Miguel Ángel Casco escuchó, perplejo, la recomendación de quien hasta entonces era su abogado. «Te voy a ser sincero –empezó el defensor oficial–. De esta no zafás porque la causa está armada. Encima con este tribunal no me va bien. De diez juicios, perdí ocho. La mejor opción es firmar un abreviado y a la pena le descontamos los seis meses que ya estuviste preso». Casco se quedó masticando en silencio esas palabras y sólo por precaución preguntó si había entendido bien, si tenía que cumplir una condena por algo que él no había hecho. Al sí del abogado le siguió el no de su cliente. 

El jueves, en la sala del Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de La Plata comenzó el juicio oral y público contra Casco, un exempleado municipal y referente de su barrio, acusado de instigación a la violencia colectiva agravada por la propagación de enfermedades, al ser apuntado como el principal organizador de un grupo de personas que realizaron una toma de terrenos durante la madrugada del 31 de octubre y el 1 de noviembre de 2015 en la calle 416, entre 153 y 154, de la localidad platense de Arturo Seguí.

Casco, que hoy tiene 41 años, fue detenido el 9 de noviembre –más de una semana después del supuesto hecho violento– por orden del juez Pablo Raele, quien hizo caso al pedido del fiscal Marcelo Romero y dictó la prisión preventiva. Fueron seis meses –hasta que la Cámara decidió excarcelarlo– de dormir en distintos penales de la provincia de Buenos Aires, compartiendo celda con presos condenados por delitos graves y sufriendo palizas de parte de la Policía Bonaerense y el Servicio Penitenciario.

«No sé por qué tanto ensañamiento conmigo. Estuve en la Alcaidía Pettinato, en la Unidad 1 de Olmos y la 23 de Florencio Varela. Por suerte los presos más grandes me cuidaron, porque ellos sabían que yo ayudaba a la gente en el barrio. Un día, en Olmos, vino gente de Derechos Humanos. Les conté mi caso y les dije que no tenía que estar ahí. ¿Para qué? Los penitenciarios se enteraron, me cagaron a palos y me mandaron al buzón para que aprenda que en el penal mandan ellos».

–¿Qué pasó aquella madrugada de la toma?

–Yo vivo desde hace más de 30 años a media cuadra del predio que tomaron, y conozco a los vecinos, así que me metí para hablar con la policía, explicarles que había muchos chicos y que se quedaran tranquilos. Si yo me hubiese metido de forma violenta, me hubieran detenido en ese momento. El lugar estaba lleno de policías.  

La curiosa acusación que pesa sobre Casco incluye la «propagación de enfermedades», que se justificaría por una supuesta quema de gomas ocurrida durante la toma que el imputado y la veintena de testigos aportados para el juicio van a desmentir.

«No hubo un solo disparo –explica–, ni rotura de autos, ni quema de gomas, nada. Ni siquiera se cortó la calle. No tenía sentido hacerlo, si la gente ya estaba adentro del predio. Pero el juez se basó únicamente en la versión policial».

De acuerdo con la acusación de la fiscal del juicio, Claudia Cendoya, «esa noche, un sujeto de sexo masculino instigó a un grupo de personas a cometer el delito de usurpación […] incitando públicamente a la violencia colectiva respecto de los vecinos […] El sujeto también amedrentó mediante amenazas a Susana Beatriz Sanabria».

«A la denunciante (por Sanabria) la conozco desde hace años y esa misma noche hablamos bien. Ella quería que la gente que tomó el predio se fuera y me decía: ‘Gordo, andá a hablar vos’. Me sorprendió mucho que diga que yo la amenacé. Cuando mentís, después te olvidás lo que dijiste. Por eso sé que en el juicio se van a pisar solos». 

Miguel trabajaba en la delegación Arturo Seguí de la Municipalidad de La Plata, cortando el pasto de las plazas y las ramas que entorpecían el tráfico. A veces también manejaba la «Almeja», el camión que se usa para retirar restos de malezas o escombros. Conocida la noticia de su detención, su contrato fue cancelado y su ficha, borrada de los registros. 

«Me ensuciaron en todos lados. En los programas de (Jorge) Lanata y (Luis) Majul me presentaron como el responsable de las tomas de tierra en la zona. También dijeron que yo era puntero político, pero siempre fui laburador. Si tengo que hacer un pozo de baño, lo hago. Vivo en el fondo de la casa de mis suegros y no tengo ni las piezas terminadas. No soy rico, no tengo poder, no manejo a la gente, apenas llego con lo justo para darle de comer a mi familia ¿Quién me va a dar trabajo ahora? Soy un cuco». 

–¿Por qué llegaste a este juicio entonces?

–Claramente, es político. Quisieron frenar con mi detención la toma de terrenos, pero me tiraron a los tiburones. Si me mataban en la cárcel, ¿quién se iba a hacer cargo? No les importó arruinarme la vida. Es como si en La Plata no se pudiera ser peronista porque te inventan algo para meterte preso.  «

El apoyo de 150 vecinos

El juicio seguirá la próxima semana y será el turno de los testigos de la defensa. «Son gente que respeta y valora el trabajo social que ha hecho Miguel en Arturo Seguí», adelanta su actual abogado, Damián Barbosa.

En su momento, a Casco ya lo respaldaron con sus firmas más de 150 vecinos de la zona, en un intento por desarmar la causa que lo tuvo preso seis meses y que desembocó en el actual juicio. «Lo que me genera tristeza es que no se crea en la crisis habitacional y en que la gente humilde también necesita un lugar donde vivir. Porque más allá de lo jurídico está lo humano», expresó Barbosa durante la primera jornada del debate oral. «