«¿Te acordás cuando comíamos asado?» La pregunta se escucha al pasar frente al Museo de la Ciudad, en el corazón del casco histórico porteño. Con la ñata contra el vidrio, a una jubilada se le van los ojos al ver las piezas que integran la exquisita muestra «Carne», recientemente inaugurada en el edificio de Defensa y Alsina. En una época que vuelve a ser de vacas flacas, no es extraño que la carne bovina se convierta en objeto digno de museo. Y aunque todavía conserve el primer puesto en el podio culinario nacional –41,2 kilos per cápita por año–, cada vez pasa más lejos de la mesa de los argentinos.

Traspasar la plástica, muy colorida y desflecada cortina kitsch que cubre el acceso al museo permite repensar la relación que enlaza a las vacas, su carne y derivados con el metafísico ser nacional. Desde hace siglos, son el pan de cada día de los habitantes de este suelo. Vaquerías, saladeros, mataderos, frigoríficos: los bovinos marcaron a fuego el modelo de país. «Desde hace un tiempo, el museo decidió mostrar cosas que, de tan evidentes, no las vemos. El año pasado fue el alfajor, ahora la carne, un producto que forma parte de nuestra vida cotidiana: en cada cuadra hay un carnicero amigo, y en la ciudad quedan los vestigios de la industria de la carne», explica Ricardo Pinal, director de la institución.

La exposición se nutre del aporte de coleccionistas privados, de obras de los museos de los Corrales y de Zárate, del Mercado de Hacienda, del Sindicato de la Carne y de muy diversos artistas e investigadores ligados a la plástica, la literatura y el cine. «Carne» ofrece un menú bien diverso, segmentado en dos platos fuertes: la cocina de la industria cárnica y la guarnición cultural.

Una línea de tiempo permite recorrer los grandes hitos del país de las vacas. Arranca con la travesía desde el Brasil hasta la Pampa que realizaron en 1556 los hermanos Goes con siete vacas y un toro semental. Culmina cuando las exportaciones de carne llegaron a las 330 mil toneladas en 2008, durante el tórrido lockout sojero por la resolución 125. En el medio, la creación del primer frigorífico en 1883, o el asesinato del senador Enzo Bordabehere, en medio de las denuncias de Lisandro de la Torre por los negociados del nefasto pacto Roca-Runciman. Los trabajadores de la carne, que robustecieron los músculos del naciente peronismo, el 17 de Octubre del ’45, también tienen su espacio.

Cuadros al óleo de bifes, lomos y mollejas, firmados por Micaela Gauna, adornan las paredes. También obras más populares: el Patoruzú de Dante Quinterno, la Vaca Aurora dibujada por Mirco Repetto y un grabado del maestro Carlos Alonso fechado en 1976, cuando los militares convirtieron a la Argentina en un matadero.

La instalación, que replica una carnicería del siglo XX, es otro detalle de color de la muestra. Y los afiches originales, a 50 años de su estreno, del mítico film Carne, regalan la carnosa imagen de Coca Sarli.

El cierre del paseo tiene su broche de oro justo enfrente del museo, donde una improvisada parrilla al paso ofrece choris, patys y jugosos sánguches de bondiola a precios populares. «¡Ochenta pesos el chori con chimi! Todavía no aumentamos», asegura el comerciante. Un aplauso para el asador. «

Protesta animalista

La muestra fue epicentro de protestas de militantes por los derechos de los animales, que pintaron con aerosol la fachada del museo.

«Carne» puede visitarse hasta el 30 de septiembre, todos los días, de 11 a 18 horas.