Mercedes levanta la vista y sonríe. Sus ojos abarcan los cerros y repasan el cielo azul de su Tucumán al bajar del avión que la trae de regreso a su provincia después de haber estado exiliada en Europa. Esa entereza, esa fuerza, ese pecho inflado de amor con la que los cientos de tucumanos que aquel verano de 1983 la vieron bajar del avión, es la que caracterizó la vida de la cantora, Mercedes Sosa.

Casi como un designio, Mercedes nació un 9 de julio, según su mamá, su llanto estuvo acompañado por las bombas de celebración por el día de la independencia que se escuchaban a ocho cuadras de la plaza principal de la capital tucumana. Nacida de una familia humilde, sus primeros años estuvieron marcados por la pobreza pero también por el amor de su familia de donde aprendió a valorar los afectos y reconocer las injusticias.

“La música estuvo siempre en mí, yo escuchaba las canciones por la radio de otros porque nosotros no teníamos radio. Nunca pensé que iba a ser una cantante internacional”, cuenta Mercedes muchos años después en una entrevista.

Precisamente la radio fue la que le dio la oportunidad de abrirse camino en el canto, al principio como una aventura. Tenía 14 años y sus papás se habían ido en tren a Buenos Aires para participar de las celebraciones por el 17 de octubre. Junto a unas compañeras, la Marta Sosa, como en realidad la llamaba su familia y sus amigos en Tucumán, se presentó a un concurso en LV12 una emisora que quedaba a cuadras de su casa. La voz y el carisma de esta joven que, para despistar a sus padres usó el seudónimo de Gladys Osorio, la convirtió inmediatamente en la ganadora y el concurso terminó. A la semana, en la primera presentación, su padre la escuchó en la radio del vecino y reconoció su voz. Tuvieron que convencerlos entre familiares y amigos que permitiera que su hija se dedique a ser artista. Mercedes no abandonó nunca más los escenarios.

¿Qué es cantar?

A veces, Fabián, es un gusto cantar. No abrir la boca sino saber que lo que se está arrojando afuera es hermoso. No siempre pasa, como sabrás”, le escribió la cantora en 1981 a su hijo Fabián. La frase define a la carrera de Mercedes Sosa, quien a principios de los 60 se autodefinió como cantora porque el concepto representaba lo popular.

Su llegada al mundo de la música popular fue clave. Perfiló su carrera dentro del folklore en una época en que el bolero intentaba imponerse como moda. En una peña de Tucumán, conoció al padre de su único hijo, Oscar Matus, con quien se casó y se fue a vivir en Mendoza. Las canciones de Matus enamoraron a Mercedes. Eran épocas de grandes convulsiones políticas y ellos como artistas no podían quedarse atrás. Así fue como en Mendoza, junto a otros músicos, poetas, bailarines, escritores y pintores participó del nacimiento del Nuevo Cancionero. Un movimiento que planteó las bases de una música popular y de un folklore menos paisajista y más social.

Mercedes, para entonces, ya era una artista que había recorrido varios escenarios del país, pero le faltaba uno: el escenario de la plaza Próspero Molina, en Cosquín, donde hacía unos años se realizaba el festival más grande del folklore. “La Comisión no me dejaba subir porque decía que yo era comunista y por entonces era mala palabra”, contó en una ocasión. Sin embargo, lo logró gracias a un gesto de Jorge Cafrune que ella, hasta su último concierto en ese escenario repitió: invitar nuevos valores para cantar en Cosquín.

“Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora y voy a recibir un tirón de orejas de la comisión, pero qué le vamos a hacer. Siempre he sido galopeador contra el viento”, comenzó diciendo Cafrune esa noche del 31 de enero de 1965. “Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo. Aunque se arme bronca, voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa”. Y apareció Mercedes con una caja como única compañía para interpretar “Canción del derrumbe indio”, de Fernando Figueredo Iramain. En la grabación se escucha la ovación del público cuando apenas comenzaba a cantar. Ahí fue contratada por primera vez por la Phillips. Ahí se fundó otra etapa de su carrera artística.

Tal vez por ese inicio, su relación con el Festival de Cosquín fue siempre muy particular. Sin embargo, era una figura adorada por los coscoínos y esperada por el público del festival. La feliz transgresión de Cafrune marcó ese vínculo. A tal punto que en 1997 invitó al escenario a Charly García. Los días previos a esa actuación fueron problemáticos, polémicos y dieron varios minutos de aire en las radios locales. “García sí o García no”, esa era la cuestión. “Hubo demasiados problemas, el recital era mío, yo ahora voy a cantar por primera vez esta canción de Spinetta y García, ‘Rezo por vos’ se llama”, dijo esa noche de enero para invitar a Charly. Fue una de las veces en que Mercedes le torció el brazo a la comisión de Cosquín.

Pero la rebeldía de Mercedes Sosa tenía el compromiso y la conciencia de testimonial. Es eso tal vez la que constituyó como una de las voces más importantes de América Latina y con reconocimiento en todo el mundo. “Estos premios colgados en las paredes de mi casa no son solamente porque canto, son porque pienso”, dice la artista en el documental de su último trabajo discográfico, Cantora, un viaje íntimo. “Pienso en los seres humanos, en la injusticia. Pienso que si yo no hubiera pensado de esta manera, otro hubiera sido mi destino. Hubiera sido una cantora común. Eso me hace pensar que no me equivoqué”.

Fue defensora del legado compositivo de Atahualpa Yupanqui y una de las difusoras más grandes del repertorio de Violeta Parra. En varias ocasiones, artistas como Milton Nascimento, David Byrne, Chico Buarque de Holanda, destacaron haber accedido a la compositora chilena gracias a Sosa.

Ese fue el otro trabajo de Mercedes. La búsqueda permanente de bellas canciones y de jóvenes valores. La defensa de ese repertorio testimonial que fue asumido por la cantora como una militancia fue la que le valió sus años de exilio, cuando la Triple A en 1975 la incluyó entre las listas negras de artistas considerados subversivos.

En esos años, Mercedes había recorrido Europa, era una cantora reconocida y había grabado grandes discos como Mujeres Argentinas, Cantata Sudamericana, Homenaje a Violeta Parra, Traigo un pueblo en mi voz, Mercedes Sosa interpreta a Yupanqui, A que florezca mi pueblo, que habían sido un éxito. Sin embargo, las posibilidades de seguir cantando ese repertorio en su país se fueron acortando.

En 1975, una amenaza de bomba le impidió cantar en Tucumán. Fue la primera de un serie de atentados que sufrió la artista y por las cuales, en febrero de 1979 tuvo que partir exiliada. Ese exilio de Mercedes marcó su vida y dejaron grandes secuelas en lo anímico y en su salud.

Sin embargo, jamás dejó de cantar aquellas canciones ni de decir lo que pensaba cada vez que le acercaban un micrófono. En el año 80, durante un concierto en vivo en Suiza, se la ve a Mercedes explicando con su tonada tucumana cada una de las canciones que cantaba, hablando de sus compositores y contando por qué era necesario cantarlas. Eso para ella también era cantar.

“Sacarme a mí fue una equivocación muy grande porque largaron al mundo a una artista que era famosa allá en Europa a hacer una prensa en contra de ellos, cuando yo tendría que haberme quedado” dijo años después la cantora respecto de su forzada partida del país.

En esa misma época y mientras anhelaba volver a su patria, Mercedes participaba en conciertos solidarios, así pasó por El Salvador y por el histórico concierto por la paz de Managua. Era una manera de sentirse también en su patria.

Más allá del folklore

Durante sus años de exilio, desde Francia o desde París, Mercedes vivía inquieta y pendiente de lo que sucedía musicalmente en la Argentina. Así fue conociendo, a través de su hijo el rock de la Argentina. Al primero al que accedió fue a León Gieco, a quien admiraba su manera de cantar.

Una vez que volvió a la Argentina citó a Charly García para otro histórico concierto en Ferro, en el año 1982 donde interpretaron juntos “Cuando ya me empiece a quedar solo”. Fue el comienzo de un amor que duró hasta el final de sus días.

Unos años después, Mercedes conoció a Fito Páez con quien también mantuvo un intenso vínculo musical luego de haber grabado en “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, del compositor rosarino en un versión de folklore moderno. La relación entre ellos se mantuvo también hasta el final. En 1993, Páez produjo Sino y en la última grabación de Mercedes, Cantora, grabaron junto a Liliana Herrero “Zamba del cielo”. En el año 2000 cuando Mercedes recibió el premio Gardel de Oro, reivindicó a Fito. Ese año, Fito había estado nominado a cinco categorías pero no obtuvo ninguna estatuilla. Lejos de agradecer el premio, Mercedes disparó contra los organizadores. “Por qué castigan a Fito? Creo que nosotros debemos cuidar a nuestros artistas”, dijo y se fue.

Audaz, extendió los límites de lo que significaba ser artista de folklore. En su vuelta del exilio trabajó para tener la mejor tecnología en sonido y en luces. Ese fue otro aporte a la música popular de este país.

Tras las fronteras

En la Aduana del aeropuerto de Lisboa un agente de seguridad abre una valija, ve un libro de Mercedes Sosa y dice “La conozco, la escuchaba con mi madre. ¿Ella ya murió?” Así sorprende Mercedes quien cantó dos veces en Portugal, sin embargo tiene allí un pueblo que la adora.

Tanto que este año, la feria Exib Musica organizaron los primeros premios que llevaron su nombre y el de Zeca Afonso, en referente cultural de la lucha contra la dictadura de salazariana.

Lila Downs decía que Mercedes Sosa con su canto le había salvado la vida, René Perez insistía en que su manera de pensar se configuró con el repertorio de la tucumana y Jorge Drexler le escribió una canción para ella, “Al otro lado del río”, con la que luego ganó un Oscar.

Esa manera de comprender la música de Mercedes, que se traducía en la manera de cantar, se plasmaron en su último disco de estudio: Cantora 1 y 2, un álbum de duetos con los diversos compañeros.

“Si volviera a nacer sería Mercedes Sosa otra vez con todo el compromiso que significa ser Mercedes Sosa. Puedo ser una cantora nada más, digo cantora porque no me gusta decir ni cantante ni cancionista, una cantora del pueblo”, se definió a principios de su carrera.

El disco reúne dos versiones históricas: “Barro tal vez”, junto a Luis Alberto Spinetta y “Zona de promesas”, junto a Gustavo Cerati. Ambos temas abren el disco uno y el disco dos de esa grabación que jamás pudo ser presentada en vivo.

También están en Cantora, sus compañeros de ruta: Teresa Parodi, Victor Heredia y León Gieco con quienes compartía escenario y charlas cotidianas desde hacía años. Eran su familia.

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El legado

Después de un mes de convalecencia Mercedes Sosa murió la madrugada del domingo 4 de octubre. Mercedes era mi tía Marta. Esas inolvidables horas tuvieron el plus de la decisión: donde despedirla. Con timidez y la sensación de que el lugar era enorme, aceptamos la invitación para hacerlo en el Congreso, pensábamos que el lugar era demasiado grande. Solamente sus hermanos, mi papá y mi tío estaban convencidos. No se equivocaron. Dos horas después de anunciarlo, en el Congreso y sus alrededores ya había una multitud, que permaneció hasta el día siguiente.

Hablar de Mercedes Sosa, hablar de mi tía, es hablar de una porción de Patria, de una parte de la historia y del continente americano. Es hablar de quien le cantó a las mujeres, de la que se fue del país a denunciar lo que pasaba en la dictadura, la que trajo nuevos aires de democracia. La que demostró que la música, que el arte, que el canto popular es el futuro de los pueblos. «

Los shows que convocaron a la democracia

El nerviosismo se sentía a pleno en el Ópera y un dispositivo de seguridad enorme rodeaba al teatro. Era la primera fecha de 13 conciertos con los que Mercedes Sosa sellaría su regreso definitivo a la Argentina. Y, sin saberlo, con ellos también estaba convocando el regreso de la democracia.

“Cuando la Negra es obligada al exilio uno de los últimos recitales se pautó en el teatro Premier, con Rodolfo Mederos, y yo era el productor. Hubo una amenaza de bomba, tuvimos que desalojar la sala y no se pudo hacer. Ahí fue cuando ella me dijo ‘yo voy a volver y el primer recital lo vas a hacer vos’”, relató Daniel Grinbak, el encargado de esa potente vuelta de Mercedes, que marcó el fin de la dictadura, por lo menos en el ánimo de los argentinos.

“Habíamos puesto un rosa en cada butaca y cuando la Negra entra fue una lluvia de rosas sobre el escenario. Cuando ella arrancó el recital con esa voz, sentimos que venían nuevos aires en el país”, relató Grinbank. El histórico regreso de la tucumana quedó registrado en el emblemático álbum doble Mercedes Sosa en Argentina (1982).  




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