Muy pocas personas conocían a F.J.L. por su verdadero nombre. Él prefería que lo llamaran Daniel Bermúdez, Francisco, Jorge Franco o simplemente «Tango», entre otros apodos. Lo cierto es que este hombre de 59 años cayó preso esta semana tras una profusa investigación de la justicia federal y de Prefectura Naval Argentina: durante años redujo a la servidumbre laboral y sexual al menos a una decena de mujeres jóvenes vulnerables, sobre todo del interior del país. “Engendra una gran mentalidad tenebrosa y muy peligrosa”, resumieron las fuentes consultadas.

De acuerdo al expediente judicial que tramita en la Secretaría de Maximiliano Callizo, del Juzgado Federal 2 de Lomas de Zamora, el sospechoso solía captar a sus víctimas de la misma manera. A través de diferentes nombres, ponía avisos en las redes sociales o en diarios de tirada nacional en los que buscaba personal para realizar tareas en su casa de Nordelta, en Tigre. Generalmente seleccionaba a chicas jóvenes vulnerables del interior, la mayoría oriundas de la provincia de Corrientes.

“Decía que el trabajo era en el barrio privado, marcando de entrada un nivel relevante de vida, que estaba por encima del resto. Se mostraba muy ostentoso y ofrecía un empleo confiable, bien pago”, comentó una fuente del caso a Tiempo, quien describió que las víctimas viajaban ilusionadas y pensaban que estaban cumpliendo un sueño, cuando en realidad estaban a punto de vivir una pesadilla.

“Una de las denunciantes recordó que cuando fue a encontrarse por primera vez con el hombre llegó puntual a la cita. Él la llamó por teléfono y le dijo que no estaba en la zona. La chica estaba sola, a cientos de kilómetros de su casa, sin vínculos en la gran ciudad”, explicó la fuente con acceso a la causa. Relató: “tras hacerla esperar innecesariamente una hora, sale de un auto que siempre había estado estacionado a unos pocos metros, desde donde la estudió minuciosamente, y la increpa: ‘a ver si te sacás el chip del interior, no podés ser tan pelotuda’. Desde ese momento buscaba ganarle la voluntad, si la víctima toleraba esa situación, lo que vendría después sería peor”.

“Así las trabajaba mentalmente, las manipulaba y sometía”, siguió el informante. Sin entrar en mayores detalles, de la investigación se desprende que como requisitos las chicas no debían tener novios, cortar los vínculos con su familia y amigos; y estaban obligadas a acatar órdenes: desde hacer tareas domésticas de sol a sol en su casa de Nordelta, atender a los “amigos” del hombre, hasta trabajar en una parrilla que Tango había abierto frente a la Estación de Temperley, en el sur del conurbano bonaerense. La reducción a la servidumbre laboral y sexual era cotidiana. Se estableció que había habitaciones en la planta superior de este negocio donde las mujeres eran obligadas a practicar sexo.

Las distintas caras del sospechoso

Tiempo dialogó con investigadores del caso y con especialistas de trata. Todos manifestaron su sorpresa por las particularidades del personaje en cuestión: “Estamos acostumbrados a toparnos con monstruos, pero este hombre es muy peligroso. Está alineado con la política, aunque no podríamos decir a qué partido sería afín. Captó a mucha gente durante mucho tiempo. Es una mezcla de algo efímero y superficial con condimentos de agente encubierto, plagado de misterio”, esgrimió otra de las fuentes consultadas.

Posiblemente, Tango haya sobrevivido a varias capas en el Estado. Fue empleado de la Cámara de Diputados de la Nación y en febrero de este año renunció a su cargo como personal de Planta de Gabinete en la Unidad Síndico de la Sindicatura General de la Ciudad de Buenos Aires. Por otro lado, ante la AFIP está registrado como autónomo en la categoría que incluye “actividades de astrología y espiritismo, las realizadas con fines sociales como agencias matrimoniales, de investigaciones genealógicas, de contratación de acompañantes, la actividad de lustrabotas, acomodadores de autos, etc.”.

“A diferencia de otros casos de trata, este hombre desarrolla todas las funciones. Dirige todo. La organización criminal es unipersonal. No hay una estructura con roles, en donde haya gente de logística o quienes se encarguen de los vínculos con los sistemas económicos, por ejemplo”, puntualizaron las fuentes, al tiempo que agregaron: “Sale de lo común. Demostró tener un poder adquisitivo elevado. Miles de dólares, millones de pesos y una gran cantidad de armas y municiones”.

Cuando los integrantes de la Dirección de Inteligencia Criminal e Investigaciones de Prefectura allanaron por orden del fiscal General Adjunto de la Procuración de la Nación, Sergio Mola, el último domicilio de Tango, un departamento en el barrio porteño de Núñez, sobre la calle Tres de Febrero –donde el sospechoso vivía con una de sus presuntas víctimas– secuestraron un importante arsenal de armas de grueso calibre, muchísimas municiones y un botín de casi 90 mil dólares y más de un millón de pesos, además de importantes montos en otras monedas como pesos colombianos y chilenos.

«Muy impulsado por el ámbito político»

El sospechoso decía dedicarse a dar cursos de custodia y tiro. Todo en el ámbito de la seguridad, e incluso tenía certificaciones internacionales. “Evidentemente, estaba muy impulsado por el ámbito político. Se manejaba de contacto en contacto, anduvo por muchos lugares, persuadiendo, a veces manifestaba ser un empresario importante, otras un funcionario de gobierno, un fiscal o juez”, subrayaron.

Por si fuera poco, ahí no se agotan las caras que el hombre manifestaba tener: “decía haber sido parte del Comando de Infantería, de la Bonaerense, que había trabajado en el Ministerio del Interior para Presidencia. Aunque también aseguraba ser parte de un Departamento de Comunicación y productor. Se hacía pasar como agente de prensa de C5N, CN23, tenía credenciales. Era una especie de camaleón”. Al respecto, los investigadores hallaron también pasaportes y documentación vinculada a la Policía Federal Argentina, a Presidencia de la Nación, la Bonaerense y títulos de propiedad de bienes suntuosos como un yate, una moto de agua y de varios vehículos.

Fuentes del caso no descartan que se trate de un agente que podría haber cumplido tareas orgánicas o inorgánicas como servicio de inteligencia; o bien que sea un psicótico, un personaje con distintos perfiles. Lo cierto es que de improvisado no tiene nada, cuenta con un buen pasar y muchos recursos. “Manifestaba tener contactos políticos, aunque sospechamos que se manejaba por debajo de los cargos, en líneas secundarias de poder. Estamos convencidos de que llegó a llevar mujeres al exterior, a países como Uruguay, Brasil y Paraguay”, acentuaron las fuentes.

Se estableció que para quebrantar las voluntades de las víctimas, el sospechoso apelaba a distintos artilugios para que le temieran. Solía mostrarles fotos caseras donde había personas que se tapaban la boca, los ojos y las orejas, como para que “entendieran que no debían ver, escuchar ni comentar nada”, precisó un vocero, quien detalló: “La idea era infundirles incertidumbre. Aparte de explotarlas laboralmente, las obligaba a mantener relaciones. Las iba acercando a su círculo más íntimo, a la vez que el miedo aumentaba. Como si fuera un juego”.

“Una vez que las quebrantaba psicológicamente, parte del plan macabro era lavarles el cerebro. Tenía una especie de tabulado sobre cómo tenían que manejarse: cómo debían vestir, las personas que tenían que ver, las necesidades del jefe y si cumplían o no, tenían premios o castigos. Llegaba a reducirles totalmente la voluntad y hacer lo que quería con ellas”, añadió la fuente, y concluyó: “Intentaba destruirlas y formarlas a voluntad propia. Quebrantando conductas y el temperamento que no le agradaba. Trabajaba sobre cada mujer para que esté a merced de él. Se creía superior, más inteligente”.

Quienes pudieron presenciar en las inmediaciones del departamento de Núñez, cuando Tango cayó detenido por agentes de Prefectura, pudieron advertir que como corolario de la investigación llevada adelante durante varios meses, fue precisamente una agente mujer de Prefectura quien se encargó de ponerle las esposas. Este diario reconstruyó que en ese preciso instante, el monstruo, esa persona que supo ser tan desagradable, ante el factor sorpresa de los uniformados se comportó como un cobarde, guardó silencio, tembloroso, al borde del llanto.