El feminismo de los últimos tiempos tuvo su punto de inflexión indiscutible durante 2015 con la irrupción de Ni Una Menos que se consolidó en 2018 durante los meses de debate de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

Las calles se poblaron de mujeres y la mirada estuvo puesta principalmente en las y les adolescentes que se abrían camino en esa discusión. ¿Pero de dónde venían esas chicas que eran hijas, nietas y sobrinas de otras mujeres que no habían tenido hasta entonces la posibilidad de convocarse en forma masiva?

Fue en 2020 cuando Gabriela Cerruti circuló un video en el que mirándose al espejo hablaba de sus arrugas, de la menopausia y de la vida que comienza cuando se acercan los 60. El video, que acompañaba el lanzamiento de su libro La Revolución de las Viejas, fue para muchas mujeres una interpelación que poco a poco fue extendiéndose y tomó forma de organización. Hoy son alrededor de mil las mujeres de todo el país que forman parte de La Revolución de las Viejas.

“Es un movimiento social y feminista. Muchas nos sentimos identificadas por ese mensaje desde un territorio que no estaba habitado”, explica Alejandra Lume, integrante de la agrupación. “La vejez es una etapa muy heterogénea porque la forman varias generaciones, con circunstancias de vida y experiencias distintas. Pero en líneas generales estamos muy lejos de sentirnos cerca de la muerte o con actividades en declive como el patriarcado y la sociedad en general marca de la vejez”, analiza.

Según marca la Organización Mundial de la Salud, “el edadismo surge cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas por atributos que ocasionan daño, desventaja o injusticia, y menoscaban la solidaridad intergeneracional”.

“Siempre está presente este famoso tema de los roles y los estereotipos. Qué se espera de los hombres, qué se espera de la mujer, qué se espera de los jóvenes y qué se espera de las vejeces”, dice Lume. “Existe un fenómeno mundial y es que la población vieja aumentó, por lo que pensar la vejez como declive, desecho y pasividad, es imposible aunque el mercado siempre te lo haga notar”, agrega.

Una de las cosas que destaca Lume tiene que ver con el quehacer durante esa etapa. “Aún en la vejez nosotros producimos. Producimos cultura, pero si no tenemos un trabajo efectivo, producimos cuidado hacia nuestra familia, hacia nuestros nietos. Los cuidados en nuestra vejez están feminizados, las viejas una vez que se jubilan ocupan otros roles en la familia que generalmente están alejados de sus deseos. Nosotras proponemos otra clase de vejez”.

Una vejez feminista

El primer llamado fue por Facebook y los primeros encuentros fueron prepandemia. Pero el crecimiento de la agrupación fue durante la pandemia y a través de Zoom. Así se fueron organizando diferentes espacios temáticos que hablan del feminismo, de sexualidad, y de ecología.

Deconstrucción

De la virtualidad el salto a la presencialidad fue igual de intenso, y las mujeres ya realizaron dos encuentros, uno en Chapadmalal y otro en La Matanza. De esos encuentros surge otro proceso de deconstrucción.

“Es fundamental un ambiente y un clima amoroso, de escucha y de acompañamiento. Es importante entender que lo que la otra se anima a decir es lo que me pasa o pasó a mí. Son ámbitos donde no nos sentimos juzgadas sino que sabemos que vamos a ser escuchadas y contenidas. Somos víctimas del patriarcado y las más viejas, más. No todas lo asumieron ni lo aceptan. Las pibas nos movilizaron bastante”, expresa Alejandra.

De acuerdo al último informe del observatorio Adriana Zambrano de la Casa del Encuentro, desde 2015 a 2022, 205 mujeres mayores de 60 años fueron víctima de violencia de género extrema.

La temática LGBT también aparece como parte de las nuevas construcciones sociales. “Muchas viejas que recién ahora pueden expresarse y que se autoreconocen como lesbianas, cuentan sus experiencias y cómo fue el proceso de optar el vivir como se sienten, después de haber tenido una vida como le dictaba la sociedad”.

De las pibas en la calle, dice Alejandra, aprendieron la convicción. “Las vimos salir a las calles, manifestarse y exigir ser parte de la agenda pública. Mientras muchas mujeres grandes fueron obligadas a callar, entonces la potencia de las pibas y las de las feministas de siempre, nos potenció a las viejas”.

Y agrega, “la revolución de las viejas es la reivindicación de la vejez que para muchos es lo feo, lo malo. Queremos revolucionar esa idea. No nos condiciona la edad porque la vejez es una construcción social y nosotras somos sujetas de derechos. Estamos envejeciendo pero seguimos siendo activas, productivas y deseantes”.

Viejas, activas, feministas y deseantes

“Somos feministas incluso desde antes de definirnos como tales. Nuestro movimiento nació al calor de las luchas de los movimientos antipatriarcales de todo el continente. Somos activas y deseantes. (…) Somos mujeres que formamos parte del campo nacional y popular. El federalismo y la diversidad son nuestras banderas. Nuestra colectiva convoca mujeres en toda su pluriversidad de cosmovisiones a lo largo y a lo ancho del país, y estamos comprometidas con la realidad social de nuestro país y del mundo. Somos Marea Plateada, hijas de los pañuelos blancos, madres de los pañuelos verdes. Somos revolucionarias”, así se presentan en el manifiesto.


Para contactarse pueden hacerlo a través de Facebook, Instagram @larevoluciondelasviejas; o Twitter: @Revodelasviejas. También desde la web: larevoluciondelasviejas.com.ar.