Santiago Motorizado vive en Villa Crespo hace dos años. Entre ese vecindario que define un triángulo barrial –Villa Crespo, Boedo (uno de los lugares de ensayo de la banda) y La Plata–, el grupo que se completa con Guillermo Ruiz Díaz (Doctora Muerte) en batería, Manuel Sanchez Viamonte (Pantro Putö) en guitarra, Gustavo Monsalvo (Niño elefante) en guitarra y Agustín Spassoff (Afloyd) en teclados, sigue alimentando el fuego de esos mantras cancioneros en su nuevo disco Súper terror con frases, estribillos, leitmotivs, que empezarán a conformar una marca de época, un grafiti interestelar de esos que quedan flotando en el aire y se multiplican en muchas voces, cada vez más voces. «Una persona que se enamore de una canción tuya es un milagro. Diez, 100, todo se va multiplicando, y es genial. Nunca pensé que íbamos tocar en el Luna Park. Pensé que lo que habíamos elegido tenía nuestros límites», dice Santiago Motorizado, cantante, bajista y compositor de El Mató a un Policía Motorizado, que presentará su nuevo disco Súper terror el 16 y 17 de setiembre en el Luna Park.

–¿Qué sensación te quedó una vez terminado este nuevo disco?

–La sensación es muy buena. Lo hice descansar un tiempo y lo volví a escuchar hace poco y me gustó. Estoy contento. Fue un proceso largo. Fuimos tres veces a grabar a los estudios Sonic Ranch de Estados Unidos en un año muy intenso como en 2022, año post-pandemia. Y la verdad que a pesar de ese plan medio anárquico que fue armar las sesiones en medio de la gira, salió bien. Teníamos ese plan de ir en búsqueda de algo mágico, que sucede cuando uno va sin tanto plan, sin tantas maquetas, sin tanto ensayo previo, y a darle forma a una canción en el estudio mismo. En ese encuentro final con las canciones algo se abre en la cabeza para que aparezcan esas palabras que todavía faltan, ese arreglo, ese clima, y todo lo que termina de darle forma a una canción. Nunca habíamos hecho eso. Fue una apuesta. Podría haber salido mal, como en la vida, o salir bien.

–Escuchando las canciones nuevas hay una belleza oscura con una cierta luz al final del camino. No es una depresión sin épica, como decías en «El tesoro», hay una cierta épica en las nuevas canciones de Él mató.

–Cuando hicimos La síntesis O’Konor y escuché el corte final, me dio un poco de cosa tanta melancolía, sentirme un poco expuesto, sentí una cosa que no me gustó en lo personal, y me dije: «el próximo disco tiene que ser más arriba. Bueno, fallé, no lo logré, pero, siento que este disco tiene un poco más de bronca en alguna parte». Es una bronca positiva de lo nuevo que surge después de la derrota. Mientras escribía me decía, «los discos de ahora, la música que suena, es muy arriba». Hay una especie de fiesta y felicidad todo el tiempo, que me parece muy artificial, porque vivimos en un mundo que es cada vez peor. Entonces en un punto sentí que quizás mi tarea es narrar un poco la parte oscura. Este disco tiene un poco de melancolía. Cosas que se terminan: relaciones, lugares, experiencias, formas de vivir, y traté mientras escribía de marcar esa bronca para pelearle a ese devenir que es malo.

–Ahora que llegás a más personas, ¿sentís otra responsabilidad a la hora de ver lo que vas a decir en una canción?

–La verdad que sí, pero no porque llego a más personas. Trato de responderle a algo más. Es algo que siempre existió en la música. Nosotros siempre estuvimos en un lado periférico. Me acuerdo que cuando armamos la banda decíamos, hagamos esa música que no está en la radio, que hay que ir a buscar a un lugar raro, y que es la que hacen nuestros ídolos que no conoce nadie. Entiendo que El mató llega a más gente, y que no es la misma posición de aquellos comienzos, pero siempre hay algo que impera en la música y me gusta contestarle a eso. Claro, que quién hace una canción no tiene obligación de nada, pero hoy en día, tiene que haber algo más. En este momento puntual de mi vida quiero responder a esas canciones que hablan un poco de lo mismo, canciones que repiten el mismo chiste, esa poética engreída, canchera, que puede ser simpática hasta un punto pero cuando se vuelve a repetir pierde gracia. Me molestan mucho esas canciones que hablan del despilfarro de guita y del éxito, que replican épocas del hip hop americano donde sí estaba en juego otra cosa política, pero acá no encaja con este contexto donde la mitad de los jóvenes son pobres. Hay un poco de eso en el disco, pero metido en la poesía. El que lo capte, lo captará y sino no importa.

Foto: Pedro Pérez

–Otra temática que explorás es el amor.

–Me gusta mucho lo del amor no correspondido, pero lejano. El otro día hablaba con Vicentico de eso. Los Cadillacs tienen una canción «Destino de paria», que habla de un amor no correspondido. Esa canción me parece genial, la escuchaba de chico. A esa canción le robé la frase, «sería un milagro si te enamoras de mí», que usé en el tema «Destrucción». Me gusta eso del amor que no existe, como «El día que me quieras». Mi interpretación de «El día que me quieras» es que ese día nunca va a llegar. Es medio adolescente la temática y es algo que uso en varias canciones. Debo haber sufrido mucho los amores de adolescencia. Pero hay algo ahí de la fantasía, de ese amor contenido en la nada, que para escribir es espectacular. Hay otro tema de La bien querida, una obra maestra que se llama «Te quiero», que es como una nueva versión de «Algo contigo». De ahí, le saqué con su permiso una frase para «Diamante roto», que dice  «no sabés lo feliz que sos en mis sueños». Me pareció espectacular. Ese amor adolescente puro de la fantasía, del ideal, de lo imposible, me parece tan genial, tan inocente, tan extraño, tan de la cabeza, que me gusta escribir sobre eso.

–Hace poco explotaste tu veta romántica con la versión de «No podrás» de Cristian Castro que hiciste para el programa de Mex Urtizberea.

–Me parece una canción fascinante y siempre la defendí. Es un hit pero tiene su oscuridad. Ahora es más fácil defenderla porque se rompieron esas barreras de otra época donde te gustaba una cosa y otra no. Todo lo que se generó me pareció muy divertido. Me dio un poco de pudor la exposición tan grande de cómo se viralizó, pero fue algo lindo.

–¿Tenés tu disco favorito de Él mató?

–Por suerte, me gustan los últimos. Siento que está puesto ahí lo que estoy pensando. Pero sí tengo un recuerdo muy bueno de Navidad de reserva. Hoy lo escucho y no me gusta cómo suena, por ser músico que lo escucho de otro lado, pero siento que encontré ahí algo, las letras me gustan y lo tengo como un posible favorito. Aunque La síntesis y Súper terror me copan.

Foto: Prensa

–¿De dónde salió el nombre Súper terror?

–El nombre de Súper terror nace de dos cosas. Esta mezcla de lo luminoso y lo oscuro. Del sonido de los ’80 y del sonido del futuro. Un poco conceptualmente quería lograr eso con la portada. Son nuestras caras digitalizadas, no como ahora que son iguales a la realidad, sino digitalizadas con una estética del 2000, más onda del video juego. La estética del arte acompaña. Quería que fuera medio perturbador, que te choque visualmente y que sea un poco tributo al disco de Kraftwerk, Electric Cafe, donde están ellos digitalizados con una estética antigua, pero que en aquella época era el futuro.

–¿Qué te genera todo este nuevo uso de la Inteligencia Artificial?

–No me gusta. En un punto agradezco haber vivido mi vida en diferentes mundos, en un mundo analógico y después pasar a lo digital. Ahora esta nueva etapa donde ya no tenemos que ni pensar por nosotros mismos, no tenemos que estudiar, no tenemos que hacer nada, me hace sentir agradecido de haber vivido otras experiencias que se fueron muriendo. Eso es lo que se pone en jugo, la experiencia de recorrer una aventura, un camino, de ir en búsqueda de un tesoro, de ir a explorar algo. No que esté todo servido y vivamos una especie de confort, que cada vez se profundiza y nos aleja de las cosas esenciales. Eso sí me da miedo y en un punto digo, ya está, no podemos detener el capitalismo, antes va a caer un meteorito.

–¿Los shows en vivo quizás son esa vuelta a una experiencia más real?

–Eso me lo preguntaba un amigo el otro día. Hay algo ahí. Ahora hay una explosión de los shows que se llenan. Me parece que esta movida donde se agotan entradas es una respuesta a este mundo virtual. Hay algo que está pasando, que es potente y no tiene reemplazo. No es lo mismo verlo por las historias del otro, que ir a ver un show y vivir toda la experiencia. Espero que siempre sea así como forma de respuesta y siento que es un síntoma positivo de todo esto. «

¿Cuándo?

El Mató a un Policía Motorizado presenta Súper terror el 16 y 17 de septiembre en el Luna Park, Av. Eduardo Madero 470.


«Súper terror»- Él Mató a un Policía Motorizado

  1. «Un segundo plan»
  2. «Medalla de oro»
  3. «Diamante roto»
  4. «Tantas cosas buenas»
  5. «El universo»
  6. «Coronado»
  7. «Voy a dispararle al aire»
  8. «Moderato»
  9. «El número mágico»
  10. «El profeta de fuego»


Nuevo sonido y grandes melodías

Súper terror es el disco número diez, en los 20 años de trayectoria de Él Mató a un Policía Motorizado. En ese viaje largo, que cobró un nuevo impulso musical a partir de La Síntesis O’Konor de 2013, la banda nacida en La Plata dio nuevas señales de entrada hacia otro portal musical. En su nueva producción, grabada durante tres sesiones en los estudios Sonic Ranch de Estados Unidos, se vislumbran nuevas melodías pop, el sonido de sintetizadores de los ’80 y una mitología lírica adherida a otras capas musicales del postpunk, donde el sonido lofi de los orígenes se deja contagiar por el efecto de melodías capaces de transformarse en himnos para estadios.

«Quiero saber a dónde ir, quiero saber a quién seguir», canta Santiago Motorizado en «Un segundo plan», que abre el nuevo disco. El tema no sólo es uno de los mejores tracks del álbum, sino que marca ese nuevo portal, donde los teclados pasan al frente y el pulso digital provoca un extraño y magnético efecto circular y efervescente. Las nuevas diez canciones están embebidas en esa estética retro-futurista del pop, sonido de syntes, baterías que suenan como programadas, melodías inoxidables que recuerdan a The Cure, atmósferas melancólicas, deudoras del postpunk, y sutiles capas de guitarras –riffs, solos–que tiñen cada track de una épica necesaria.

En la poética de los temas se funden los estribillos pop con el tono confesional, combinados con esas frases repetidas como eslóganes que definieron su estilo en los inicios, en canciones como «Medalla de oro», y «Diamante roto». Una visión más compleja del mundo, por momentos más rabiosa aparece en
«Tantas cosas buenas», un himno a las cosas perdidas.  Canciones como «El universo», en piano y voz, traen un nuevo clima más intimista al sonido de El mató. Mientras que «Coronado», la más guitarrera del disco, invoca los orígenes y la mitología del grupo.

El contraste entre la luz y la oscuridad, las batallas perdidas, los amores imposibles, las muertes de las cosas consumidas por el paso del tiempo, estalla en canciones como «Voy a dispararle al aire», «Moderato», o «El número mágico»–un guiño al «Heroes» de Bowie–, que dibujan otro horizonte musical en este álbum que será uno de los favoritos de este 2023.