Quemar basura mata. El axioma fue trending topic pero no detuvo a los 36 legisladores oficialistas y paraoficialistas que enterraron con sus votos la ley de Basura Cero y convalidaron el negocio de la incineración en la ciudad de Buenos Aires.

En rigor, y como reveló la filtración de documentos con la estrategia del gobierno para cooptar el favor de la prensa y las ONG ambientalistas, los discursos públicos y notas periodísticas dedicados a instalar las bondades de la incineración de residuos, prohibida por aquella ley por el daño ambiental que genera, se escuchan hace poco más de un mes.

Primero apareció algún «especialista independiente» venerando esta modalidad millonaria porque el relleno de la Ceamse «está por colapsar»; le siguen artículos en grandes medios oficialistas realizados desde las ciudades europeas donde hoy funcionan estas plantas, con viajes pagados por las propias autoridades. Y al fin se llegó, en medio de la polémica, a su anunciada aprobación en la Legislatura.

La idea del gobierno fue postular una realidad crítica pero desentenderse de su papel en ese diagnóstico: los rellenos sanitarios están por colapsar. Y «si no se reacciona», en cinco años habrá una nueva crisis ambiental. La alternativa dejó de ser instaurar una política ambiental que apele al reciclaje y a la separación de residuos en origen para que la Ciudad envíe menos basura a los rellenos ubicados en Provincia. La solución elegida fueron las plantas de «termovalorización”, tal como denomina a las quemadoras de residuos. Sostienen que con la combustión generarán electricidad y calefacción.

«Como no se percibe olor, nadie adivinaría que es una planta de incineración de basura», destacaba la nota de Clarín desde Issy des Moulineaux, una localidad francesa junto al río Sena. Esa planta costó 600 millones de euros y quema 482 mil toneladas por año. En un principio, el gobierno plantea instalar tres entre Capital y Gran Buenos Aires, hasta llegar a siete. La polémica que se viene es dónde estarán, y muchos vecinos, como los de Saavedra, ya están en alerta.

Viena es puesta como un ejemplo, pero hay diferentes contextos. Desde 1985, en la capital de Austria los materiales reciclables se recogen por separado: de un millón de toneladas anuales, recuperan 350 mil. En Buenos Aires, en cambio, el gobierno incumple con las metas de Basura Cero. La norma, de 2005, ordenaba disminuir un 30% los residuos derivados a los rellenos sanitarios para 2010, un 50% para 2012 y un 75% para 2017. Estaba pautado que el año pasado sólo 350 mil toneladas fueran destinadas a entierro. Se enterraron 1.202.101 toneladas, tres veces más.

«El gobierno de la Ciudad y la Ceamse exhibieron las plantas europeas como modelos a seguir. Pero no comunicaron que esto es producto de la mala gestión del gobierno local para la implementación de la ley y el reciclado. La quema de basura es una medida anticuada y hace uso de una tecnología obsoleta», denunció Martín Prieto, director ejecutivo de Greenpeace Andino. Y agregó: «La promesa de que la incineración promueve energías renovables es una completa falacia. Quemar basura sólo provocará una mayor emisión de gases de efecto invernadero, en detrimento de los compromisos asumidos en el Acuerdo de París”.

«La incineración es tomar un atajo: como no puedo reducir los residuos, los quemo. Como una receta mágica y como si fuera gratis. La realidad es que no hay una política de reciclado de residuos», enfatizó Andrés Nápoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). Y acotó que nadie podrá estar tranquilo si se instala una planta así en la zona metropolitana: «La comparación con Europa no tiene fundamento. Allá se usa sólo para materiales que de ninguna manera se pueden reciclar, no para reemplazar a los rellenos; hay inspectores todo el tiempo, y multas gravísimas. ¿Acá quién controla las emisiones de sustancias cancerígenas? ¿Cuál es el ejemplo de buen control ambiental en la Argentina? Además, la Unión Europea ya está poniendo reparos a este tipo de tecnología, por el alto costo y los controles que demanda”.

Cecilia Allen, integrante de la Coalición Ciudadana Anti Incineración, aportó otro dato oficial: apenas el 4% de la basura generada en el AMBA se recupera, «cuando se calcula que el 80% se podría recuperar. Incinerar es perder toda esa cantidad de residuos posibles de recuperación, además de ser un gran negocio para multinacionales». Y agregó: «Comparar con Europa es mezclar peras con manzanas. Acá, por ejemplo, se produce mucha más basura orgánica, que no es buena para generar energía. Lo más importante es profundizar un sistema para reciclar. Eso acá no está sucediendo y con las plantas ni siquiera le van a pedir a la población que recicle».

La aprobación de la incineración es particularmente trágica para los recicladores urbanos. Según la Coalición Ciudadana Anti Incineración, la Ciudad entierra 1300 toneladas de residuos orgánicos por día. Serían muchas más si no fuera por los «cartoneros», los invisibles del sistema. Sólo en Capital, cada día unos 5324 recuperadores urbanos oficializados por el gobierno rescatan 530 toneladas de basura. Otras 900 son recuperadas por 5000 que trabajan de manera «informal».

El sistema de quema de basura pone en peligro las fuentes de al menos 10 mil recuperadores urbanos formalizados en el Área Metropolitana. «Desde la crisis de 2001 fuimos pioneros en cuidar el medio ambiente y generar un trabajo social, incluyendo la concientización a los vecinos, golpeando puerta a puerta, explicando cómo se puede reciclar», sostuvo Sergio Sánchez, presidente de la Federación Argentina de Cartoneros. Y sentenció: «Para nosotros, si instalan los incineradores es el Holocausto. Significa no recuperar material, se pierden fuentes de laburo. Es un negocio millonario que resulta trágico para los cartoneros. Por cada uno que recupera un bolso con cien kilos de basura diarios, se llega a 200 toneladas diarias que logramos que no vayan a entierro. Y ante el agravamiento social, cada día somos más los cartoneros».