*Ministra de Mujeres Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires.

Hay una razón feminista y es la razón de la igualdad. Es una razón que mucho tiempo se presentó como una causa de minorías, un asunto de sectores radicalizados, una lucha más bien de elites que una causa popular. Sin embargo, hoy nos encontramos transitando un tiempo en el que la causa feminista ha permeado el conjunto social, ha interpelado el sentido común machista -desigualador, violento, a la vez que tan naturalizado- para ponerlo en cuestión en todos los órdenes de la vida personal y social. Es una transformación que alivia mucho porque la tarea hoy es colectiva y masiva.

Este año en el que vamos a conmemorar el período democrático más largo de nuestra historia, los 40 años de democracia, vale la pena repasar algunos hitos de estas transformaciones.

Las Madres de Plaza de Mayo son el emblema de la resistencia en la dictadura. Además de todo lo que realizaron y simbolizan, fueron mujeres que politizaron la maternidad. La identidad mujer-madre se hizo sistema para garantizar la subalternidad de las mujeres en las sociedades patriarcales. El confinamiento de las mujeres a lo doméstico, y la reproducción de la vida, construyó un sujeto incompleto y subordinado. A partir de la politización de la maternidad lo que ocurrió fue exactamente lo contrario. Y fue algo que nos abrió una posibilidad a los feminismos de la argentina, a los feminismos populares, de ligar la causa de los derechos humanos, tan valiosa para nuestra cultura resistente, con los derechos de las mujeres y otras identidades de género subalternizadas. Además han dialogado con movimientos como el peronismo que tiene líderes mujeres de primer orden como Evita y Cristina.

La crisis del 2000 llevó los temas de los derechos de las mujeres a muchas de las barriadas populares. Pero es sobre todo a partir de 2015 con el “ni una menos” y la “marea verde” del 2018, donde se produjo un nuevo punto de inflexión. La masividad de las movilizaciones, generaron la posibilidad de que este movimiento pase a tener efectividad en el sentido de interpelar a la política. Es algo que no solo está inscripto en toda esa historia de las mujeres resistiendo, dando debates por el cambio legislativo, por la ampliación de derechos, por el reconocimiento de sus derechos políticos, de representación,  sexuales y reproductivos, sino que trajo la posibilidad de que tengamos, por ejemplo,  la interrupción voluntaria del embarazo y  de que haya un Ministerio de Mujeres Políticas de Género y Diversidad Sexual.

El feminismo popular es un movimiento que ofrece una enorme resistencia al neoliberalismo. Es la clave de un cambio social que está muy enraizado en nuestra sociedad. Podemos encontrar colectivos feministas en las grandes ciudades, pero también en los pueblos más pequeños de la Provincia de Buenos Aires. Los dirigentes políticos varones muchas veces nos han dicho que la novedad en los pueblos, en los últimos años, ha sido la presencia y construcción del feminismo.

En la gestión hay un mandato del gobernador, Axel Kicillof: ser un gabinete militante, cercano, accesible, territorial. Es un desafío muy grande. En la Provincia tenemos 135 municipios y más de 2000 localidades. Es un territorio de más de 300 mil kilómetros cuadrados y con el censo del año pasado vimos que estamos cerca de los 18 millones de habitantes. Y casi el 52% son mujeres. Nos planteamos llegar territorialmente, dar respuestas a realidades muy distintas que traen problemáticas que no se pueden abordar de manera estandarizada. La mayoría de las políticas que llevamos adelante se concretan en el diálogo con el territorio. El programa  Comunidades Sin Violencias, por ejemplo, que transfiere recursos económicos y asistencia técnica para atender la violencia en los municipios, se termina de diseñar en diálogo con cada uno de ellos.

Las mesas locales intersectoriales están en los 135 municipios que sientan a todo los actores institucionales y sociales que atienden la violencia y ahí trabajamos con ellos en cuál es la ruta crítica, qué recursos son los que faltan. Lo mismo hacemos con las mesas Mi Pueblo. Hay 2000 localidades y tenemos que ver qué hacemos en ciertas zonas rurales donde la falta de conectividad es el modo de vida. El aislamiento es un factor de riesgo en la violencia de género, entonces hay que seguir trabajando con esos actores  otras respuestas.

El Sistema Integrado contra las Violencias que impulsamos cambió el paradigma de abordaje. Empezamos con 7 u 8 programas y hoy tenemos casi 20 sumados a las políticas de otras áreas que para nosotras son  complementarias. Porque para abordar las violencias por razones de género se necesita abordar las desigualdades de manera también integral e interseccional. Ahí hay un trabajo común que sabemos al que no va a responder solo nuestro ministerio sino el conjunto de las políticas de gobierno.

Nuestro ministerio provincial trabajó en alrededor de 50 municipios con  emprendimientos productivos y de salida laboral, ligados al proceso de atención de salida de las violencia. Pero además ministerios como Infraestructura, Hábitat y Vivienda, Trabajo, Producción, Asuntos Agrarios tienen iniciativas con eje en el trabajo de las mujeres como un factor fundamental en la política.

Siempre decimos que el trabajo es el ordenador social y de la vida. Es fundamental que sigamos avanzando en la autonomía económica de las mujeres, de qué manera y en qué condiciones ese trabajo nos da la posibilidad de construir un proyecto de justicia social que solo es posible con  igualdad de género.