El papa Francisco rechazó las «batallas ideológicas» en la Iglesia al celebrar en la Plaza San Pedro la misa de apertura del Sínodo, que durante octubre reunirá a más de 450 participantes laicos y religiosos para debatir sobre al futuro del catolicismo, y al que se oponen los sectores conservadores de la Curia.

Entre otros puntos, está la posibilidad de debatir que las mujeres sean diáconosque los hombres casados puedan ser presbiterios y el avance de la Iglesia a nivel digital, de cara a la llegada hacia los jóvenes.

«Queridos hermanos cardenales, hermanos obispos, hermanos y hermanas, estamos en la apertura de la Asamblea Sinodal. Y no nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas», planteó el pontífice este miércoles en su homilía de apertura de los trabajos que se extenderán hasta el 29 de octubre, con la participación directa de 464 miembros de todo el mundo.

«No estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o un plan de reformas», les dijo, luego de que esta semana recibiera una carta pública de cinco cardenales conservadores con críticas a los temas que tratará el Sínodo.

Así, pidió que los participantes se mantengan lejos de «algunas tentaciones peligrosas: la de ser una Iglesia rígida, que se acoraza contra el mundo y mira hacia el pasado; la de ser una Iglesia tibia, que se rinde ante las modas del mundo; la de ser una Iglesia cansada, replegada en sí misma».

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Por decisión de Francisco habrá 54 mujeres con derecho a voto. Foto: AFP.

El Sínodo, en el que hay ocho argentinos como participantes, «no se trata de una reunión política, sino de una convocación en el Espíritu; no de un parlamento polarizado, sino de un lugar de gracia y comunión», sostuvo.

En su mensaje a los participantes hombres y mujeres que serán parte de la reunión destinada a debatir, entre otros temas de alto impacto mediático, sobre la admisión de las personas homosexuales y la comunión de personas divorciadas vueltas a casar, el Papa dio líneas del tipo de Iglesia que imagina.

Así, Jorge Bergoglio habló de una Iglesia que, «en medio de las olas a veces agitadas de nuestro tiempo, no se desanima, no busca escapatorias ideológicas, no se atrinchera tras convicciones adquiridas, no cede a soluciones cómodas, no deja que el mundo le dicte su agenda».

En una homilía, en la que llamó a que los participantes del Sínodo rechacen el «espíritu de división y de conflicto», el pontífice volvió a plantear también la apertura de la institución «a todos», como había hecho en un vuelo al regreso de Portugal en agosto.

«Una Iglesia que acoge. En una época compleja como la actual, surgen nuevos desafíos culturales y pastorales, que requieren una actitud interior cordial y amable, para poder confrontarnos sin miedo», sostuvo.

De acuerdo con el pontífice, el Sínodo debe mostrar una Iglesia «que no impone cargas y que repite a todos: ‘vengan, todos los que están afligidos y agobiados, vengan ustedes que han extraviado el camino o que se sienten alejados, vengan ustedes que le han cerrado la puerta a la esperanza'».

La participación de argentinos

Durante la duración del Sínodo de este mes, los miembros trabajarán en grupos lingüísticos y, luego, se dividirán en los denominados «círculos menores» con los que buscarán reflexiones comunes sobre los temas de la reunión.

Como miembros argentinos participarán ocho representantes, entre ellos el prefecto del Dicasterio para la Congregación de la Doctrina de la Fe, el futuro cardenal Víctor Manuel Fernández y el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Oscar Ojea, quienes encabezan la lista que incluye además a los arzobispos de Mendoza, Marcelo Colombo, y de Bahía Blanca, Carlos Azpiroz Costa.

Los otros obispos que formarán parte del encuentro son el obispo de La Rioja Dante Braida y el arzobispo de Córdoba, Ángel Rossi, quien el 30 de septiembre será designado formalmente cardenal. También estarán, como expertos, los reverendos Pedro Brassesco y Carlos Galli.

El Vaticano publicó el mes pasado el denominado «Instrumentum laboris» para el «Sínodo de la Sinodalidad», que incluye preguntas a los participantes sobre el celibato opcional, el acceso de la mujer al diaconado, la acogida de divorciados o el colectivo LGTBQ+ en la Iglesia, cambios profundos en la estructura institucional de la Iglesia, el papel del primado de Pedro, cómo aprender de otras comunidades cristianas e, incluso, la creación de un ministerio específico para el cuidado de los «descartados».

La reunión tendrá la particularidad ya anunciada por el Vaticano, y por decisión de Francisco, que habrá 54 mujeres con derecho a voto, algo reservado a los hombres hasta este año, entre los 365 participantes con posibilidad de sufragar.

Además de la presencia argentina y de expertos de los cinco continentes, otro punto relevante es la participación, también decidida por Francisco, de dos obispos chinos, pese a que el Vaticano y el gigante asiático no tienen relaciones diplomáticas: se trata del prelado de Jining/Wumeng, Antonio Yao Shun; y del de Zhoucun, Giuseppe Yang Yongqiang.

Que Occidente cambie el «estilo de vida irresponsable»

Antes, el Papa Francisco había pedido que Occidente cambie su «estilo de vida irresponsable» para frenar lo que considera una «crisis climática» que es responsabilidad del ser humano, al tiempo que, en un nuevo escrito, critica a los negacionistas del cambio climático y rechaza que se culpabilice a los pobres por el calentamiento global.

«Un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo», plantea el pontífice en la última frase de su exhortación apostólica «Laudate Deum» (alaben a Dios), publicada este miércoles por el Vaticano y que Jorge Bergoglio define como dirigida «a todas las personas de buena voluntad sobre la crisis climática».

En un escrito de explícita continuidad con su encíclica de 2015 Laudato si’, Francisco sostiene la necesidad de volver a llamar la atención en materia ambiental a causa de la aceleración de sucesos como el aumento de las temperaturas terrestres provocado por la acción del ser humano y la falta de resultados de las cumbres dedicadas a frenar estas tendencias cuando, dice, «el cambio climático es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial».

Foto: AFP

«Ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza en los dos últimos siglos», plantea en la exhortación.

La responsabilidad del calentamiento global, para Francisco, resulta clara cuando plantea que «ya no se puede dudar del origen humano -antrópico- del cambio climático».

En un contexto en el que «es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas«, Francisco considera que algunas de sus consecuencias ya son «irreversibles» al menos por cientos de años, aunque cree que aún hay margen para que la humanidad frene antes del abismo climático, por eso, afirma que «ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente fundados».

En el escrito, el Papa reconoce por un lado la importancia de las pequeñas acciones, como la reducción de desperdicios o los consumos responsables, aunque advierte que «las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales, sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional«.

«Este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios alimenta la preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de los sectores políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos», denuncia luego.

Así, en uno de los pasajes más concretos del escrito de 73 puntos, Bergoglio plantea: «Si consideramos que las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del doble de las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la media de los países más pobres, podemos afirmar que un cambio generalizado en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo«.

En el plano internacional, además de pedir que haya soluciones concretas en la próxima cumbre ambiental COP28 de Dubai, reclama un nuevo multilateralismo como forma de poder hacer más espacio a nuevos esquemas de decisiones.

La exhortación se publica este miércoles en ocasión del día que de san Francisco de Asís, una figura vinculada en la Iglesia al amor por la tierra y los animales, que ya había inspirado al Papa para los títulos de la Laudato si’ y de su encíclica de 2020 Fratelli Tutti y de la que Bergoglio se vuelva a valer para dar el nombre al escrito de este miércoles.

En el escrito, el Papa traza la gravedad de la situación, con cifras que respaldan las alertas por la suba del nivel de los océanos y la contaminación del aire, al punto que reconoce que, si bien aún hay margen de actuación, «la posibilidad de llegar a un punto crítico es real».

Al mismo tiempo que reconoce la responsabilidad del ser humano en la «crisis climática», Francisco deja varias críticas a los negacionistas del cambio climático y pide terminar «de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, verde, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos».

«Aceptemos finalmente que es un problema humano y social en un variado arco de sentidos», reclama, antes de sostener que los denominados grupos «radicalizados» «cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana ‘presión’ porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos».

Francisco lamentó que «con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados».

«Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres», enfatiza luego, antes de denunciar «que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres».

«Lamentablemente la crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos, preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se pueda», concluyó.