Él Mató a un Policía Motorizado celebró sus primeros 20 años de carrera con una noche mágica e inolvidable frente a más de ocho mil personas en el primer Luna Park de su historia. Con entradas agotadas, tanto el sábado 16 como el domingo 17, la banda indie platense conformada por Santiago Barrionuevo (Santiago Motorizado) en voz y bajo, Guillermo Ruiz Díaz (Doctora Muerte) en batería, Manuel Sánchez Viamonte (Pantro Putö) en guitarra, Gustavo Monsalvo (Niño Elefante) en guitarra y Agustín Spassoff (Afloyd) en teclados emocionó y deslumbró a los fans con la presentación de Súper Terror (2023), su último álbum, y un recorrido exhaustivo de dos horas de su discografía previa, ya emblema del rock alternativo argentino de este siglo. 

A las 21 del sábado, el Luna Park todavía se va llenando de adolescentes, jóvenes y familias enteras por igual. La música de Él Mató es para quien la sienta, transgeneracional en todo sentido. Desfilan remeras de The Clash, Black Sabbath, con la leyenda “grunge is dead”, y la oficial de la banda de La Plata. Los fans se adueñan de las gradas y se amontonan ansiosos en el campo donde ya no entra un alfiler. Aunque la métrica no dé para ¡Olé olé olé él mató, él mató! se canta igual hasta que se apagan las luces. La pantalla gigante comienza a reproducir una lluvia retro de televisión y suenan las primeras notas de “El magnetismo”, bálsamo y breve introducción de La Dinastía Scorpio (2012), que abre también la noche a un público fascinado que comparte abrazos, aplausos y gritos ahogados. Pronto explota el primer tema de Súper Terror, “Un Segundo Plan”, que luce el nuevo sonido synthpopero con toques de italo disco y junto a las consabidas letras existenciales y románticas que las plateas arengan como canciones de cancha. 

Él Mató en un Luna explotado.
Foto: Prensa

La noche eterna de Él Mató

A continuación, la apacible “La Noche Eterna” y “Las Luces” de La síntesis O’Konor (2017) sientan ese mood de esperanza melancólica tan distintivo que marcará la primera mitad del concierto. En un ping pong entre el ayer y hoy, entra la nueva “Tantas cosas buenas”, heredera de Tears For Fears, y sumerge el estadio en el soundtrack de una película coming of age, de esas que tienen final agridulce y te dejan una lección de vida y sensación de alivio. El clásico “Sábado” y su noise suben la temperatura del Luna y tiran combustible para un descontrol gentil, pero el quinteto engancha «Navidad en Los Santos» y la locura desencajada de la batería de Doctora Muerte termina de abrir un mosh pit en el campo donde vuelan patadas y piñas con espíritu punky mientras se corea «Te persigue la policía en navidad!». El campo poguea, desde la platea gritan a todo pulmón «¡Te amo, gordo, adoptame!”, pero Santi Motorizado no sabe bien qué hacer con tanto amor, habla poco entre tema y tema: sus tímidos “gracias, gracias”, “muchas gracias” son suficientes, él deja que la música hable y haga lo suyo.

Termina la reciente “Medalla de oro” y se inmiscuye en la lista la ochentosa y darky «Voy a disparar al aire» con sus campanitas que invitan a bailar. Coreando hasta las partes no cantadas, la gente estira el final de “El tesoro” mientras los músicos observan, incrédulos. Así, ahora en total oscuridad, emerge la belleza simple de “Excalibur” y hace que se prendan las linternas de miles y miles de celulares, los encendedores de ahora, que danzan y conforman una marea inmersiva, increíblemente onírica y conmovedora. 

Indie platense para todas y todos.
Foto: Prensa

Viaje sonoro

A hora y media del inicio del viaje sonoro la gente está más encendida que nunca. Cerca de las 11 de la noche, ocho mil voces gritan y gritan las únicas dos líneas de “Chica rutera” que podrían seguir repitiendo ad infinitum, pero lamentablemente termina, y el escenario se vacía por primera vez bajo un vitoreo eufórico y plenamente feliz.

Santi vuelve a salir y toma el micrófono, lo acompaña únicamente Agustín Spassoff en teclado y hacen juntos la nueva balada “El Universo”, mientras un fuego en la pantalla ilustra el calor sofocante y el fervor que alcanzó la atmósfera. El encore repasa “Ahora imagino cosas”, “Fuego” y “Chica de oro” ante un estadio alucinado, enternecido y con pilas para seguir por horas. La noche termina con todo el mundo de pie para recibir “Mi próximo movimiento” y despedir a Santi motorizado y compañía con baile, agite, llanto, algarabía y una sensación de hermandad en el público que pocos saben conseguir. El Luna Park se volvió primero templo y después cancha. La alguna vez pequeña banda indie de La Plata se coronó en la gloria, y la próxima noche repetirá la hazaña: Él Mató es un sentimiento, y no puede parar.