Chubut, Miramar, Florencio Varela, Tandil. El caso de Palermo, como se instaló en los medios la violación grupal a una joven de 20 años en Serrano al 1300 a plena luz del día, tuvo múltiples antecedentes en distintos puntos del mapa, y una particularidad: la alerta vecinal, la intervención en el momento de los hechos, la cantidad de testigos y las filmaciones. El hecho quedó más a la vista que otros, algo que permite visibilizar también la recurrencia de estos ataques y la embestida con la que se topan las mujeres que deciden denunciar.

“Si esta chica no hubiese tenido testigos, no habría podido denunciar. Ya le pasó a una chica de Florencia Varela, que la violaron en grupo y se suicidó hace dos meses. Porque no lo pudo probar, después de siete años de buscar justicia”, recuerda Sara Barni, fundadora de Red Viva, organización que asiste a sobrevivientes de abuso sexual. “Esto que le pasó a esta chica en Palermo, hoy horroriza a la sociedad. Pero tengo 50 años y, desde que tengo 13 años, lo menos que podía esperar al salir a la calle era una mano en la cola. No es nuevo, pero cuando se ve la gente se horroriza. Sin embargo, cuando salimos a contarlo te dicen ‘no, te habrás equivocado, no es para tanto’. Siempre minimizando lo que vivimos. La Justicia hace lo que hace porque hay un entramado social que lo permite”, analiza Barni.

El abogado Maximiliano Orsini representa a víctimas de violaciones colectivas adolescentes en Tandil y Miramar. Casos de alto impacto mediático ocurridos en 2016 y 2019, en los que aún se batalla por justicia. “Cuando vi el caso de Palermo, lo primero que pensé fue ‘¿qué más precisan ahora?’. Porque en los casos de abuso parece que precisan eso: encontrar a una víctima siendo abusada por seis personas. Estos casos normalmente son intrapuertas, sin mucha prueba. El testimonio y alguna prueba física o pericial suelen ser la única evidencia. La Justicia normalmente descree del relato de víctima y de psicólogos especializados, y focaliza en lo que puede decir el imputado”, cuestiona el letrado.

Y sigue: “Cuando vi lo de Palermo dije ‘ahora que tienen todo, ¿qué van a decir?’. La respuesta está en lo que se dice en las redes: que (la joven) seguro se quiso enfiestar y consintió, que no la llevaron a la fuerza. Ya hay algunos periodistas que hicieron ese tipo de comentarios”.

El caso de la violación grupal denunciada en un camping de Miramar en enero de 2019 dio lugar a un juicio por jurados en el que los tres acusados fueron declarados ‘no culpables’.

Luego, el Tribunal de Casación anuló ese veredicto y ordenó realizar un nuevo juicio, con otro jurado. Los denunciados acudieron a la Suprema Corte bonaerense para intentar evitar ser juzgados nuevamente. La víctima –que tenía 14 años entonces– y su familia continúan buscando justicia.

“Ese caso puso en evidencia que vivimos en una sociedad patriarcal, atravesada por la masculinidad. Ese juicio puso en evidencia eso. No solo la víctima no tuvo ninguna protección para declarar, todo el proceso del juicio por jurados fue de revictimización. Y fue un mensaje de disciplinamiento a las víctimas: ‘ojo, que todo lo que hagan va a ser puesto en cuestión’”, señala Mila Montaldo, coordinadora de la Oficina de Asistencia a Víctimas de Delitos de la Fiscalía ante la Cámara Federal de Mar del Plata. Sobre la violación colectiva en Palermo, considera que “tiene que ver con cómo emergen en una conducta colectiva la historicidad de años del patriarcado. Ahí se pone de manifiesto. La deconstrucción de esta matriz va a llevar mucho tiempo”.

La revictimización y el cuestionamiento del testimonio de las víctimas, claro, no solo se dan ante violaciones colectivas. Tanto Orsini como Montaldo hacen referencia al caso de la actriz Thelma Fardin y su denuncia contra Juan Darthés, donde la palabra de la joven es el principal elemento probatorio. “A veces tenés solo el relato de la víctima, como en el caso de Thelma. Y la Justicia descree. Como tenemos una formación patriarcal y también la tienen los jueces y fiscales, arman subjetividades en torno a la víctima. Lo veo permanentemente. Y si hay menores de edad, te dicen que los dibujitos que hacen ante una psicóloga no sirven. ¿Y cómo quieren que se exprese una criatura de 5 años?”, se pregunta el abogado.

Montaldo agrega que “las pericias generalmente recaen sobre la víctima. Psicológicas, psiquiátricas. Lo que dice Thelma: ‘A mí me peritaron tantas veces, declaré y me hicieron preguntas sin resguardo’. Hay un hilo conductor en lo metodológico en estos procesos penales y tiene que ver con un posicionamiento ideológico frente a estos delitos”.   «

Denigración y backlash

La consigna sobre la necesidad de una reforma judicial feminista se vuelve palpable al analizar el derrotero de las víctimas de violación que optan por la denuncia judicial. “Lo que veo es que hay un desconocimiento de las convenciones internacionales como de Belém do Pará (Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer) en lo que respecta al respecto de las víctimas de abuso. Tener una causa de abuso hoy, aun con vientos de cambio, sigue siendo una lucha contra el sistema, no solo contra el abusador y su defensa”, lamenta el abogado Maximiliano Orsini.

“Es terrible lo que sucede con las víctimas y las dificultades para tratar de probar este delito. Vas con los peritajes a la Justicia y no alcanza. Un tipo dice ‘yo no fui’ y es suficiente. Está desprestigiada nuestra palabra”, coincide Sara Barni, de Red Viva. Y añade que “la mayoría de las peritos o psicólogas que acompañan estas causas son mujeres y sufren backlash, porque después las denuncian a ellas, pierden sus títulos, no pueden trabajar. Al defender a un acusado de abuso, la estrategia no está planteada en defender a los tipos sino en hacernos mierda a nosotras. Con campañas de denigración y diciendo que estamos locas”.