ámbito doméstico serán menores y, por ende, más caros. Esto podría tener efectos sobre los precios locales.

«Más dólares para nuestras exportaciones, pero también más presión alcista sobre los precios internos de los alimentos (todos, no solo los derivados de la soja). Dios te da y Dios te quita…», reflexionó en las redes sociales el economista Sergio Chouza, docente de la UBA y de la Universidad Nacional de Avellaneda.

En la bolsa de Chicago, tomada como referencia a nivel internacional, los contratos a futuro para marzo llegaron a cotizar a U$S 586 el último miércoles, muy cerca de la emblemática marca de los U$S 600 que suele tomarse como cifra característica de la «supersoja». Una toma de ganancias redujo levemente ese valor el viernes. El maíz terminó la semana en U$S 257 y el trigo en 293 dólares.

La tendencia alcista tuvo directa vinculación con las estimaciones sobre una menor cosecha en los principales países de Sudamérica, afectados por el fenómeno climático conocido como «La Niña». En la Argentina, esto causó una sequía que afecta la zona núcleo (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y el norte de Buenos Aires) donde se concentra la mayor parte de la producción. «Esa franja, exceptuando a Buenos Aires, sigue en una situación muy delicada y condiciones de escasez a sequía en los suelos», señaló un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). Por eso, la entidad redujo las previsiones de la próxima cosecha de soja de 45 a 40,5 millones de toneladas y la de maíz pasó de 57 a 51 millones de toneladas. El documento estimó que las secuelas de las escasas precipitaciones de diciembre y la ola de calor de enero serán difíciles de evitar y que a pesar de las lluvias de las últimas horas, «La Niña permanecerá al menos hasta abril».

Los malos números también afectan a otros países de la región. En Brasil, la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab) redujo su pronóstico sobre la cosecha de soja a 125,5 millones de toneladas, por debajo de los 134 millones que calculó para ese país el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). En Paraguay, la reducción también es significativa.

Efectos económicos

La gran pregunta es si la suba en los precios compensará la menor cantidad de grano disponible. A mediados de enero, la BCR había estimado que la sequía dejaría una pérdida de ingresos netos para los productores de U$S 2930 millones. Los efectos secundarios sobre el resto de la economía significarían un perjuicio de U$S 4800 millones, algo más de un punto del PBI nacional. Pero el estudio se divulgó hace un mes, cuando el precio internacional de la soja rondaba los U$S 505; desde entonces subió un 15%, lo que en principio compensaría la caída en el volumen. En maíz y en trigo las alzas del último mes fueron menores (9% y 5%, respectivamente). Para saber si el resultado final será positivo habrá que esperar a que se concreten las ventas.

El gobierno también sigue con atención esos números, porque los derechos de exportación sobre los cereales, pensados como un mecanismo para desacoplar los precios externos de los locales, también son una gran fuente de financiación para el fisco. De acuerdo con los cálculos de la agencia Bloomberg, el año pasado, las retenciones al complejo agroindustrial significaron unos $ 861 mil millones, cerca de dos puntos del PBI. «

Divisas frescas para el Banco Central

Los dólares provenientes de las exportaciones de cereales y sus derivados (harinas y aceites) se volvieron fundamentales para que el Banco Central tenga divisas frescas con que abastecer a los importadores. De acuerdo a los datos de CIARA y CEC, las cámaras que agrupan a las empresas del sector, el año pasado se liquidaron por ese concepto U$S 32.808 millones, récord absoluto desde comienzos de siglo. Los valores de enero último (U$S 2442 millones) fueron también 14% más altos que los del mismo mes de 2021.

De acuerdo a los datos del Indec, el complejo oleaginoso-cerealero, incluyendo al biodiésel y sus derivados, aportó el año pasado el 48 % del total de las exportaciones de la Argentina.

«La mayor parte del ingreso de divisas en este sector se produce con bastante antelación a la exportación, que ronda los 30 días en el caso de los granos y alcanza hasta los 90 días en los aceites y harinas proteicas. Esa anticipación depende también del momento de la campaña y del grano de que se trate», fue la explicación brindada desde ambas entidades.