«¿Los podés dejar afuera?», me preguntó la guardia de seguridad de la farmacia señalando a mis dos hijos. 

No le respondí. Los agarré fuerte de la mano y entré al local a comprar el remedio para calmar el dolor de panza que tenía desde hace unos días. Dolor que se agudizó en esa caminata de tres cuadras a la farmacia, gracias a las miradas indignadas e inquisidoras. Hubiera ido a otra farmacia pero en tiempos de cuarentena mejor pájaro en mano.

Apenas salimos de casa nos cruzamos con una señora paseando a su perro. Pasó por al lado  nuestro y se pegó a la pared para extremar la distancia. Miró a mis hijos. Me miró a mi. Movió la cabeza de un lado al otro. No fue la única. 

En la cuadra siguiente un señor con barbijo a media asta y un cigarrillo en la boca cruzó antes de tener que esquivarnos. El humo de su boca se mezcló con la bronca de su mirada. Se mordió el labio de abajo. Reboleó los ojos. Chistó.

“Mamá ¿Por qué nos miran así?”, preguntó mi hijo mayor.

Esa noche, mi hija más chica soñó que iba a comprarse un disfraz de unicornio. “Cuando tenía que pasar a probármelo no me dejaban entrar, mami. Sólo podían entrar los que tenían papá”, me contó mientras desayunaba. Ahí recién pude responderme la pregunta de mi hijo: Nos miran así porque soy una mujer que sale a la calle con sus hijos. No importa si no hay otra opción. No se lo preguntan. Tampoco importa el significado de la palabra empatía.

Mujer sale a la calle con esas cajitas de posibles virus llamados niños. ¿Debería ponerles una correa? ¿O mejor dejarlos solos en casa?Madre irresponsable. Sobre todo, mujer irresponsable. Aunque a Nicolás Cabré le haya sucedido algo similar, y a quien debemos la visibilización; en su mayoría quienes crían a solas en cuarentena – y por fuera de ella también – son madres, son mujeres madres. 

No sólo nos lo dicen a nosotras. También se lo dicen a ellos. Aunque la mirada vaya hacia el adulto, el dedo va hacia los niños.

“Mamá, no quiero salir”, me dijo mi hija cuando la estaba preparando para ir a comprar al supermercado de la vuelta. “No me gusta que nos miren con ojos malos”. Le saqué las zapatillas, y decidí no salir.

¿Y si salimos con un cartel que diga: “Soy mamá soltera, no tengo con quien dejarlos”? ¿Funcionaría?  ¿Los fundamentos patriarcales no tomarían revancha? Ojalá existiese un barbijo para los ojos malos.

Madre soltera: ¿delito penal?

“¿Señora, qué hace?, no puede estar con un menor en la calle”, le dice un policía a Gabriela después de que el patrullero giro en U en por avenida Del Libertador.

Gabriela estaba paseando a su perro a una cuadra de su casa, con su hijo de 2 años. Con quien vive, cría y cuida, sola. Salió a las 19 horas a hacerlo, porque estuvo trabajando – desde su casa- hasta esa hora. “Vamos a tener que hacer un acta porque estar con un menor en la calle es un delito penal, y está rompiendo la cuarentena”, le dijo el Policía mientras le indicaba a su colega que frene a un chico que iba en moto a entregar un pedido, y a un taxi, para que sean testigos.

Del taxi se bajó una mujer. A diferencia de lo que pensó Gabriela, la taxista – junto con el policía- la pusieron en el banquillo de acusadas: “Estas mujeres qué se piensan. Estás arriesgando la vida de tu hijo. Sos una inconsciente. Por lo menos ponele barbijo”.

Gabriela les explicaba que su hijo no puede usar barbijo porque tiene 2 años. Y, según el Ministerio de Salud de la Nación, no está indicado en niñxs tan pequeñxs por riesgo de asfixia. También le decía al policía que estar con un menor en la calle no es delito; y le mostró información oficial desde su celular.

“No me importa lo que me estás diciendo. Te va a llegar una citación. Después le explicás a quien corresponde”, le dijo el policía varias veces, desoyendo la legalidad.

Entre medio de tanto alboroto llegó otro patrullero. Bajaron  otros dos policías. Lo que Gabriela tarda cinco minutos en hacer (que su perra haga sus necesidades), se convirtió en casi media hora de estar en la calle, y rodeada de gente; ahora sí, exponiéndose al contagio de ese otro virus invisible.

“Cuando volví a mi casa quedé muy frustrada, con miedo. Vivo sola con mi hijo y tengo que sacar sí o sí a mi perra a la calle”.

Mientras la policía le estaba haciendo un acta, Gabriela grabó un video que subió a las redes que se viralizó. Llegó a manos de actrices y medios que ayudaron a su difusión. En un primer momento, ella recibió palabras de apoyo, de sororidad. Pero mayor fue su llegada, más dedos acusadores aparecieron. Hasta le dijeron que “estaba poniendo la vida de su perro por delante de la de su hijo”.

“Me hizo muy mal, estuve muy estresada. Me dolió mucho saber que vivimos en una sociedad tan poco empática”, dijo. Gabriela hizo la denuncia pero la mujer que la atendió, si bien se la tomó, dijo no poder acompañarla porque estaban sobrepasados de denuncias de violencia física y verbal de diferentes instituciones, sobre todo de la policía.

-¿Qué le dirías a una mujer que haya pasado por una situación similar?

-Que se anime a denunciar. Estas cosas las cambiamos visibilizándolas, poniéndolas de manifiesto. Los atropellos a las familias monoparentales también pasan por fuera de cuarentena”.

Ley monoparental

La abogada Nicole Quinteros, que también es agente en el Organismo de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires, enfatiza la falta de  perspectiva de género que hubo al aplicar las medidas originales en cuanto al aislamiento social, preventivo y obligatorio COVID-19.

“Es entendible que se trate de solucionar lo macro para luego hilar fino con cada cuestión, pero las realidades de familias mono-maparentales no pueden esperar, sino que más bien necesitan recibir respuesta inmediata”

Durante estos 50 días de cuarentena, Quinteros recibió muchísimas consultas de madres que al salir con sus hijos fueron increpadas o cuestionadas por fuerzas de seguridad y  por dueños de supermercados

“Estamos hablando de salidas para abastecimiento alimentario o de salud, lo que hace aún más terrible que tengan que ser víctimas de un sistema sin empatía y solidaridad. Ninguna persona que esté yendo a abastecerse a un supermercado o por salud con niños, niñas y adolescentes, debe pasar por esas situaciones, ya que estamos autorizados para hacerlo. Es terrible tener que aclararlo”.

“Creo que existe una gran falta de empatía por una parte de la  sociedad, en donde lidera la mirada prejuiciosa antes que la solidaridad. Y  desde ahí es que nuestro lugar como ciudadanos tendría que ser siempre para ayudar, pero también de no quedarnos callados cuando vemos una injusticia de este tipo. Mirar hacia un costado, es parte”, reflexiona Quinteros.

No excusar a la cuarentena

Lo que estamos viviendo es también el reflejo de las tensiones de éste gran cambio de paradigma. Cambio de viejos modelos  de destrato y autoritarismo hacia sujetos de derecho como son los niños, niñas y adolescentes. Así como también los modelos monoparentales siguen teniendo,  en una parte de la sociedad, estigmas que parecieran no coincidir con modelos “normales” y que fueran de aceptación social.

“Como mujer y mamá, me cuesta pensar que tenemos que pedir empatía y exigir que nuestros derechos vayan de la mano con las realidades, para que cuando se lleven a la práctica no se deje en el camino las situaciones de tanta vulnerabilidad”, concluye la doctora Nicole Quinteros, a quien se la puede contactar a través e su IG, @dra.quinterosnicole

El decreto

El viernes pasado, desde el Ministerio de Desarrollo Social anunciaron la firma de DNU n 262/2020 que  Autorizan a niñas y niños de hasta 12 años a hacer compras junto a uno de sus padres

Para denunciar: INADI 1164921079 y 1161853968 todos los días de 9 a 15 hs, Mail: [email protected] .