En el devenir de María y Paula Marull como creadoras, las especulaciones no parecen tener importancia alguna. Sin embargo, la manera que las hermanas gemelas, actrices, dramaturgas y directoras teatrales encontraron para darle forma a sus búsquedas y obsesiones se distingue por su singularidad, aún cuando se piensa en otras trayectorias artísticas marcadas por los lazos fraternales.

Después de muchas experiencias escénicas a dúo acaban de estrenar Lo que el río hace, su nuevo proyecto conjunto y todo un reto: es la primera obra en la que ambas están presentes en cada una de las instancias principales del trabajo. «Escribimos, dirigimos y actuamos las dos. Era un deseo, y es hasta hoy un desafío», comenta María.

La puesta había quedado trunca por la pandemia, si bien el año pasado se ofreció un documental sobre el trabajo en el ciclo Modos Híbridos. Poco antes de las restricciones, María y Paula recibieron exultantes la propuesta de crear una pieza para montar en el Teatro San Martín, al punto de que en un lapso de dos días enviaron 19 bocetos. «Nos empezamos a preguntar qué queríamos contar y a observar qué historia surgía, porque siempre es más un descubrir que un inventar», sigue María. «Apareció entonces la hipótesis de hacer las dos un mismo personaje arriba del escenario, de aprovechar la duplicidad para plantear un desdoblamiento y ver de qué manera lo hacíamos: una búsqueda que todavía no cerramos del todo».

En la exploración se encontraron con el relato que las estaba esperando: Lo que el río hace es una obra fiel a nuestro estilo, una historia sencilla, donde apostamos a lo que a nosotras más nos gusta desentrañar. Después nos dimos cuenta de que, en realidad, para eso la escribimos, para bucear acerca de los vínculos, las historias de esas vidas –por decirlo de alguna manera– más pequeñas, la vida que todos tenemos», explica Paula.

Las hermanas imaginaron a Amelia, una escritora que viaja, después de muchos años, al pueblo de su infancia. Es un nuevo homenaje de las Marull a Esquina, Corrientes, el lugar donde, de chicas, pasaban los veranos junto a su papá. “Ella vuelve a reencontrarse con la naturaleza, pero no sólo con la del lugar, sino la propia”. Ese río que opera sobre el personaje, que llega justo para la fiesta del pacú, puede leerse también como el río de Heráclito. “Una de las preguntas que más venían en el momento que arrancamos a escribir, era qué es el tiempo. Que no sólo es una reflexión de la obra, sino algo que nos planteábamos personalmente: ¿Dónde está el tiempo, adónde se va? Una cuestión que desde lo más cotidiano puede terminar siendo lo más trágico”, apunta María.

Foto: Carlos Furman

«Cuando empezamos con la obra, antes de la pandemia, ya teníamos esa sensación de que algo no está bien, algo no está en su eje, y en qué podíamos hacer para cambiarlo. La verdad es que no sabíamos, ni tampoco sabemos ahora», se sincera Paula. Amelia, la protagonista, lo padece a su modo: «Es escritora, debe trabajos que no puede entregar, sortea obstáculos cotidianos con su hija, está atravesando una crisis con el tiempo y con su vida. Ha dejado atrás ciertas cosas de ella y al volver a este pueblo que tenía casi totalmente olvidado, es como si empezara a desconectar de la voz de la ciudad. Cuando eso ocurre aparece otra voz, que es la del pasado, el doble, una voz que se mezcla con recuerdos y que es también una voz narrativa, la que no está pudiendo encontrar en su escritura, porque se ha reformateado hasta para escribir lo que la editorial le pide. Ahí también está perdida: ella no puede escribir, no solamente por falta de tiempo, sino de identidad, porque ya ni sabe quién es».

Al regocijo de encontrar la historia le siguió la ardua tarea de realizarla. «En el juego escénico de la duplicidad estamos nosotras haciendo el mismo personaje. Entramos y salimos, es todo un malabar y esa es la riqueza. Aunque estamos necesitando ser cuatrillizas», ironiza Paula. Y aclara que, aunque se las apañan muy bien produciendo en la escena independiente, contar con los recursos que pone a disposición el Complejo Teatral de Buenos Aires les permitió, entre otras cosas, que Antonio Tarrago Rós pudiera componer la música original, tal como imaginaron.

En su larga trayectoria, las hermanas Marull han trabajado en televisión, cine, teatro y desarrollado su dramaturgia tanto juntas como por separado. De todos esos proyectos, en cuanto a los compartidos y entre otros, fueron autoras y directoras de Espacios gemelos, La mujer de vidrio y El sueño de Rosita; Paula dirigió a María en varias puestas, como Yo no duermo la siesta y Vuelve, obras que también escribió. Por su parte, de las creaciones que llevan el sello de María vale destacar especialmente La pilarcita, ya un clásico de la cartelera porteña que va por su octava temporada, así como Hidalgo, donde fue ella quien ofició de directora de Paula.

Ante la pregunta de qué las anima a seguir haciendo a dúo, María contesta: «Desde que empezamos a escribir juntas notamos que tenemos un universo creativo muy parecido. Eso no es algo común, la escritura es algo muy personal». Las hermanas siguen todo un método de producción a través de documentos a los que cada una, con ciertas reglas pero absoluta libertad, van nutriendo: «Llega un momento en que cuando leo, realmente no sé quién escribió qué. Hay mucha confianza y algo ganado, porque cuando escribís no tenés ese estímulo de que enseguida te lean, pero en cambio yo sé que Paula va a mirar lo que hice, que nos vamos a reír, y que los problemas que le encontremos al material los vamos a desentrañar entre las dos. Lo mismo en cuanto a la dirección. Hay una gran afinidad». «


Lo que el río hace

Una obra escrita y dirigida por las hermanas María y Paula Marull. Actúan: María Marull, Paula Marull, William Prociuk, Mónica Raiola, Mariano Saborido y Débora Zanolli. Funciones de miércoles a domingo a las 20, en el Teatro General San Martín, Av. Corrientes 1530.