Falta poco para que comience el verano y se agudiza la obsesión por alcanzar figuras delgadas, fibrosas y magras. La industria de la dieta y el fitness mueven cifras millonarias y empujan a bajar de peso para ponerse el traje de baño acercándose al modelo de belleza.

Existe una policía del cuerpo que penaliza lo diferente. Pero también hay una perspectiva que integra la lucha contra la gordofobia desde la política de los derechos humanos. Laura Contrera, compiladora del libro Cuerpos sin patrones: resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne (Editorial Madreselva, 2016) y tallerista de «Hacer la vista gorda», explica el impacto del “neoliberalismo magro” y vincula la alimentación con múltiples razones: “Comer es un hecho político”.

-¿Cuándo y de qué manera comienza a organizarse el activismo gordo en la Argentina? 

-El cuerpo magro, fibroso y delgado arranca en los años 20 del siglo pasado, es el modelo de belleza hegemónico en occidente. El activismo gordo es un campo político con más de 50 años de existencia en los Estados Unidos y otros países angloparlantes, ligado al movimiento de los derechos civiles, cierto feminismo y lesbianismo radical, entre otros activismos, como el trans y el de la diversidad funcional. Si bien aún están en construcción las genealogías gordas regionales, en Argentina se consolida de manera reciente, teje redes en el Estado español y otros lugares de América Latina. 

-Si una persona va al nutricionista o al gimnasio, ¿está negando con su actitud individual la lucha colectiva por la aceptación del cuerpo?

-Las industrias del fitness y médica de la dieta producen los sujetos actuales. No me parece que sean gestos aislados. Nuestros cuerpos están sometidos al régimen permanente: nos han vendido la salud bajo la forma de la vigilancia corporal. El cuerpo controlado y regimentado es un cuerpo moldeado, siempre joven y “de buena presencia”. Estamos hablando de un cuerpo delgado, capaz, blanco, de clase media y hetero. 

-¿Por qué enfrentar la gordofobia es político?

-No todas las personas engordamos por las mismas razones y hay otras causas para la gordura además de la comida. Trabajamos sobre el odio a la pobreza que encubre la fobia a la gordura: ser gordx es muy a menudo sinónimo de ser pobre. Comer es un hecho político. Pensar a la gordura como un trastorno o una patología no pone en jaque la redistribución de la riqueza, el acceso al alimento, las condiciones laborales, habitacionales, etc. de los cuerpos que engordan, o por qué engordan y cómo lo hacen, con las particularidades regionales que suelen olvidarse.

-Entonces, ser gordo o gorda no implica ser enfermo o enferma.

-Deberíamos poder discutir el modelo médico de la ingesta inadecuada con la injusticia socioeconómica: en nuestra sociedad, algunas personas comen lo que pueden, otras lo que tienen y la gran mayoría lo que está disponible. Lo que se considera “adecuada” cantidad o modalidad de la ingesta invisibiliza las múltiples razones por las que los cuerpos gordos son gordos, en efecto. Podríamos trabajar otras variables como la edad, la clase, el género, la orientación sexual, la diversidad funcional, la etnicidad.

-¿Cuál es el estado actual de la lucha hoy en la Argentina?

-Nuestro activismo prolifera en lo que llamamos con Nicolás Cuello “neoliberalismo magro” y se inscribe en un contexto de profundización de la xenofobia, odio a las comunidades migrantes, disidentes sexuales, etc. La lengua del patrón es hoy la lengua del ajuste, los cuerpos pobres y grasos entran en posproducción: deben apretar el cinturón y evitar el exterminio de la diferencia y desaparición. Luchamos por reclamar el deseo y la resistencia en varios frentes, hoy estamos ocupadxs en producir más saberes situados en torno a la gordura y a la sociedad.

-¿En qué amenaza que haya diversidad corporal?

-Tenemos que pensar en las cifras millonarias que mueve la industria de la dieta. Se asocia delgadez con salud, y estamos en un momento histórico donde la salud, que es una mercancía más del mercado, es un estado ideal al que aspiramos como sinónimo de bienestar y felicidad. Esta idea general de que la normalidad pasa por la salud lleva a que cualquier descalifique públicamente el comportamiento considerado no saludable. La policía del cuerpo y del género han sido estudiadas por el activismo gordo.

-¿En qué se basa el criterio de saludable o enfermo desde el punto de vista del peso? 

-Desde el activismo gordo sostenemos que el peso o la talla de una persona poco dicen sobre su estado de salud, sus hábitos alimentarios o su modo de vida. Sólo el prejuicio o el odio leen esos cuerpos de una manera unívoca. La activista Marilyn Wann dice muy acertadamente que con mirar a una persona gorda lo único que podemos diagnosticar con certeza es el propio nivel de fobia a la gordura.