La realidad es infinita, inabarcable. Por eso la capacidad de observación de todo director y guionista resulta fundamental para encontrar una historia y un discurso potente. La habilidad para hacer recortes valiosos o intervenir lo que a la vista de la mayoría puede resultar apenas algo cotidiano son algunos caminos posibles para encontrar un estilo. Álex de la Iglesia se convirtió en uno de los directores españoles más respetados y populares de las últimas décadas por su humor mordaz y por su gran capacidad para desentrañar y exhibir muchas de las miserias humanas. El bar, su nueva película, se estrenará este jueves en la Argentina y desarrolla muchas de sus obsesiones: reflexión social, filosofía, elementos del comic y la ambigua relación del ser humano con la realidad.

Parte de la inspiración de De la Iglesia surge de hacer entrar en tensión el mundo ordinario con otro tipo de experiencias. «La realidad para mí son los comics, la literatura infantil, las novelas gráficas, la filosofía idealista, sobre todo la alemana. Me interesa mucho Asterix y Obelix, sobre todo Obelix, porque es una persona baja de tórax y siempre ha sido feliz. ¿Y por qué es feliz Obelix? ¿Por qué se engaña a sí mismo y no se da cuenta de que es gordo? Es un gran tipo que está por encima de la obesidad y eso me interesa mucho», puntualiza el director nacido en Bilbao durante en un encuentro con la prensa local para promocionar su nueva película.

Su talento e influencia como director comenzó a hacerse visible en 1995 con El Día de la Bestia, una película que sacudió las convenciones y moldes de su tiempo. No fue la única. Muertos de risa (1999), La comunidad (2000), Balada triste de trompeta (2010) y Las brujas de Zugarramurdi (2013) demostraron una evolución que habla de un cineasta en permanente movimiento.

El bar incluye una galería de personajes muy particulares que conviven en el contexto de una gran metrópoli. Pero la idea no nació en el pasado cercano, sino más bien hace mucho, mucho tiempo. ¿Qué fue lo que demoró la concreción de la película? De la Iglesia explica: «Con Jorge Guerricaechevarría (coguionista) no encontrábamos el motor del conflicto, ni la razón por la cual de pronto los personajes se sintieran aterrorizados desde un punto de vista metafísico. Pensamos en el terrorismo, pensamos en algo sobrenatural, pensamos en un accidente, pero cuando vimos el ébola en España nos aterrorizamos: pensamos que se iba a infectar todo el país. Le pregunté en ese entonces a una amiga que es médica y me dijo que ellos no sabían manejar la situación, que ni siquiera tenían idea del vestuario necesario para no infectarse. Me contó que iban aprendiendo conforme a lo sucedido, pero que también el hospital donde estaba el enfermo no reunía las condiciones necesarias para enfrentar el problema. Hoy, a la distancia, sabemos que se tuvo la suerte de tener gente competente en el área de sanidad. Me acuerdo de que cuando nos despedimos la saludé con temor y me di cuenta de que ahí estaba la película».

El Bar desafía al espectador y obliga a tomar partido. Como director, Álex de la Iglesia construye la necesidad de ofrecer lealtad hacia cada uno de los personajes del film. «En principio nosotros no queremos estar del lado del mal y de repente conocemos lo maravilloso de ser una persona maliciosa y demente como Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street. En esos casos no es difícil sentirse deslumbrado. Como realizador, disfrutás del mal guarecido en la inocencia del espectador. Hay personas que me han dicho que la película ha tenido una visión no demasiado meditada sobre cuál es la correspondencia entre los personajes. Yo, como realizador, no quiero mostrar dos visiones de mi película», concluye De la Iglesia.<

El miedo en la arrogancia moderna. Por Belauza (@jbautentico)

En un bar cualquiera del centro de Madrid, diez clientes habituales y uno ocasional ven cambiar sus vidas para siempre cuando uno de ellos, oficinista, sale del local y recibe un disparo que acaba con su vida en medio de una plaza desierta. Los que se quedaron adentro no salen de su estupor al ver al muerto y la desolación general. Así comienza El bar, la flamante película de Álex de la Iglesia.

Pero uno de los clientes, por desesperación o atrevimiento, decide acercarse al caído y recibe otro balazo mortal. El planteo está hecho: nueve personas encerradas sin saber qué sucede deberán idear una fuga que parece imposible. Aterrorizadas, el miedo guiará su conducta. Y cuando eso sucede, nadie tiene idea de hasta dónde podrá llegar. 

Desde que le hizo entender al mundo con El Día de la Bestia que lo suyo como director era bastante más que el devenir de un joven amante (y profesional) del comic que se dedicaba al cine, Álex de la Iglesia construyó el horizonte de la mayoría de sus películas en base al miedo a lo desconocido dentro de la estructura de la arrogancia del mundo moderno. 

En El bar hay algo que tensiona y a la vez alivia: lo que imaginariamente se piensa hacer en situaciones límite y lo que realmente sucede contienen a modo de fórceps la trama para que no descarrile y vaya derechito hacia un final que no por presupuesto resulta menos atractivo. Es lo que tiene el cine de este bilbaíno: nada es muy sorprendente, pero su ironía permite reflexionar sin que duela tanto. 

Esa idea de sobrevivir a cualquier precio que tan bien recupera en El bar se convirtió en la «marca de agua» de buena parte de su obra. Pero no se trata de un terror ciego. Sino de uno que actúa sobre los prejuicios y las ignorancias de cada individuo –que nunca son iguales aunque todos las tengamos–. De la Iglesia se encarga de juntar al rico con el pobre, el cursi con el diplomado, el intelectual con el cuasi analfabeto, a artistas con camioneros, y arma combinaciones de alto impacto. 

Elenco: Blanca Suárez, Mario Casas, Secun de la Rosa, Jaime Ordóñez, Terele Pávez y Alejandro Awada, entre otros. Director: De la Iglesia. Guión: De la Iglesia/Jorge Guerricaechevarría.