A la distancia y para quienes tienen una mirada un poco vaga, el tango es una música terminada. Nacida del espíritu santo –o non santo–, sin influencias, diálogos o cruces. Condenado a mantener esa identidad prístina para siempre. Afortunadamente el tango fue y es bastante distinto. Así lo entiende Astillero, uno de los proyectos clave de la escena del género, que con Quilombo propone once composiciones propias que articulan música de Buenos Aires y murga. El sexteto volverá a presentar su flamante cuarto disco este miércoles en Pista Urbana.

Astillero está formado por Julián Peralta (piano), Mariano González Calo (bandoneón), Alicia Alonso Baeza (violín), Jacqueline Oroc (violonchelo), Diego Maniowicz (bandoneón) y Federico Maiocchi (contrabajo). Peralta y González Calo son los compositores, arregladores y líderes del grupo. Ellos impulsaron el diálogo de géneros que marcó el desarrollo de Quilombo. 

«La murga siempre fue objeto de una suerte de desdén. Es una música que todos conocemos, pero que muchas veces miramos de costado. Incluso sigue siendo ignorada desde las instituciones educativas de música popular. En algún momento también nos dejamos llevar por algunos prejuicios, pero con el tiempo comprendimos su peso cultural y ese valor agregado que le da su origen marginal» destaca Peralta. «Supimos repensar la riqueza de la murga –agrega González Calo–. Nos ayudó el trabajo muy valioso de colegas como Juan Carlos Cáceres, el Pitu Frontera, Ariel Prat y la gente de Bombo Al Plato, entre otros. El ritmo ya se nos había colado en ‘Catinga’, un tema de nuestro segundo álbum. Pero esta vez profundizamos mucho más y llevamos la idea a un concepto capaz de sostener todo un disco».

Primero fue la idea, después el debate interno, pero siempre lo determinante son los cómo. «Pensás en murga y te viene a la mente un bombo con plato y gente que canta. Pero acá no hay nada de eso», puntualiza González Calo. Peralta desarrolla: «Evaluamos todas las posibilidades. Poner percusión de murga, gente que cante y recitados. Finalmente nos pareció más genuino recrear los ritmos y ciertas sonoridades con los instrumentos que usamos siempre. Que al platillo lo reemplace la chicharra del violín, que el bandoneón asuma más que nunca una responsabilidad percusiva, que las notas que tocamos sostengan otras formas rítmicas. Creo que esas decisiones fueron las correctas porque nos permitieron crear un puente entre el tango y la murga o, más precisamente, entre Astillero y la murga».

Los temas de Quilombo imponen un recorrido por calles y barrios que subrayan una identidad no sólo geográfica, sino social y cultural. Los títulos «Pompeya», «Lugano», «Docke» y «Budge», entre otros, no son casuales. Se trata de un retrato de barrios y zonas situados a ambas márgenes del Riachuelo. «No se nos ocurre componer pensando en Palermo. Tampoco sacar un disco que se llame ‘Homenaje al capitalismo'» (risas), sentencia Peralta. «De alguna forma, podríamos decir que es un disco de música litoraleña», agrega también risueño González Calo.

Para el pianista y el bandoneonista, hacer tango no es un entretenimiento. «No podríamos hacer otra cosa. Lo estético siempre tiene que ver con lo ideológico. Aunque la gente o el músico no lo advierta», sostiene Peralta. González Calo concluye: «Es parecido a las personas que dicen que no les importa la política. Desentenderse también es hacer política. Sabemos que con la música no le sacamos el hambre a nadie. Pero entendemos nuestra música con un sentido social». «

Astillero sigue presentando Quilombo. Este miércoles a las 21 en Pista Urbana (Chacabuco 874).