Tuvimos el honor de ser contemporáneos de Hebe.

Hebe fue una Madre que, en la búsqueda desesperada de sus hijos, fue encontrándose con otras Madres. Y en ese encontrarse fueron aprendiendo juntas y crearon, casi sin quererlo, nuevas formas de lucha: la marcha de los jueves como resistencia y como revolución de amor, y el pañuelo como símbolo de la valentía y la solidaridad a nivel universal.

Así, Hebe construyó junto a las Madres, la definición tajante, que la lucha es siempre colectiva. Por eso decidieron socializar la maternidad y convertirse en Madre de todos y todas. Siempre insistió en que no había salidas individuales, en el último tiempo mucho más, con la idea de que los militantes populares debemos estar comprometidos con la realidad cotidiana de nuestros vecinos, de nuestros barrios, estando atentos a lo que necesitan quienes nos rodean, y principalmente los niños, los jóvenes y los más humildes.

Hebe era eso, una fuerza arrolladora que a su paso cuestionaba lo establecido, decía lo que muchos no nos animábamos a decir en voz alta, contagiaba las ganas de hacer y transformaba construyendo sonrisas, hablando con los pibes y pibas, pero fundamentalmente escuchándolos durante horas, porque insistía fuertemente en «que los jóvenes no son el futuro, sino que son el presente y hay que darles lugar».

Hebe es lo que es por la mujer que fue antes de que la dictadura genocida desapareciera a sus hijos, es lo que es por la mujer guerrera en la que se convirtió, la Hebe de la lucha incansable, la que sintió que la maternidad era colectiva y se convirtió en Madre de todos, la que en la búsqueda de justicia hizo que un pueblo entero entendiera el valor de la memoria, la que se transformó en símbolo inequívoco de la lucha por los Derechos Humanos primero, y de todos los derechos después, que hizo suya la lucha de sus hijos por una Argentina con justicia social.

Hace un tiempo venimos pensando en la dimensión humana de los grandes hombres y mujeres, a los que admiramos, de la política y del camino de la militancia.

Admiramos y queremos a Hebe porque no es una heroína de mármol. Hebe fue la mujer de carne y hueso que se emocionaba con ternura cuando recordaba a esa niña que vivía en el barrio El Dique de Ensenada (¡Cómo amaba Ensenada!), que se emocionaba cuando contaba que siendo una joven adolescente conoció a su amor y compañero que luego sería el padre de sus hijos, que disfrutó del sol y de las cosas cotidianas, de las rosas de su jardín, de los colibríes visitando sus plantas, de los domingos al mediodía viendo las carreras de autos (sí, sí, adoraba las carreras de autos). Hebe era eso, la Hebe que se conmovía con la sonrisa de un pibe al mismo tiempo que denunciaba a los poderosos, sin pelos en la lengua.

Y en este camino Hebe fue para nosotros fundamental y sencillamente compañera. Una compañera leal, que decía fuerte y claro lo que pensaba, que se enojaba y puteaba diciendo de frente las cosas cuando algo era injusto, al mismo tiempo que se preocupaba y ocupaba de cada una de sus compañeras Madres de Plaza de Mayo llamándolas todos los días sin importar horarios, preguntando en qué andaban. O también podía llamarte para saber cómo estabas, cómo estaba tu familia o algún compañero que pasaba alguna dificultad, o qué opinabas sobre algún tema en particular del momento, para terminar la conversación con un «los quiero mucho».

Todo lo que hizo, todo lo que dijo, siempre fue movilizado por el amor, por el amor a sus hijos, a los sueños de sus hijos, el amor a su pueblo, el amor a Cristina y Néstor, el amor a los jóvenes.

En el último tiempo Hebe nos habló de la fe, y nos habló del milagro que salvó a Cristina.

Una mención aparte merece el amor y el respeto que profesaba por Cristina, nos dijo que teníamos que cuidarla, que Cristina es la mujer coraje que se enfrenta a los poderosos, que junto a Néstor, Cristina nos dedica su vida y que debemos defenderla porque Cristina es la Patria. Ahí comenzó la campaña «Todos somos Cristina».

El último jueves que ella estuvo físicamente en la Plaza nos dijo «A Cristina nosotros le pedimos todo, ¿somos capaces de darle todo, de verdad? Porque los compañeros que tomaron esta Plaza hace tantos años daban la vida por Perón. Ahora no sé si todos están seguros o se cagan de miedo. El miedo es la peor cárcel, es la que enreja, es la que no deja salir, no te deja pensar. Si las Madres hubiéramos tenido miedo no estaríamos aquí, si las Madres no los hubiéramos puteado cuando ellos nos pegaban, no estaríamos aquí. Por eso si le pedimos tanto a Cristina, nosotros también tenemos que ser capaces de dar tanto, porque ellos saben que es la única que puede ganar, por eso no quieren dejarla libre, dejarla sin condenar. No la quieren víctima, la quieren condenada para que no se presente. Y están haciendo lo indecible. Es una tragedia tener semejante basura como poder judicial, son una lata de mierda, más mierda que la mierda». ¡Qué mujer gigante! ¡Qué mujer extraordinaria!, que nos pedía que así como los descamisados gritaron «la vida por Perón» aquel  17 de octubre de 1945, nosotros gritáramos «la vida por Cristina».

Hebe siempre nos invitó a creer, a tener fe, a creer en el valor de la palabra, nos enseñó que la verdadera revolución se hace todos los días cuando nos despertamos a la mañana, que la verdadera revolución es pensar en el otro antes que en nosotros mismos, todos los días, toda la vida.

Por todo lo dicho más arriba, este último jueves, la Plaza de Mayo se llenó de compañeros y compañeras, de banderas y flameadoras, de fotos, de consignas, de flores, de vida, de alegría, de esperanza, de convicciones, de bombos y redoblantes, que acompañaron a las Madres en la última despedida de Hebe, que ya descansa en su Plaza, junto a sus compañeras de vida y de lucha que allí están.

Hebe fue, es y será siempre nuestro faro de luz en el camino de lucha, para que reine en nuestro pueblo el amor y la igualdad. Sin miedo, con alegría, con coraje, con convicción y con esperanza construyendo la patria por la que lucharon los 30 mil.

Creemos que hay un cielo para los militantes populares que se ganaron el amor de su pueblo, y que ahí está Hebe con sus 30 mil hijos e hijas revolucionarios, junto a Perón y Evita, junto a Néstor y Maradona, junto a Chávez y Fidel, y alguna travesura hará para marcarle la cancha a los poderosos, y alguna señal nos enviará para marcarnos el rumbo a los que abrazamos las causas populares. «