Basada en hechos reales y en el libro homónimo de Miriam Lewin y Horacio Lutsky, la serie Iosi, el espía arrepentido consta de ocho capítulos cuyo punto de partida es la confesión de un agente de inteligencia de la Policía Federal Argentina infiltrado en la colectividad judía. Dirigida por Daniel Burman y Sebastián Borensztein –quienes también son responsables del guión junto con un numeroso equipo–, se estrenó este viernes, a casi 30 años del primer atentado terrorista a la embajada de Israel en la Argentina. No casualmente, esa masacre funciona como punto de inflexión de una narración que va y vuelve en el tiempo pero que bucea en la genealogía del sentimiento antisemita presente en la sociedad argentina, que se acentúa en determinados momentos históricos, como la dictadura militar. 

Natalia Oreiro comienza relatando las implicancias personales de esos hechos dolorosos: “En mi caso particular, conocía por supuesto esta tragedia, estos dos atentados a la comunidad judía: el de la embajada de Israel y el de la Amia. Me mudé a Buenos Aires el mismo día que se sucede el atentado a la Amia. Estaba muy cerca de la Amia, con lo cual sentí la explosión de manera muy próxima. Es algo que me impacto muchísimo y atravesó toda mi adolescencia, porque entonces tenía 16 años. Si bien es algo que interpelaba a toda la sociedad, personalmente quedé muy impactada. Siempre que se hablaba o se habla del tema es algo que me importa, es algo que necesita ser cerrado. Necesitamos que la investigación avance y encontrar a los culpables. Lamentablemente, a 30 años del primer atentado, aún esa herida sigue abierta”.

–¿Cómo describirían a sus personajes? 

Natalia Oreiro: –Claudia es una mujer que trabaja para los Servicios de Inteligencia de la Nación, tiene una misión concreta. Ella cree fervientemente en defender a la patria, pero es antisemita. Es absolutamente fría y calculadora, y manipuladora. Es quien manipula a Iosi y quien lo hace infiltrarse dentro de la comunidad. Es un personaje muy jugado. Es muy interesante para componer porque se aleja claramente de mi propia visión social, he tenido escenas donde me he sentido muy turbada emocionalmente. Porque el tema me atraviesa como persona y como mujer. Obviamente, eso duraba hasta que el director me decía: “Concentrate y actuá” (risas). Es un personaje atípico a los roles que yo venía interpretando. Si bien en el cine había tenido la posibilidad de interpretar a mujeres más o menos cuestionables, con moral ambigua, claramente Claudia va mucho más allá.

Gustavo Bassani: –Mi personaje es José Pérez, un antisemita que se infiltra en una comunidad para desarticularla y desarmarla. Pero al mismo tiempo él encuentra en esa comunidad quién quiere ser, esa persona a la que aspira y siempre aspiró: un buen ciudadano, un buen amigo, un buen amante, un buen novio, un buen hijo. Entonces vemos esa transformación de José a Iosef, de fanático antisemita a ferviente judío. 

–¿Cómo compusieron personajes tan complejos, en el caso de Natalia, una mujer de una maldad sin ambages y en tu caso, Gustavo, un carácter con tantos matices? 

GB: –El libro da mucha data, mi personaje es complicado, pero es el que más información tiene. Los demás personajes están armados a partir del mío, que es quien lleva el relato. Iosi se va metiendo en la vida de todos, pero es el que tiene más data real. El personaje lo compuse un poco a través de los guiones, con el libro y con un trabajo de equipo con directores y mis compañeras y compañeros de trabajo. Después fue investigar la historia del pueblo judío, aprender hebreo, las comidas, las costumbres. Ir a algunos shabat, donde por otra parte se come muy rico. Como estamos contando un thriller de espionaje, tenemos también que hacerle un homenaje al género. Por eso me la pasé mirando series y películas de espías. Pero para mí fue muy importante buscarle la humanidad a mi personaje, buscar que la gente se conecte con esa búsqueda de sí mismo y esa transformación de la que te hablaba. 

NO: –Traté de no caer en los estereotipos que nos llegan en las series de espías internacionales. Traté de que fuera una mujer que trabaja en un mundo de hombres, lo que la convierte quizás en una mujer muy masculina, pero que hace uso de su feminidad como forma de manipulación.  Traté de dotar a mi personaje de la convicción necesaria para creer que la lealtad a la nación podía atravesar cualquier objetivo. Ella está convencida de que eso es lo mejor que puede sucederle y no mide ningún tipo de consecuencias porque cree que tiene la verdad. Luego la realidad la va a interpelar… pero no puedo contar tanto de eso (risas). Es un personaje que sin la contrapartida de Iossi no lo hubiera podido construir. Porque en sí misma no tiene una construcción. Se ha negado una vida, una sensibilidad y una familia en función de esa causa nefasta que cree justa. 

–¿Cómo fue la experiencia de sumergirse en el mal, en documentos antisemitas tan delirantes y nocivos como el Plan Andinia? 

NO: –En lo personal no tenía idea de esta confabulación inventada del Plan Andinia. Me empecé a interiorizar a partir de que mi personaje lo propone. Claudia está convencida de que es real, a diferencia de mis superiores, que simplemente usan la ficción para sus propósitos. Para ellos es la ficción dentro de la ficción. A su vez, es Claudia quien convence a Iosi de que los judíos iban a ocupar la Patagonia. Es una locura hoy, hace 30, hace 60 años cuando surgió. Pero para mucha gente era algo real, creía que podía suceder. Es la manifestación del odio en su máxima expresión. 

GB: –Son mitos basados en falacias, en mentiras grandilocuentes. El mito antisemita que culmina en el Plan Andinia tiene sus orígenes en otro documento falsificado: el de los Protocolos de los Sabios de Sion. Cada país debe tener su propio mito antisemita ambientado en su localidad. Son cosas que funcionan por ignorancia. Cualquiera que sabe un mínimo de historia del pueblo hebreo sabe que es imposible que eso suceda. La ley bíblica se remite a la Tierra de Israel. Creo que la gran pregunta que hay que hacerse es ¿por qué la gente decide creerlo? 

–¿Cuáles les parecen los puntos más atractivos de la serie? 

NO: –Es muy interesante el punto de vista que aborda la serie. Si bien es un tema del que se habla mucho, no se ha contado desde la génesis. Hemos escuchado hablar de estos atentados como sucedieron, pero nunca se contó en formato thriller-policial. No se suele hablar de cómo se gestó todo eso y cuál es el trasfondo porque estamos hablando también de la venta ilegal de armas. Desde ese lugar, me parece una serie muy arriesgada además de que tiene una calidad cinematográfica espectacular porque son ocho capítulos que son semejantes a ocho películas. Pero principalmente me parece que es atrapante porque es una historia real desde un punto de vista testimonial e interior. 

GB: –Estamos contando una ficción basada en hechos reales. Los atentados tienen la especificidad de ser contra la comunidad judía, contra un pueblo, pero también hay que ver la manera de contemplarlos como verdaderos crímenes contra la humanidad. Todos tendríamos que salir con indignación a pedir justicia. Me parece muy importante que se va a estrenar en 240 países, lo cual les va a dar una visibilidad internacional a estos crímenes. Ojalá posibiliten también un debate político y social que aún nos debemos. Más allá de que es un thriller espectacular, funciona como un documental que puede generar preguntas y respuestas y un debate a nivel mundial. Espero que ocurra. «

Iosi, el espía arrepentido

Dirección: Daniel Burman y Sebastián Borensztein. Elenco: Natalia Oreiro, Gustavo Bassani, Mercedes Morán, Alejandro Awada, Carla Quevedo. Disponible en Amazon Prime Video.

La literatura antisemita en la Argentina

Uno de los puntos de referencia de los personajes de Iosi, el espía arrepentido es el Plan Andinia, el mito antisemita popularizado hacia mediados de los ’70 que teoriza acerca de un complot judío para ocupar la Patagonia con los mismos métodos empleados para establecer el Estado de Israel. Pero la literatura antisemita en la Argentina tiene larga data y se remonta al menos al siglo XIX. Ya la novela La bolsa (1891) de Julián Martel –seudónimo de José María Miró– hipotetizaba que la crisis económica argentina de 1890 era producto de un complot judío destinado a conquistar el país mediante la especulación financiera y la acumulación de oro. En la ficción de Martel, los judíos eran descriptos “como seres pálidos, linfáticos, enfermos, afeminados” y “con la anemia en el semblante”, y caracterizados como “culebras” y “vampiros de la sociedad moderna”, a la vez que dueños de la banca y la prensa. El eje del mal capaz de contaminar a la élite gobernante era el Barón de Mackser, al cual se adjudicaban también los crímenes de traficante de personas, rufián y homosexual. Siguiendo los preceptos del antisemitismo europeo, homosexuales y judíos eran homologados como cobardes y conformadores de sociedades secretas: “una nación dentro de la nación”. Como todos los mitos antisemitas, el recurso de la novela era el plagio y el refrito literario. El punto de partida de La bolsa era La Francia judía (1888), de Eduard Drumont, libelo antisemita del país galo antes del affaire Dreyfus. De igual modo, la tetralogía de Hugo Wast –seudónimo de Gustavo Martínez Zuviría– compuesta por las novelas Oro, El gran Kahal (1935), 666 y Juana Tabor (1942) se basaba en los Protocolos de los Sabios de Sión y postulaban que los judíos eran los culpables de la crisis de 1929. El delirio se extendía hasta los ’70, donde la Argentina era gobernada por una mujer de procedencia judía e ideología “anarcomarxista” que logra abolir los símbolos nacionales hasta que las Fuerzas Armadas dan el golpe que la sociedad precisa, reestablecen el orden y proceden a la solución final de la matanza de los judíos. Una ficción con métodos demasiados parecidos al presente histórico en el que Wast escribía.