El sargento Néstor Adrián González y el cabo Martín Alexis Naredo tienen mucho en común. Formaban parte de la misma comisaría (la 8ª de la Federal) y en dos episodios diferentes mataron a jóvenes inocentes. Ambos fueron condenados a altas penas en 2014, pero ninguno pisó la cárcel: se fugaron el mismo día de la sentencia. Encabezaron el top ten de los prófugos más buscados del país y sobre la cabeza de cada uno de ellos pesaba una recompensa de 500 mil pesos. Hace unos días fueron «recapturados», por lo que la querella no descarta que sea una maniobra acordada con las autoridades judiciales y políticas acorde al «cambio de época».

El fusilamiento de Checho

El sargento González volvía a su casa el 3 de julio de 2010 cuando mató de dos balazos –uno en la nuca y otro en el glúteo– a Sergio Ángel «Checho» Casal, de 16 años, que venía de jugar a la pelota en Demóstenes y Ruta 23, Moreno. El imputado adujo haber actuado en defensa propia. Sin embargo, los jueces del TOC 4 de Mercedes lo condenaron a 15 años de prisión, en marzo de 2014.

El día de la sentencia, González se ausentó. Se sentía mal. Nunca más se supo de él hasta el 18 de octubre pasado, cuando –según la reconstrucción que hizo la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi)– Gendarmería lo detuvo en un taller de San Fernando, donde el prófugo era custodio privado.

«Tenía garantías o la seguridad de que no lo iban a ir a buscar. Se manejaba con su propia identidad y vivía en el último domicilio que le había brindado a la Justicia, la casa de su mamá en Villa Tesei. Sólo cambió el uniforme provisto por el Estado por uno de una empresa privada», dijo a Tiempo el abogado Ismael Jalil, de Correpi.

Naredo, el cazador de pibes

El 21 de enero de 2012, el cabo Naredo y un compañero de la 8ª se acercaron a la Plaza Boedo, alertados por supuestos incidentes. Dos grupos de jóvenes que se peleaban salieron corriendo. La persecución comenzó en patrullero y siguió a pie: Naredo, arma en mano, logró reducir a Jon Camafreita, que quedó arrodillado contra una persiana. El cabo le apoyó su pistola en la nuca y disparó. El chico de 18 años murió cuatro días más tarde en el Hospital Ramos Mejía.

En septiembre de 2014, el TOC 23 de Capital lo condenó a perpetua. «Cuando terminaron los alegatos planteé que el tribunal garantizara que Naredo no desapareciera como su compañero González, que ya estaba prófugo desde abril», explicó María del Carmen Verdú, referente de Correpi. La profecía se cumplió.

Naredo recién se entregó este lunes en el edificio del Ministerio de Seguridad de la Nación, en Gelly y Obes 2289, tras presentar una carta de tres carillas dirigida a Patricia Bullrich en la que resume que la exministra Nilda Garré, la abogada Verdú, Gendarmería Nacional y la fiscal Cristina Caamaño, entre otros funcionarios, montaron una estrategia en su contra.

«Si estuve prófugo todo este tiempo, es por las irregularidades y excesos que sufrí durante el debate oral», insistió, para luego contradecirse: «Estas son las palabras de un hombre de bien, que en todo momento estuvo a derecho. No soy un delincuente, no soy un prófugo. Hoy me entrego ante usted, ante este ministerio y por sobre todas las cosas, ante este presidente que me inspira una confianza absoluta, que sé que vela por todos los derechos de los ciudadanos, como también sé que sin verdad y sin Justicia, no hay República».

«No quiero sacar conclusiones apresuradas ni quedar como un conspiranoico, pero no podemos descartar la existencia de un pacto entre la supuesta detención de González y la entrega de Naredo. ¿Por qué Naredo no se presentó en la Justicia? Este gobierno necesita de la mano dura para implementar sus políticas y estos elementos parecerían imprescindibles», concluyó Jalil. «