Compartir el mapa, avisar a una amiga, comunicar a un familiar, chequear los datos del chofer y la información del auto. Todo eso tiene que hacer una mujer cuando necesita trasladarse en un taxi, remise o utiliza alguna plataforma como Uber, Cabify, Diddi o cualquier otro tipo de aplicaciones de vehículo. 

El 7 de abril, Bárbara Weimberg dio a conocer una situación terrible que vivió junto a su amiga Camila cuando un chofer de la app Uber intentó secuestrarlas. Ellas lograron escapar tirándose del auto. Las chicas denunciaron la situación a través de la fiscalía de la Ciudad de Buenos Aires y también ante la empresa que había realizado el viaje.  “Mi objetivo es poder alertar sobre este tipo de situaciones y visibilizar esta forma de violencia que al día de hoy sigue siendo la norma”, expresó Bárbara, quien comenzó a recibir no sólo la solidaridad de muchísimas mujeres, sino también sus testimonios.

En el caso de Bárbara y Camila, la fiscalía se movió rápido y luego de que se conociera el suceso en las redes sociales, Uber se comunicó con las chicas y, según pudo averiguar este diario, también pusieron los datos de aquel conductor a disposición de la Justicia.

Pero lo que pasó con ellas no es lo más habitual. Las denuncias en general no prosperan. Las aplicaciones no responden a las quejas o caen en una especie de agujero negro virtual. Y la policía, si no ha sucedido un hecho que trasciende el acoso o el intento de secuestro, por lo general, no toma la denuncia. Como resultado, las quejas y demandas terminan circulando en las redes sociales y nada más.

“Las consultas más habituales tienen que ver con intentos de robos o de abusos en horarios de la noche”, comenta Melisa García, integrante de Abofem. “Hay una franja horaria, como también una franja de edad, que tiene que ver con las chicas más jóvenes, entre adolescentes y 25 años, se concentran en su mayoría en esa edad”, agrega.

Durante la pandemia, se acrecentó el uso de esas aplicaciones y, de acuerdo a lo que afirma la abogada García, fue también durante la pandemia que se acrecentaron las consultas sobre qué hacer en estos casos. “El uso masivo de aplicaciones llevó a que muchas empresas controlen menos a quienes cargan los perfiles en las apps, entonces, hay muchos perfiles truchos y falsos donde no sólo no cuentan con las condiciones mínimas del vehículo, sino que lo termina conduciendo alguien que no es dueño”.

El miedo antes y después

Lucía (es un nombre ficticio) volvió a la Argentina luego de haber vivido muchos años en Madrid. Llegó en plena pandemia y dado que no quería usar el transporte público, las pocas veces que necesitaba lo hacía en taxi. No funcionaron para ellas las apps que todos los amigos le recomendaron, pero sí una app oficial de un taxi. Por allí, solicitó el viaje y lo pagó por débito automático. Apenas subió al auto, el conductor la trató con violencia porque él había llegado quince minutos antes de lo pautado y tuvo que esperar. Luego, cuando llegó a destino, negó que el viaje se haya debitado con la tarjeta de Lucía, quien en ese momento no contaba con efectivo.

Fue suficiente para que el hombre bloqueara las puertas y quisiera seguir de viaje. Lucía comenzó a gritar desesperadamente y pudo bajarse del vehículo. Intentó denunciar al conductor y, además, pagar el viaje. Sólo le cobraron el viaje para que “el chofer no se queje de nada”, y desestimaron los reclamos de la joven. “Al día siguiente, salí de mi casa pensando que este tipo podía aparecer y hacerme algo”, cuenta Lucía. “Sé que si hubiera sido hombre esto no me hubiera pasado. En Madrid yo tomaba taxis pero allá también había muchas taxistas mujeres que también manifestaron haber sufrido violencia de parte de los pasajeros hacia ellas y que en muchos casos, los colegas tenían que ser sus protectores para no sufrir acoso, violencias o maltrato”.

En Buenos Aires, existe Uber Ellas y en Rosario, Córdoba y Mendoza, She Taxi. Según los datos recabados desde Uber las mujeres eligen sólo trasladar mujeres porque también se sienten seguras a la hora de realizar el viaje. Además, les permite aceptar los viajes el horarios nocturnos que por cuestiones de tarifas y demandas implican un poco más de dinero. 

En su libro Ciudad Feminista, Lesli Kern relata lo poco amable que son los conglomerados urbanos en materia de igualdad. «Las mujeres siempre han sido vistas como un problema para la ciudad moderna. El aumento del contacto urbano entre hombres y mujeres, y entre las mujeres y las bulliciosas grandes masas urbanas fue una ruptura de ese código», afirma. En pandemia, la situación se profundizó.

El asunto de las denuncias

Gabriela volvía de visitar a un familiar en Nuñez hacia su casa en Versalles. Era tarde y preferió irse en Uber. El conductor tomó General Paz pero bajó por una calle que no estaba pautada en el recorrido, ante el llamado de atención de Gabriela, estacionó el auto y tocó bocina. Ante el pedido desesperado de Gabriela para que continúe el viaje, el hombre arrancó el auto y se paró nuevamente en una calle lateral a General Paz. La joven abrió la puerta y escapó del auto, justo pasó un colectivo que la levantó y, dos paradas más tarde, denunció la situación a dos efectivos policiales. “Yo pude escaparme, pude salir. Agarré una cartera, no sabía que venía un colectivo, tampoco sabía a donde tenía que correr, me salvé pero el miedo te queda en el cuerpo”, cuenta. “Yo estoy tratando el trauma que me quedó, pero sabemos que no estamos seguras en ningún lado”. 

Gabriela hizo la denuncia en la fiscalía y en Uber. Como en el auto quedó un bolso de la joven, la empresa sólo tomó la denuncia por robo y se negó a compartir información del chofer. Hasta ahora, no hubo ninguna novedad del expediente que inició en la Justicia. «

Las recomendaciones a la hora de trasladarse

Melisa García, integrante de Abofem, sugiere tener en cuenta algunas cuestiones que pueden servir a la hora de denunciar. “Hay que intentar, en lo posible, tomar un vehículo donde haya registro o información de la persona que conduce y los datos para ver a nombre de quién está registrado. Hay una realidad, que es el gran problema que existe a través de las aplicaciones, donde se termina tercerizando este trabajo. La idea por lo menos es saber los datos del vehículo y que mínimamente coincidan la persona con la foto”, expresa García. “Según lo que dicen, hay una verificación respecto de lo que hace Uber particularmente, de que haya una correlación entre la persona que maneja el vehículo. Si no es la propietaria, es la persona que tiene algún tipo de autorización para poder manejarlo. Hay otra cuestión y es la responsabilidad que acarrea la app específicamente con respecto a los usuarios de las cuentas, y la verificación de la información necesaria para ver quiénes tienen en estos servicios cargados sus perfiles y de alguna manera ejercer el control”.

Víctima uno

«A mí me pasó con un Uber. Estaba en la casa de una amiga y ella lo pidió. El tipo me hizo sentar adelante y me quiso llevar a un bar. Le dije que no muchas veces y me insistió. Yo estaba muy cansada y un poco mareada, por eso sentía más miedo. Me paseó por todo Liniers, por suerte llegué sana y salva. Era un auto Citroen C3Negro con vidrios polarizados. Horrible momento.»

Víctima dos

«Hace unos meses me pasó una rejodida que pudo terminar muy mal con Cabify, muy cerca del DOT. Cuando dobló para entrar a Panamericana, abrí la puerta y me bajé casi tirándome del auto. Después de eso me da pánico subirme a los autos de las apps, averiguo y pregunto mil cosas antes de que arranque y me lleve.»

Víctima tres

«Hace poco viví una situación tensa en un Uber que tomó hacia otra dirección. Le preguntaba si estaba todo bien y no me respondía. Mi novio me llamó porque no se actualizaba mi ubicación y recién ahí el conductor retomó hacia mi casa. Yo había compartido el viaje desde la app, foto del conductor, foto de los datos y mi ubicación en Google Maps. Me quedé aterrada de lo que pudo haber pasado.»