Ya está por caer la tarde y Dolores Fonzi despliega energía y buen humor. Al charlar sobre El futuro que viene, la flamante película que protagoniza, se abre a un abanico de temas que la interpelan personalmente. Con poco más de 20 años de carrera, no les teme a los asuntos espinosos, responde las preguntas con convicción y no oculta el enojo que parece chispear desde sus ojos verdes cuando algún tema la indigna.

Por estos días, su vida gira en torno a la promoción de la ópera prima de Constanza Novick. Viene de un año agitado que incluyó su paso por el Festival de Cannes, con La Cordillera, y acaba de ser parte del jurado del de San Sebastián, presidido por John Malkovich, donde se premió a la directora y a la actriz de la película Alanis. 

Con Novic son amigas hace casi dos décadas, juntas trabajaron en varios proyectos para televisión, desde El sodero de mi vida hasta Soy tu fan. Justamente, la historia profundiza en los avatares de una larga amistad femenina –con sus idas y vueltas, con sus códigos íntimos, su solidaridad de género y sus tropiezos– desde la infancia en el epílogo de los ’80 hasta la adultez. En la película, que muestra las huellas del tránsito televisivo de Novick, las sólidas actuaciones de Fonzi y Pilar Gamboa (Romina y Florencia, en la ficción) logran sacar a la luz las tensiones que habitan el afecto de dos amigas muy diferentes entre sí que, como imanes, se atraen y resisten con la misma fuerza. 

Apenas está por comenzar el reportaje con Tiempo, dice, como pidiendo pista: «Mirá que con las últimas leyes del cine nacional ya no se van a poder hacer estas películas. Pero bue, vamos a la nota».

–Ya vamos a llegar a ese tema, pero antes contame de tu personaje, Romina, que es de tu misma generación. ¿Cuáles sentís que son las ventajas o desventajas entre crecer en los ’80 y hoy?

–Uh, qué pregunta… Hoy, como madre, podría decir que mis hijos tienen más información. Al menos de mi parte siento la obligación de darles muchas posibilidades sobre un mismo tema. En el panorama actual, veo menos tabúes; entonces la sexualidad, la religión, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer son temas que se ponen sobre la mesa mucho más temprano que cuando yo tenía la edad de mis hijos.

–¿A qué atribuís esa diferencia?

–Yo nací en el ’78 y, si bien para mediados de los ’80 la dictadura ya no estaba, había una impronta cultural que se mantenía. Hoy día los niños vienen más preparados para aceptar la diversidad, abrazarla inclusive. Me parece importante dar la información de una manera desdramatizada y poco solemne. Creo que vienen generaciones mucho mejores que las nuestras. Obviamente, porque nosotros vivimos lo que hemos vivido, ahora podemos bajar una línea mucho más útil.

–¿Útil en qué sentido?

–Útil para ser una persona segura y amorosa. Yo trabajo contra esas cosas que nos ha inculcado la sociedad. Aceptar al otro es que la diferencia sea algo atractivo. Busco interesarme por el otro de una manera empática. Se trata de combatir mandatos de aquella época. En ese sentido, si bien hay de todo, hemos avanzado.

–Hay una frase de Romina mientras pasea a su hija recién nacida: «Si alguien me hubiera dicho la verdad, y yo hubiera entendido, no la tenía», que abre varios temas…

–Que la película y que mi personaje hablen de eso está bueno. Romina es una mujer que tiene una vida buena y apacible, con una pareja que la quiere y tiene una hija. Supuestamente debería estar muy feliz, porque «cumple» con la función en la vida a la que se supone que todas las mujeres deben aspirar: ser madre. Pero ella no está tan contenta, siente de una manera diferente. Te puede pasar estar embarazada, no estar contenta, e igual querer tenerlo. Porque la maternidad no es de una sola manera, sino de todas.

–La amistad entre mujeres es un tema central de la película, aunque suele tener algo de mala prensa.

–Las mujeres nos bancamos entre nosotras de diferentes maneras desde siempre. Si hemos podido trabajar en épocas en las que no se podía o era muy difícil, fue gracias a la red de mujeres que te cuidaban a tus hijos, a las abuelas, tías, madres. Justamente, me parece que es mala prensa decir que la amistad entre mujeres es complicada porque competimos, etcétera. Eso es mentira. La realidad es que las mujeres te bancan porque son las únicas que entienden en la que estás. Y las amistades con mujeres son las que van a perdurar toda la vida. Son hermanas que una elige. Es tan íntimo el vínculo que sabés que te van a decir la verdad aunque no te guste. Por eso mismo las relaciones se pueden volver tan pasionales, que es también lo que refleja la película con las idas y vuelta entre Florencia y Romina.

–¿Te sentís parte del movimiento de mujeres?

–Sí, obvio. Todo lo que dije de la educación de mis hijos tiene que ver con eso. Y siento que estamos avanzando, temas que antes eran tabú, ahora se están hablando en mesas de familias convencionales, como la legalización del aborto o por qué nos matan o el miedo que tiene el patriarcado de dejar de ser tan omnipresente. Por supuesto que soy feminista, sin dudarlo. Entiendo que el mundo tiene que ir hacia la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y me parece una estupidez todo lo que no tiene que ver con eso.

–¿Cómo vivís esa cara y contracara de lo que pasa con el cine argentino? Premios afuera y denuncias de vaciamiento al INCAA adentro.

–Mirá, para abril, cuando corrieron al presidente del INCAA, entre varios compañeros relacionados con el cine, de todo tipo y partido, porque esta es una cuestión de Estado cultural, hicimos unos videos hablando de la amenaza que se venía por el vaciamiento del INCAA. Nos acusaron de paranoicos, entre otras cosas. Pergolini y otros, gente que no sabe nada, o que claramente está de un lado, nos acusaron de todo eso… y finalmente está pasando. Eso que dijimos que iba a suceder, hoy pasa. Hacen calculadora cuando piensan el cine, es un despropósito. Las películas que tienen 10 mil espectadores son las que nos abren al mundo. Alanis, de Anahí Berneri, no se hubiera podido hacer. Las grandes productoras van a seguir filmando, la zona amenazada son las ópera prima, los nuevos talentos, las películas independientes.

–¿Y qué es lo más valioso del cine argentino?

–Yo soy fan de este cine. Acá tenemos increíbles actores, directores, técnicos. Lo mejor que tiene el cine argentino es que no se puede definir, porque hay películas para todos. Algunas para un público gigante y otras para menos cantidad de gente, pero siempre innovador y auténtico. La nueva política del INCAA vacía el país de cultura.

–¿Te parece que el crecimiento del movimiento de mujeres impactó de algún modo en la ficción?

–Sí. Hay espacio para que ahora exista una directora mujer que pueda hacer su primera película. Es un signo de los tiempos. El año que filmamos con Coca (Novick), me fui a hacer una película con Jimena Montemayor, otra directora mujer, y ahora Anahí Berneri fue la primera latinoamericana en ganar como mejor directora en San Sebastián. Creo que esta película existe gracias a que las mujeres estamos luchando por más espacios y nos estamos organizando mejor para ocuparlos y, a la vez, se están abriendo porque no queda otra. Ya es de sentido común. «

Un mundo femenino 

Pilar Gamboa es una actriz fogueada, con esta película, este año ya tuvo tres papeles centrales en tres largometrajes. Con Florencia, compone un personaje pasional que electrifica la pantalla y junto a Dolores Fonzi logran una dupla actoral sobresaliente.

“De las cosas que más me gustaron de la peli es que arrancara en el ’87, porque yo tengo un recuerdo vívido de esa época. Cuando leí el guión me sentí identificada con esa infancia, con esa amistad simbiótica con otra chica, que vas a su casa y sentís que su familia es lo mejor que te puede pasar. Cuesta mucho no ponerse melancólico y sentir que aquel tiempo pasado fue mejor. Está bueno que esa primera etapa en la que, por ejemplo, te empieza gustar un chico quedara en algún lado. 

–Esta es una película hecha por mujeres, ¿ves un signo de época ahí?

–Bueno, sí. Se relaciona con todos los avances de la mujer, aunque me parece extraño que a esta altura se festeje que las mujeres hagamos ciertas cosas. ¡Qué atrasados que estamos que se festeja que una mujer filme una película! Y sí, esta es una película hecha por mujeres básicamente, y hay algo del mundo femenino que es muy genuino. Siempre el mundo se construyó de un modo muy masculino. Pero, a pesar del esquema patriarcal, yo vengo trabajando con grupos de mujeres desde los 17. No es que las mujeres empezamos a hacer cosas hoy.

De la televisión al cine

Constanza Novick tiene un extenso currículum como guionista de televisión, con éxitos como El sodero de mi vida, Son amores o Soy tu fan. El futuro que viene es su lanzamiento como directora en pantalla grande. 

“La historia originalmente la pensé para teatro, pero hay algo de la puesta en escena que no me resulta fácil. Al comienzo sólo quería escribir la historia, pero no dirigirla. Con el paso del tiempo se volvió tan personal que me pareció imposible que la filmara alguien más”, cuenta Novick.

–¿Cómo te sentiste al ver la idea original ya realizada?

–Estoy recontenta. La clave de todo son las actuaciones. Yo me siento más cómoda escribiendo porque vengo de ahí. Me preocupaba que el guión quedara mejor que la película, es decir que no pudiera traducir en imágenes eso que para mí era lindo, pero más literario. Y la magia la pusieron las chicas, tanto las chiquitas como las protagonistas sumaron mucho y es lo que hace que haya superado lo que estaba en papel. 

–¿Hacés respetar el guión original o permitís que se vaya modificando durante el proceso de filmación?

–El texto hay que respetarlo a rajatabla. No se puede mover nada. El ritmo del guión lo trabajé por mucho tiempo. En televisión me ha pasado que un actor improvisara un texto. Acá eso no pasó.