Durante esta semana, en La Mañana de la 750, mi compañero Fernando Borroni se refirió a cierto nivel, verdaderamente desdeñable, de la política argentina y puso como ejemplo a Patricia Bullrich. De inmediato surgió la imagen de Macri y algunos otros que fueron presidentes. Uno se pregunta de inmediato: ¿Cómo fue que nos pasó esto? Es que cuando se trata de presidentes de la derecha, da lo mismo cualquiera: a Clarín, que es el que pone y saca a quien quiere, le da lo mismo. Ahora, por caso, va por el 5G. Le quita el sueño. Sería un paso adelante extraordinario en materia de comunicación. Quieren comprarlo, quedárselo para ellos, pero, claro, con plata del Estado. Por eso, les da lo mismo que sea Larreta, Bullrich, Macri: el que le garantice el negocio que les permita dominar cada elemento de energía y comunicación.

Los llamados medios hegemónicos. Justamente, tuvo enorme repercusión la discusión entre una periodista del canal de la Embajada y un luchador social. Sin necesidad de dar nombres propios que a veces afean el comentario, el episodio permite entrarle a particularidades como la violencia de género al revés y la pauta publicitaria.

Si una periodista, efectivamente quiere acorralar a un entrevistado hombre y lo hace a partir de una mentira, especula con que la respuesta no puede tener la energía de una pregunta formulada por otro hombre. Luego, hay una delicadeza que, cuando se pierde, causa daño al entrevistado, pero la primera violencia, la primera demostración de poder que arrasa va por cuenta de la entrevistadora. De antemano quiere destruir a su interlocutor, quien lo siente y se indigna. Conoce al personaje: alguien que quiere sacar un rédito para su vanidad, sobre todo si sirve a un sistema muy perverso. Indigna. Es violencia de género. Lo es cuando una mujer insulta a un hombre, o le falta el respeto. Salvando las distancias, tiene un componente de cobardía como se si diera al revés. Lo hacen, justamente, desde la búsqueda del sometimiento y de la imposibilidad de responder.

Planeros

Volvamos a los planes. Lo que el Estado pone muchas veces va a parar a los bolsillos de quienes luchan contra el mismo Estado. Es notable. En ciertos casos, lucran inmensamente más que quienes reciben planes y son estafados por el régimen económico capitalista que sostienen desde esos medios.

La pauta es el principal sostén de los salarios de los periodistas. La publicidad oficial es un porcentaje que oscila, pero es altísimo. Los empleados de TV, radios, diarios, a la hora de cobrar, jamás podríamos precisar cuánto hay de planeros en cada uno de nosotros. A algunos se lo dan para que puedan comer, a otros nos lo dan para que se sostenga la fuente de trabajo. Acusar a los planeros con tanta facilidad, surge de que los periodistas no pensamos en esto: nos da miedo verlo de esa manera, porque nos tendríamos que callar la boca. Pero los planeros caros de los medios reciben mucho más dinero que los planeros pobres que no tienen para comer.

Por eso la pauta es un premio o un castigo. Nunca fue establecida por ley, de un modo fehaciente, correcta, que no tenga que ver con la fuerza de extorsión, que es infinitamente mayor que la que ejercen los piqueteros, quienes van, dan la cara, pelean desde abajo, quieren comer, quieren ponerse una ropa.

La pauta de los medios más poderosos la dan los gobiernos de derecha a mano llena. Pero por capacidad de extorsión, le sacan tanto o más al actual gobierno. Ni este ni otro revisará cómo se dan las pautas que deberían ser reguladas, como ocurre en muchísimos países (a los que miran cuando quieren verse en un espejo mucho más lujoso), para ser distribuidas de manera mucho más justa.   

Que se le dé más a quien menos tiene. Pero los planeros de las pautas jamás lucharán por eso.

Complicidad

Hablando de cruces que prueban reflexiones, hubo otro que recuerda que algunos integrantes de la derecha del mundo entienden a la perfección que siendo desagradables, soeces, mentirosos, provocadores y todo lo que se le parezca, les va mejor. Hay que escuchan a los dirigentes de Vox, o lo que dice Ted Cruz (tomado por mafio-Magnetto en la tapa de su diario, como si tuviera algún significado), a tantos en el mundo, a tantos y tantos de acá cerca.

Existen porque los medios de comunicación los necesitan para decir cualquier cosa a quienes quieran atacar. Como les sirve Cruz para que muchos piensen que CKF es una ladrona: así captaron adeptos en todos esos años. Cada jornada nos encontramos con lo mismo.

Estos personajes se basan en la certeza de que tienen medios que los van a difundir. ¿Se perdió todo atributo ético, de manual, en los medios de comunicación? ¿Se puede hacer cualquier cosa como hacen los medios que llamamos dominantes y no son otra cosa que extorsionadores, mafiosos y diabólicos con la República?

Son a los que demasiado poco se los denuncia desde la clase política, por el miedo pavoroso que se les tiene. ¿Es comprensible ese miedo? Sin ir más lejos, recomiendo la película Harriet, una historia real, maravillosa, de mitad del siglo XIX: una ciudadana negra de los EE  UU que liberó a muchísimos negros, lo único que logra es dominar ese miedo. Es difícil deshacerse del miedo.

En las últimas horas, volvimos a ser testigos de un nuevo episodio, el enésimo, que en lugar de refutar con argumentos, números, conceptos, lo que vale es el agravio, ser soez, original en el insulto. Se animan a todo. La derecha, sus dirigentes, toman coraje porque se deshicieron de cualquier límite ético, están desorbitados, hacen cualquier cosa un avanzar un palmo en su interna, en una política a la que envilecen.