Norma, el nombre de la protagonista de la película homónima de Santiago Giralt, es un anagrama de Morán. Así que no resulta del todo casual ni caprichoso que Mercedes se ponga en la piel de un personaje que bien podría ser otra versión de ella misma. Es cierto, y ella es la primera en admitirlo, que la actriz que conocemos no tiene mucho que ver con el personaje y que, para interpretarla, se basó más que nada en mujeres de San Luis –donde pasó buena parte de su infancia– con las que ha tratado. Pero la coincidencia hace juego con otra idea, una que es central en la historia que cuenta la película que marca el debut como guionista de la actriz de La ciénaga.

Quizás no sea la más sutil de las metáforas pero en el estilo de comedia que propone la película es claro que Norma es una persona que no suele romper con ninguna… norma, que se ha acostumbrado a vivir en su pequeño pueblo de provincia cumpliendo todos los mandatos que debe cumplir una señora de su edad y su clase: está casada con un empresario (Alejandro Awada), al que ve poco y quiere aún menos (de sexo, ni hablar), se ocupa de cuidar a su anciana madre (Elvira Onetto) y de «las cosas de la casa». Su hija (interpretada por Mey Scápola, hija de Morán en la vida real) es una doctora con la que se lleva bien pero que hace la suya y todo parece indicar que ha asumido su vida gris en un pueblo chico como su único destino posible.

Pero un día sucede algo en apariencia menor que la desacomoda por completo y la lleva a replantearse cómo seguir: su mucama (Claudia Cantero) decide no trabajar más con ella, abandonar la casa de la que fue parte durante muchos años. Norma disimula su molestia pero ese cambio la incomoda, la fuerza a revisar cosas de su día a día, que ahora empieza a volverse un tanto más trabajoso. Y ahí quiebra. O empieza a hacerlo. Se propone ver a una terapeuta (Lorena Vega), hace planes propios con amigas, trata de disfrutar más de su vida y hasta se pone a investigar en Internet acerca de los usos, beneficios y contraindicaciones de fumar marihuana.

La película del realizador de la saga Upa! deriva de una novela que Giralt empezó a escribir hace muchos años y que siempre quiso hacer con la actriz de Luna de Avellaneda y Familia sumergida como protagonista. La novela se demoró pero la idea del personaje quedó ahí y la actriz fue colaborando en la escritura del guion desde entonces. «Surgió de una manera muy casual –recuerda–. Santiago me había mandado una novela que había escrito, que no se publicó todavía, y había un personaje ahí que me llamó mucho la atención. Hablamos de eso, le hice una devolución y me dijo ‘bueno, hagámoslo’. Compartimos con Santi el conocimiento de las mujeres del interior: él, de Venado Tuerto y yo, de mi San Luis natal. Nos pareció entretenido, así que empezamos muy de a poco, sin ningún objetivo, para divertirnos. Esto hace ya diez años, un montón. Y después se empezó a mover la película. Íbamos de un lado para el otro, buscando producción, y cada tanto aparecía alguien, volvíamos al texto y nos llamaba la atención que se mantuviera vivo. Así fue mi participación en el guión: con ideas, un poco de escritura, correcciones, revisiones, coqueteando con eso».

–¿Es algo que pensás seguir haciendo?

–No, igual que cuando dirigí teatro y me preguntaban si iba a seguir haciéndolo. Y no, la verdad que no, fueron instancias, pintó eso y se hizo, pero no me imagino como guionista. Cuando pienso en el futuro me imagino como actriz. Pero lo que sí fue interesante es que tuve un abordaje hacia el personaje diferente por haberlo escrito. Cuando lo tuve que abordar desde la actriz empecé a cuestionarle cosas a la escritura.

–A vos misma…

–Claro, no sé si Norma haría esto, si miraría eso o si reaccionaría de esta manera. Lo cual fue muy interesante, me echó mucha luz y me dejó muy tranquila respecto a cuando empiezo a hacerle preguntas a los autores. Pero en este caso mi participación excedió mi rol de actriz también en términos de producción: convocar al equipo, al fotógrafo, al cámara, a la gente de arte. Me di gustos enormes en este sentido y estuvo bueno porque fue gente que además se comprometió muchísimo en trabajar en una película de bajo presupuesto.

Awada, Morán, Scápola y Mirella Pascual.

–¿Y dirigir tampoco? Dolores Fonzi, por ejemplo, hizo una película y ahora dice que quiere seguir por ahí…

–Hace mucho tiempo que me proponen dirigir y yo no me siento capaz. En esta película tuve una aproximación más profunda acerca de cómo se cuenta, desde dónde y por qué. Y además, me ocupé de proteger la historia y lo que quería contar. Entendí muchas cosas que tienen que ver con el campo de la dirección, algo que había venido aprendiendo con tantas películas que hice, pero por ahora sigue sumándome como actriz. No soy tanto de prestar atención a las cosas técnicas, pero hay algo del contar, de cómo se cuenta, que me atrae mucho. Así que qué sé yo, puede ser, pero por ahora no.

–¿Qué es lo que te tentó del personaje de Norma? ¿Había algo de ella con lo que te sentías identificada?

–Bueno, identificarme no. Es una ficción, es una mirada que yo tengo sobre las mujeres del interior. A mí me interesan mucho los universos y las cabezas de esas mujeres. Desde las películas que hice con Lucrecia (Martel), con quien hemos compartido infancias y hemos sido interferidas por esas mujeres en nuestros primeros años, que me fascinan. Disfruto mucho cuando las interpreto. Es un viaje personal el que hago cuando interpreto a este tipo de mujeres, que son distintas a las de Campanella, a las porteñas. Tenía ganas de contar una historia de una mujer de esa edad que ha cumplido con todos los mandatos y no está feliz. No entiende muy bien por qué y entonces se le desata esta pequeña crisis. La idea que más me entusiasmaba era esta posibilidad de ir derribando prejuicios, que es la mejor manera de crecer. Me parecía muy cómico ver las pequeñas transgresiones que puede hacer un personaje con esta estructura tan rígida, con la paranoia que sufre por el hecho de vivir en una ciudad pequeña en la que la mirada de los otros siempre está ahí como un policía. Además, me encantaba poder convocar a este grupo de actrices que admiro y me divertía la idea de trabajar con ellas.

Norma comienza a liberarse de ciertas inhibiciones.

–¿En qué sentís que se diferencian de las mujeres de la Capital?

–Creo que hay una clase en el interior, acomodada, que tiene un conservadurismo que se pone de manifiesto de una manera distinta, se expone más que acá. Es algo que llega más a la clase media y es un conservadurismo lleno de prejuicios, quizás un poco más que en la ciudad. Romper eso te puede transformar en una paria, ya que cuando te corrés un poco de la norma es más evidente.

–¿Cómo fue trabajar con tu hija haciendo de tu hija? ¿Fue una propuesta tuya?

–En este caso, sí. Ya lo habíamos hecho antes pero no como propuesta nuestra ni buscada. Vino de afuera. Esta vez sí. Ya cuando escribíamos con Santiago y pensábamos en los personajes y en quiénes los podrían hacer, así como pensamos en los otros, pensamos en Mey también. Para mí es divertido trabajar con ella porque me gusta como actriz, nos corremos de la dinámica familiar. No llevamos cosas personales a los personajes.

–Pensando en el personaje de Norma en el marco de la situación actual, ¿sentís que ese conservadurismo que hay en ciertos sectores del interior se está volviendo cada vez más difícil de cambiar?

–No sé si en el interior, creo que en términos generales, cuando aparecen movimientos que vienen a romper ciertas tradiciones, el conservadurismo se pone más rígido, lo siente como una amenaza, como un peligro. Creo que con el feminismo pasa eso. Se ven vulnerados muchos intereses de muchos tipos. No sólo lo obvio, sino también desde lo económico, desde lo ético y lo moral, como la construcción de una familia tradicional, que es algo que se tiene que revisar y en lo que el feminismo pone la lupa. Creo que la reacción conservadora está más fuerte que nunca en gran parte del mundo y va por todo. De hecho hay hasta retrocesos. No sólo la resistencia al avance sino a pertrecharse hacia atrás. Estamos en un momento del mundo muy especial.

–La película habla de feminismo, de consumo de drogas y terapias alternativas, que en esos sectores suele estar mal visto…

–Me interesó mucho el hecho de que el personaje hace una pequeña deconstrucción. En estos tiempos la deconstrucción parece que es un patrimonio o un deber solamente masculino. Yo quería contar eso, que todos nos tenemos que deconstruir, porque  hay una edad en la que la cultura te dice «bueno, ya está, no sos más esa promesa que fuiste». Entonces, me parece que no tiene por qué jubilarse la búsqueda del deseo o de la felicidad.

–Hace poco hiciste la serie El reino, que pone en juego de manera casi profética muchas de las cosas que están pasando hoy. ¿Tenés la sensación de que era algo que se veía venir, que estaba en el aire? ¿O te sorprende y te asusta este corrimiento a la derecha que atraviesa el país?

–Me asusta, claro que me asusta, por todas estas cosas que te decía antes. Porque siento que vamos para atrás. Y, como siempre, el cine es muy profético en ese sentido. Fijate en El cuento de la criada.  Hay cosas que asustan bastante de todo lo que está pasando en el mundo. Claramente no somos contemporáneos a un renacimiento, más bien todo lo contrario.

–Este año no estuviste en el Festival de San Sebastián pero seguro viste la movida que se hizo acá en defensa del cine argentino. ¿Te preocupa la posibilidad de que desaparezca? ¿Sentís que es algo que puede suceder?

–Sí, claro, por supuesto que sí. Está complicado. Todos sabemos cómo se hace el cine acá y qué necesidades tiene. Todas estas proclamas te asustan. En países pequeños como el nuestro para hacer cine necesitamos un poco de subvención. Y necesitamos además generar conciencia de que una manifestación cultural es una inversión, no un gasto. «


Norma

Dirección: Santiago Giralt. Guion: Mercedes Morán y Santiago Giralt. Con Alejandro Awada, Lorena Vega, Mercedes Scápola y Marco Antonio Caponi. Estreno: 19 de octubre. En cines.

Mercedes Morán.
Foto: Diego Díaz



Estrenos por venir y el regreso al teatro

Intensidad, descanso y volver a arrancar. Así parece ser la actualidad de Mercedes Morán. Tras el estreno de Norma el jueves 19, a la actriz se la verá unos pocos días después como una de las protagonistas de la segunda temporada de la serie Iosi, el espía arrepentido, que Prime Video estrena el 27 de octubre y que tendrá como eje el atentado a la AMIA. Apenas unos días después, Mercedes estará en el Festival de Mar del Plata presentando allí Elena sabe, la adaptación de la novela de Claudia Piñeiro que dirigió Anahí Berneri y que protagoniza junto a Érica Rivas. La película se estrenará en salas a mediados de noviembre y llegará a Netflix antes de fin de año. «Es una película que está en las antípodas de esta –explica–, es un drama muy fuerte y también un desafío enorme poder hacer ese personaje tan complejo. Pero fue una experiencia súper linda y además me permitió hacer una composición muy difícil, físicamente de una exposición muy grande».

Después de toda esa movida, dice que es momento de tomarse un descanso. «Voy a presentar las películas y las series que me quedan por delante y voy a parar –adelanta–. No voy a hacer cine todo el año que viene». Esto, aclara, no implica un año sabático ni nada parecido. «Voy a hacer teatro. Hace cinco años que no hago y tengo muchas ganas, estoy entusiasmada con volver y tengo ganas de trabajar con materiales nuevos, frescos». Todavía no quiere adelantar qué será («estamos ahí, armando una cosita», dirá), pero sabe que se dedicará exclusivamente a eso todo 2024. «Quiero transitar un poco la comedia, hacer algo menos intenso –explica–. Creo que estamos todos necesitados de un poco de alegría».