A un año de la desaparición de Tehuel de la Torre, militantes transmasculinos y referentes de organizaciones de la diversidad lamentan que al joven trans de 22 años «no se lo busca como se haría con una persona cisgénero» y aseguran que el caso es consecuencia de «las múltiples violencias que viven las masculinidades trans» y de su «invisibilización».

«El cómo desapareció Tehuel tiene que ver con las violencias que vivimos las masculinidades trans. Fue engañado buscando un trabajo y nunca más supimos de él», dijo a Télam Fernando Martín, referente de Hombres Trans Argentinos.

«Y esto no es un hecho aislado, es algo que constantemente nos pasa a los tipos trans que vivimos de changas y habitamos espacios laborales y de salud sumamente violentos con nuestras identidades», agregó.

En ese sentido, mencionó el caso de Santiago Cancinos, el adolescente trans de 14 años que apareció muerto en Salta tras cuatro años de búsqueda y de un joven trans cordobés de 20 años que en 2018 se escapó de una red de trata que lo explotaba sexualmente en Rosario donde había acudido en respuesta a una oferta de trabajo.

En la misma línea, el referente del Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL) Say Sacayán aseguró que «hoy tenemos tres compañeros desaparecidos» e identificó el caso de Tehuel como paradigmático de las cadenas de exclusiones que sufren los varones trans jóvenes y pobres del conurbano bonaerense que no están cobijados dentro de una organización o no se dedican a la militancia.

«Las masculinidades trans fuera de la órbita de la micromilitancia en la ciudad de Buenos Aires viven en un entorno donde todo es expulsivo porque la familia te echa, el círculo social te va expulsando, las amigas cisgénero se corren; quedan pocas opciones y a veces esas opciones son lugares de mierda a los que acudís porque tenés que sobrevivir», dijo.

Sacayán remarcó que «además no todos somos militantes, no todos tenemos pensamiento político ni estamos obligados a eso como tampoco a hacer una transición social rápida».

Tamaña desprotección que habilita «todas las violencias», podría –a su criterio- ser combatida con «una ley en prevención de los travesticidios, transhomicidios y erradicación de la violencia motivada en la identidad de género» en proceso de redacción, que subsane el hecho de que el marco legal «incorporó la cuestión de género, pero hasta las mujeres y nada más».

A su turno, el activista y director de Masculinidades Trans de la provincia de Neuquén, Benjamín Génova, se quejó de «lo poco que le importa al Estado encontrar a un compañero desaparecido en democracia, que salió con la esperanza de hacer un poco de plata para poder vivir, nunca volvió y pareciera que a nadie le preocupa fuera del colectivo LGBTIQ+»

En ese sentido, Génova coincidió con los otros entrevistados que «no se lo busca a Tehuel como se buscaría a una persona cisgénero» y se lamentó de que «la sociedad se entere de que existimos porque sucede algo trágico, cuando como masculinidades trans venimos hace mucho tiempo intentando visibilizar y poner en agenda la necesidad de acompañamiento para que podamos acceder al sistema laboral, educativo y de salud de manera integral, no solo a la modificación corporal».

Tehuel de la Torre fue visto por última vez por sus familiares en la tarde del 11 de marzo de 2021, cuando dejó su casa de la localidad bonaerense de San Vicente para encontrarse en Alejandro Korn con Luis Alberto Ramos, un hombre de 37 años y con un antecedente de homicidio en ocasión de robo, que le había prometido trabajo como mozo.

Según pudo reconstruir la investigación, Tehuel llegó a la casa de Ramos donde permaneció algún tiempo y posteriormente ambos se dirigieron al domicilio de Oscar Alfredo Montes (46), quien tendría antecedentes de abuso sexual.

Tanto Ramos como Montes permanecen detenidos por «homicidio agravado por odio a la identidad de género», pero durante la indagatoria insistieron en que Tehuel se marchó por sus propios medios del lugar y no tienen ninguna responsabilidad en su desaparición.

Hasta ahora, los numerosos allanamientos y rastrillajes sólo permitieron encontrar su teléfono, su campera y una mancha de sangre de Tehuel en la casa de Ramos, la que inexplicablemente fue reducida a escombros en septiembre pasado. Además, el ministerio de Seguridad Bonaerense mantiene la oferta de una recompensa de 4 millones de pesos a quien pueda aportar información.

Y mientras la fiscalía a cargo de Karina Guyot trabaja sobre la hipótesis del crimen de odio, la familia se inclina por la posibilidad de que Tehuel haya sido captado por una red de trata, piden que «se lo busque con vida» y que intervenga la justicia federal.

«Necesitamos saber qué hicieron con Tehuel porque esos chacales no solo le arrebataron un pibe a una familia que lo espera todos los días y está muerta en vida exigiendo justicia, sino a cada familia con un nene abierta y orgullosamente trans que sienten el horror de imaginarlo propio», dijo a Télam el comunicador social, docente y cofundador de la Red de Paternidades Trans Argentina, Santiago Merlo.

«¿Con qué cara le decimos a esa familia que se queden tranquilas, que en este país tenemos leyes únicas que son referencia internacional en materia de género e identidad, si no podemos garantizarle que su hijo volverá sano y salvo a casa cuando sale a jugar, a estudiar a casa de un amigo, a ver a un amor, a buscar trabajo?», agregó.

Para Esteban Paulón, de la comisión directiva de la Federación LGBTIQ+ y Director Ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas de esta organización, la justicia en el caso Tehuel ha sido «lenta, contradictoria y probablemente encubridora», como consecuencia de lo cual «hoy nos encontramos en este triste aniversario sin pistas firmes y con mucho menos presencia en el debate público».

«Sin duda, como construcción identitaria las masculinidades trans vienen rezagadas en cuanto a visibilización a nivel social, si bien hubo picos como la participación de Alejandro Iglesias en Gran Hermano o el personaje de Maite Lanata en ‘Cien Días para Enamorarse’, por motivos más agradables», dijo.

«La realidad es que siguen siendo convidados de piedra y también esa invisibilidad genera la falsa creencia de que los varones trans conservan o adquieren ciertos privilegios; o que no son visibles porque la familia los acepta o acceden más fácil al trabajo, cuando la realidad es muy disímil y para nada corren con ventaja dentro del colectivo», concluyó.

* Télam