Jaime Dri es el único sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) que logró fugarse. Para Luis Ziembrowski, representarlo fue un desafío y una motivación. “Y en esta película es un personaje secundario, importante porque es fundamental acompañando a los protagonistas, pero es solo una pincelada de su vida”. Dri es, reconoce el actor, una persona con alta convicción, de valores muy elevados que representa todo por lo que lucharon aquellos idealistas. «Es una película sensible y de buena factura técnica con un tratamiento visual hermoso en manos de Marcelo Iaccarino”, aseguró.

La película, escrita y dirigida por Eduardo Bechini, cuenta la historia de Edgar Tulio Valenzuela, alias Tucho, un alto miembro de Montoneros, y su mujer Raquel Negro, alias María, quienes son secuestrados por el Ejército y trasladados a la Quinta de Funes en Rosario. El general Galtieri, al mando de la operación, le propuso a Tucho viajar a México junto con otros militares y matar a Firmenich y al resto de la cúpula montonera, un plan llamado «Operación México».

¿El desafío actoral se suma al hecho de hablar del horror de aquellos años?

– Lo actoral genera un atractivo vertiginoso y una pericia técnica que produce una excitación tremenda, interesante para poner en juego. Esta bueno porque llega distinto y produce cosas desde el lado ideológico como en el cinematográfico. Desde un principio me atraía esa máscara de thriller político para contar algo que es intrincado, contradictorio, movilizante, que te hace pensar «cómo mierda hacemos ahora». En esta película, lo que sería el entretenimiento, lo que tiene que ver con las escenas de acción y el tratamiento de la violencia, está puesto de una manera bien cruda. Sirve mucho para la tensión del relato, te va pasando por distintas sensaciones que tienen que ver con el devenir del protagonista. Pero reflexionas qué es lo que hicimos en muchos aspectos. Sobre todo cuando pensás que es momento de irse todos a Alaska, que se queden los que están de acuerdo con los militares, los ’90 y el Ministro de Economía actual. 

¿Es el momento ideal para esta película, dada las circunstancias?

– Es un momento vibrante. Que un economista del establishment como Roberto Lavagna diga que la política económica actual es la misma que la de la dictadura y la de los ’90, dice algo. Ya sabemos la consecuencia de esa forma de entender el mercado, tanto con las bestias militares como con la venta del patrimonio del menemato, como con el obsceno helicóptero de 2001, donde también hubo muertos. Creo que es el momento propicio para tirar esta carne al asador, creo que vemos cómo se cocinó lo que nos pasa hoy y que se desprende de eso. Hay algo remanido en nuestra historia, hay algo refrito en todo. Creo que esta película interpela  de manera profunda a la sociedad argentina.

Inclusive en el peronismo ¿no?

– Claro, en relación a las fuerzas que lo componen, en relación a las decisiones que se tomaron en su momento. Creo que que se puede ver el devenir del movimiento si se mira la historia y como fueron decantando ciertas cosas. Se habla en esta película de muchas cosas, de traiciones para sobrevivir, de una vida revirada por ideales y convicciones realmente fuertes que llegaban a dar la vida por una forma de pensar. Y te hace pensar en el hoy y qué hacemos frente a los que nos pasa. Es una película que habla también de una parte de la historia que a veces no se entiende: Cómo se dirimía la lucha armada en esa época. Al ver la película no me dio nostalgia del romanticismo de la lucha armada sino que lo sentí más como hacer una exhumación de nuestra cuerpo, viéndome identificado con lo errático de nuestras decisiones como país.

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