Feliz va a ser el día que no falte ninguna” 

Luchar es una fiesta. Así lo viene enseñando hace muchos años el movimiento de mujeres, que a lo largo de la historia buscó (y encontró) diferentes formas para exigir sus derechos. 

Desde el mediodía, el glitte, los bailes y los cantos coparon la calle y se multiplicaron a lo largo de la jornada. Los reclamos se concentraron en esta ocasión en algunos puntos clave: la desigualdad económica, los abusos sexuales y los femicidios. Los tres ítems confluyen en uno: las estructuras patriarcales contra las que peleamos desde hace años.

Estos dos años de semipresencia en las calles fueron también dos años de angustia y muerte que impactaron principalmente en las mujeres. 

Las últimas movilizaciones por el 8M fueron en 2020, semanas antes del inicio de la pandemia en Argentina y el decreto de ASPO. El aborto no era legal y la tasa de femicidios era la misma que ahora. Lejos de aminorar las condiciones de precarización laboral, la pandemia expuso problemáticas históricas, intensificando la brecha de la desigualdad de género. 

Para el movimiento de mujeres y para las diversidades, es desesperante el conteo de compañeras que ya no están. También la cantidad de vejaciones e inequidades de un sistema patriarcal que oprime. Por eso, la consigna “La deuda es con nosotras y nosotres” fue el eje de la convocatoria cuyo documento condensó a alrededor de cien organizaciones, colectivos y centrales sindicales, y puso el contenido a este nuevo paro de mujeres. 

“Mamá, quedate tranquila, no camino sola”, “Nos siguen matando”, “Basta de silencio cómplice”, “Si la Justicia va a ser machista, que sea feminista la memoria”, “Feliz va a ser el día que no falte ninguna”, son algunos de los carteles que se leyeron en la calle, conformando el paisaje de este nuevo paro internacional feminista. Allí por fuera del documento, cada mujer llevó adelante un reclamo que también es el reclamo colectivo. 

Desde 2015 con Ni Una Menos se inauguró una organización colectiva y masiva que elige el espacio público como lugar privilegiado para interpelar firmemente a toda la sociedad. Es ahí, en las calles, donde se construyó el primer paro en 2016 que tiene hoy su continuidad. Y esa potencia de construcción, en este 8M, se percibió entre las mujeres trabajadoras. 

“Este 8M es especial porque se juega la posibilidad de nuestro futuro. Decimos que la deuda es con nosotras, nosotres y nosotros y ¡que la paguen los que la fugaron!, quienes la convirtieron en especulación e inflación que sufrimos en nuestra vida cotidiana”, dice el documento que se leyó el martes alrededor de las 18 horas en las escalinatas del Congreso. 

Las demandas que tuvieron como centro a las trabajadoras se reflejaron sobre todo en las columnas de organizaciones y sindicalistas, que se movilizaron desde muy temprano para poder participar del acto. 

En la esquina de Rivadavia y Callao, donde se plantó el escenario de las agrupaciones de izquierda, se escuchó el reclamo en contra del acuerdo con el FMI. 

El otro gran reclamo, en esta jornada, estuvo marcado por la presencia de Higui y el pedido de absolución. En esa columna, también confluyeron los reclamos por la aparición con vida de Tehuel, cuya desaparición cumple este viernes un año. 

Las calles se recuperaron y nos volvimos a encontrar. Las marchas son un refugio donde compartir temores, pero también espacio para disfrutar: la calle, las banderas, los tambores, los platillos, el humo de los choris. Fue un reencuentro con esa chispa que permite seguir peleando. También con la capacidad de movilización y organización de la rabia que existe en la lucha feminista. Desde el abrazo, desde el gitter y las banderas se escuchó el grito de “estamos hartas”. De algún modo, fue el reencuentro en el lugar donde las mujeres mejor saben pelear: en la calle y juntas. 

El desafío es mantener esa chispa encendida. Y si este 8M las pibas coparon la calle hasta bien entrada la noche, cuando el escenario ya se había desarmado. Mientras los puestos se transformaban en minibares para extender la jornada de lucha. Porque el tiempo nunca alcanza cuando las demandas son tantas.

El viernes se cumple un año de la desaparición de Tehuel.
Foto: Telam Cristina Sille