3er Arco fue el tercer álbum de estudio de Los Piojos, grabado entre junio y julio de 1996 en Del Cielito Records y lanzado por Distribuidora Belgrano Norte (DBN) el 31 de agosto de 1996. Fue disco de oro y doble disco de platino y en 1998 habían superado el triple platino y en la actualidad lleva vendidas más de 360 mil copias; que superó las expectativas de propios y extraños, que vieron cómo de inmediato “Verano del ’92” y “El Farolito” empezaron a ser cantados por miles de pibes y pibas.

No tan oficial pero impreso en las crónicas de la época, varios lo consideraron la consagración definitiva de los que con distintos grados de desprecio se llamó rock chabón, rock barrial o murganroll, sintetizados en la banda que pibes de Caseros, El Palomar y Villa Bosch habían formado hacia fines de la década de 1980. Quienes grabaron 3er Arco fueron Andrés Ciro Martínez: (voz, guitarra y armónica), Daniel «Piti» Fernández (guitarra), Gustavo Kupinski (guitarra), Miguel Ángel «Micky» Rodríguez (bajo) y Daniel Buira (batería).

Con esa formación, grandes masas de la población de ese Gran Buenos Aires sobre el que en el disco anterior (Ay ay ay) anunciaban que quizás no fuera el vino, que más bien se trataba de una alianza social -que incluía a buenos sectores de clase media, incluso progresistas- que estaba dispuesta a que se maten nomás en la parte de atrás, en su gueto, en su barrio, se presentaban triunfalmente en la por entonces mítica catedral del rock: el Estadio Obras. Casi una década después de su disolución, Sumo encontraba heredero sin proponérselo: el grupo encabezado por Luca Prodan había sido el refugio de los primeros grandes desplazados de la reconfiguración económico social pergeñada por la dictadura 1976-83; la segunda ola del gran desclasamiento social que históricamente se conoce como menemismo, encontraba en Los Piojos (confesos admiradores del grupo del “Pelado” Prodan) la más legítima herencia. Y los consagraba en el mismo templo que sus predecesores lo habían hecho con Sumo.

Con menos de diez años de formación oficial, Los Piojos le ponían sonido (le armaban la playlist, como se suele decir ahora) a unos chicos y chicas (una verdadera novedad por su cantidad para las grandes bandas de rock) que veían caer en picada su nivel de vida ante la pérdida de trabajo de sus padres. La muerte del Diego el año pasado puso de nuevo a circular el Maradó de ese disco, y también su resignificación: antes que el mismo Diego se lo tatuara en su brazo (lo hizo en 1997), Los Piojos pusieron en pie de igualdad al héroe oriundo de Rosario y al de Fiorito; sus seguidores entendieron enseguida de lo que estaban hablando: la rebeldía era condición necesaria -aunque no suficiente- si se quería salir de ese pacto social siniestro que había sellado la Convertibilidad y parecía condenarlos para siempre.

3er Arco es tan copia fiel de los años que le dieron vida, que hasta Todo pasa (popularmente conocida como Dolores) tiene el color del “todo vale” que pareció recorrer la época: “Habla de una mesera que salió con un psicópata que le mintió en todo”, contó Andrés Ciro al cumplirse el 20 aniversario de la edición del disco.

Acaso, también, 3er Arco, como catapultador definitivo de una banda, es el último estertor del rock como música que habla a -y es hablada por- eso llamado juventud. En pocos años más lo que había sido una cultura y por eso arraigaba y hacía escuchar las voces nuevas y lo que tenían para decir, pasaría a ser un género como cualquier otro: más o menos bello, atractivo, energético, espiritual, pero no más que un género (por más mezcla que intentara con otros, como los mismos Piojos hacen aquí con la murga). Lo otro, ese no sé qué que tantas generaciones sintieron y necesitaron para definirse y así ver el mundo que les tocaba en suerte -y ser vistos-, quedaría sin herencia clara, a la disputa de distintas tribus que con sus distintas virtudes, tal vez envidiarían aquella centralidad del rock. Desde ese lugar, ese espíritu que tanto cantó a la libertad, puede decirle a los que vendrán: envido y truco del tiempo, a usted le toca jugar; no haga parda, y corte el viento.