Dos obras en cartel, una situada en los ’90, otra más de estos años que corren -aunque su tiempo esté indeterminado-, y ambas llegando a ella con los primeros bríos de la salida pandémica. Violeta Urtizberea, que por estos días protagoniza en teatro Una casa llena de agua e Inferno respectivamente, había ingresado a esa etapa de cuarentena parturienta de Lila, la hija que tienen con el músico Juan Ingaramo. “La pandemia arrancó cuando Lila tenía meses, y tuve como un primer tiempo que, creo que nos pasó un poco a todos, fueron unos primeros meses medio disfrutados, como de parar un poco la moto y decir: ‘okay, estoy acá’. A mí, por lo menos me vino bien para conectarme con ella, con mi novio: estábamos los tres ahí encerrados en un departamento y fue un momento bastante ideal”, cuenta la actriz. “A veces, en el fervor de la vida te genera ansiedad sentir que te estás perdiendo cosas, como pueden ser las del orden del ocio, o hasta el laburo. Pero como estábamos todos así eso me generó un alivio: no soy la única que estoy encerrada por estar con una bebé”.

Después, sigue contando, todo cambió y llegó a cuestionarse por haber traído al mundo “a una criatura que va a vivir con un barbijo y no besando gente. Por suerte no pasó, y sin dudas la traje a un mundo complicadísimo, pero nada que los argentinos no conozcamos”, ríe la actriz.  Acaso aún es pronto para afirmarlo, pero se puede arriesgar que, al menos la vida profesional de Violeta, dio un giro de envergadura en esos días. Aunque su peculiar, agradable y expansiva manera de contar las cosas venga de antes. De hecho, dijo que difícilmente podría haber aceptado una obra como Una casa llena de agua sin ser madre. “Asocio la maternidad con la decisión de hacer la obra de Tamara (Tenembaum). Fue como que ahí estaba hablando de algo que a mí me estaba pasando justo en ese momento, que es cuidar a un bebé. Porque es un monólogo, un unipersonal que se sostiene a partir de esta niñera que como no tiene nada que hacer (porque al cuidar a un bebé no hay mucho que hacer), le relata su vida. La obra está situada en los años ‘90 porque Tamara dice que si lo hubiese hecho de esta época, la niña estaría mirando el celular todo el día (risas). Cuando me la ofrecieron hacer yo estaba totalmente inmersa en esa situación”. 

Violeta Urtizberea en Una casa llena de agua.
Foto: Nora Lezano / Prensa


Sobre los nuevos desafíos

Ya es el tercer año que Urtizberea se sube a escena, sola, para ponerse en la piel de esa muchacha que imaginó la reconocida escritora y periodista. La dirección es de Andrea Garrote, con quien, además, comparte elenco en Inferno, una obra escrita, dirigida y en la que también actúa Rafael Spregelbrud. “A Andrea la conocía como actriz y la admiraba terriblemente. Cuando me llamó Mariano Temponi (el productor de Una casa llena de agua) me propuso pensar en una directora. Consideramos que, en principio, estaba bueno que fuera una mujer, aunque no era excluyente. Se nos ocurrió a todos que fuera ella, y por suerte dijo que sí, aunque no nos conocíamos tanto. Todo fue como decir, ‘okay, a ver qué sucede acá’. Y la verdad es que resultó espectacular la experiencia. Y para mí, absolutamente necesaria, porque yo tenía mucho miedo de hacer un unipersonal. Nunca había estado ahí sola en escena, la figura del director es fundamental. Por suerte en todo el proceso de ensayos me mostró que la tenía clarísimo y fue un placer. Ahora quiero que me dirija en todo”, dice y se ríe.

“Siento que el laburo que hizo Andrea conmigo fue bárbaro. Estoy súper contenta y crecí un montón como actriz gracias a ella. Ahora compartimos escenario y es lo mismo, me es súper inspirador verla actuar. Rafa (Spregelbrud) y ella actúan juntos hace treinta y pico de años, así que ver la dinámica de ellos dos también fue un gran aprendizaje y un placer”. En cuanto a Inferno (que en esta temporada contó además con Pilar Gamboa, en reemplazo de Garrote durante algunas funciones), la obra corre por otros carriles, más relacionados con aquello que con certeza definió como el fervor de la vida: algo que puede ser extasiante o pesadillesco, a veces en degradé, otras sin escalas, siempre incierto.

Virtudes, pecados, palabras y alcohol abruman al personaje que Urtizberea encara en Inferno.

Felipe (Rafael Spregelburg) se despierta después de una noche de alcohol y le aparecen como dos catequistas que le anuncian que el Vaticano informó que el infierno ya no es un lugar físico, sino que están todos lados, puede estar en las palabras. Y para salir del infierno tiene que aprender las siete virtudes; cuatro cardinales y tres teologales: templanza, justicia, prudencia, fortaleza y fe, esperanza y caridad. La obra se divide en siete escenas en las que él va aprendiendo cada una de las de las virtudes. Es una obra muy particular, donde hay un montón de información y muchas capas, esa cosa muy laberíntica, medio borgeana. Y hay algo que se revela al final que explica un poco toda la obra, pero que, por supuesto, no puedo decir porque sería espoilear. Pero está buenísima, es muy única. Tiene algo muy del orden intelectual, pero también es muy graciosa, entonces todo es súper digerible y muy divertido”






Una casa llena de agua. Autora: Tamara Tenenbaum. Dirección: Andrea Garrote. Unipersonal con Violeta Urtizberea. Sábados a las 20 en Dumont 4040, Santos Dumont 4040. 

Inferno. Dramaturgia y dirección: Rafael Spregelburd. Con Violeta Urtizberea, Pilar Gamboa, Guido Losantos, Rafael Spregelburd. Música en vivo: Nicolás Varchausky. Jueves a las 20.30 en Teatro Astros, Av. Corrientes 746.