Los guiones de diferentes capítulos se acumulan en el estante de Juan Leyrado. Los que están ahí ya fueron leídos durante el fin de semana o en algún momento libre en su casa. Su camarín es pequeño, y cuando se sienta a leer frente al espejo (donde está el estante y la montaña de libros) el sol le da en la cara. “En Argentina se labura de una manera que es única”, dice el actor, y la tira donde trabaja, Educando a Nina (lunes a jueves a las 21:40 por Telefe) no es la excepción. “Todo es muy vertiginoso”, asegura Leyrado que elegiría la profesión en todas la vidas que le toque vivir. “Ojalá, me encanta seguir jugando”, dice.

–¿Desde Gasoleros (1998) a esta parte sentís que algo se modificó en la forma de hacer televisión?

–Sí, claro. Pero siempre va cambiando todo. Cuando hacíamos Atreverse (1990), hasta teníamos días de ensayo previo, lo que hoy en la televisión es casi impensado. Hay otra dinámica, ni mejor ni peor, es otra. Desde lo técnico ni hablar, ahora te graban muchas cámaras a la vez, lo que vuelve todo muy planificado y hay que tener velocidad para cubrir eso.

–Pero también hay más improvisación ¿no?

–En la tira diaria hay una impronta personal. Es que grabamos una escena para terminar el capítulo, que sale pasado mañana, que es el 64 ponele, pero al terminar empezamos a grabar el 94 y hacemos algo del 71. Eso te da una agilidad y una gimnasia que si uno no se engancha es imposible hacerla. Lo bueno es aprender, también, a desechar lo que no sirve de esa improvisación.

–¿Es por eso que los actores argentinos se destacan por su ductilidad?

–Si lo aprovechamos, sirve, pero si no, todo puede ser peor. Es jugar al límite. Hay que ver dónde poner la inteligencia o la viveza argentina. Pero eso se aplica a todo, es un trabajo cultural de cada uno de los que somos parte de esta sociedad. Uno acá tiene que estar atento a muchas cosas al mismo tiempo. Capaz, a esta altura de la vida, uno querría encargarse de lo que tiene que hacer, de cruzar la calle en verde y que no te pase por encima alguien que pase en rojo, por ejemplo.

–¿Cómo te sentís ante la realidad cotidiana nuestro país?

–Cada uno tiene su mirada. Todos estamos inmersos en lo que pasa. Me siento contento porque disfruto mucho mi trabajo pero también triste porque hay gente que no puede disfrutarlo. Pero eso me pasa casi siempre, es el Yin y el Yang de la vida. El tema es encontrar el equilibrio, que creo que es lo que más nos cuesta a los argentinos, pero desde siempre. Yo trato de dar lo mejor en mi trabajo.

–¿Un programa incide en el público de manera determinante?

–Te puede entretener, hacerte pasar un buen momento, pero no es un noticiero, que puede incidir más en una opinión.

–En estos años, ¿notaste más unión entre los actores?

–Siento que se dio lugar a asuntos de nuestra profesión que estaban relegados. El trabajo que hacemos es muy particular. A veces hay que explicar qué es lo que hacemos, porque es necesario poner a los artistas en un lugar especial. Esto sucede porque si el actor es un trabajador se pierde la ilusión. Pero no somos distintos. De hecho te diría que nosotros somos desocupados que, a veces, trabajamos.

–¿Cómo es eso?

–Somos desocupados crónicos, de por vida. En nuestro gremio el 90 por ciento está sin trabajo durante mucho tiempo… No ganamos todo lo que se cree y la continuidad laboral no es tan fácil como parece. Armar un colectivo para defendernos sirve, nos une. Uno como ciudadano tiene que opinar, los actores también, pero a veces se nos pide opinión de cosas importantes o trascendentales y nosotros en esa necesidad que tenemos damos nuestro parecer. Y, a veces, opinamos de cosas que no sabemos. No es nuestro solo entusiasmo el que ayuda. Yo creo que con la economía hay que ir para un lado, que esté basada en darles seguridad a las personas que trabajan, que esté más repartida la cosa. Que no haya un núcleo que esté bien nada más, sino que todos estén lo mejor posible. O que haya más trabajo. Pero si empezamos a hilar fino y me pongo a decir cómo manejar la economía, quizá la cago.

–¿Creés que tiene mucho peso la opinión de una figura pública?

–A veces se toma demasiado en serio lo que decimos, para bien o para mal. Ahí caemos en un error. Creo que todo es personal y uno con la experiencia va tomando conciencia de que puede opinar lo que sea que conozca y en todo caso si algo no es de mi conocimiento decir: yo no conozco de esto pero tengo ganas de opinar. La participación de todos los ciudadanos nos nutre. Pero cuando se utiliza para dañar es jodido, no sirve. Creo que los actores somos personas frágiles, dependientes y tenemos una gimnasia emocional para sacar cosas, en la que entra todo, hasta nuestra ideología o filosofía. En medio de todo eso nos exaltamos y decimos lo que nos parece, pero si se manipula eso puede ir en contra de lo que queríamos transmitir. «

El factor Siciliani

En Educando a Nina, Leyrado es Manuel. Nina y Mara, ambas hijas extramatrimoniales de su personaje, son interpretadas por Griselda Siciliani. Para el actor es ella la clave del equipo que se completa con Rafael Ferro, Diego Ramos, Esteban Lamothe y Verónica Llinás, entre otros. «Acá hay una interpretación extraordinaria de Griselda. Si ella no estuviera como está, todo sería más difícil. Siempre es importante el protagónico, pero sin ella todo sería cuesta arriba. Con un buen personaje central, en este caso dos hechos por una sola persona, hacés frente a otras inclemencias que puedan aparecer.»