Nací un mes después del ataque al Cuartel Moncada en 1953, de modo que Fidel y la Revolución Cubana siempre formaron parte de mi vida familiar y política.

Hasta que empecé a militar, Fidel era el pariente famoso por el que se nos acercaron algunos periodistas pero también los servicios de inteligencia de nuestro país. Para una familia de clase medio baja de laburantes, peronistas de sentimiento y voto, pero sin ninguna participación política, resultaba inquietante.

Con mis padres y mi hermana, lo fuimos a conocer al Hotel Alvear Palace en 1959, cuando viajó al encuentro de la OEA durante el gobierno de Frondizi.

Me pusieron el único vestido de domingo que tenía, de plumetí blanco, y esperamos un largo rato en la recepción. Nos hicieron pasar a una habitación que era lo más lujoso que yo había visto, con una enorme cama con sábanas blanquísimas. Y entonces entró Fidel desde una puerta, en pijama, muy alto, barbudo, fumando un enorme cigarro y con un acento desconocido para mí, lo que me produjo una sensación de extrañamiento. Luego entraron otros barbudos como él y me sentí aún más intimidada. No recuerdo nada de lo que se conversó allí, excepto que me pareció muy mal que se le cayeran cenizas sobre las sábanas y no las limpiara.

Años después, cuando le conté esta anécdota a Raúl Castro, se rio y me dijo que tenía que contársela a Fidel porque apreciaba mucho saber qué impresión causaba en los demás, en este caso, una nena de 6 años. Lamento no haberlo hecho en alguno de los encuentros que tuve con él.

Cuando asesinaron al Che yo era muy joven como para dimensionar la enormidad de la pérdida y solo unos pocos años después, a mis 17, cuando comencé a estudiar Sociología, a leer y discutir en la mítica Facultad de Filosofía y Letras de los años 70 y a ser delegada gremial por primera vez, me picó el bichito de la militancia y empecé a conocer el papel fundamental de Fidel en lo que había significado la Revolución Cubana para el Tercer Mundo y para mi generación.

Nuevamente sentí un extrañamiento, de signo opuesto al anterior, al tomar conciencia de la estatura de los parientes que la vida me regaló. Y aún me produce una especie de pudor…

Es imposible ser original para hablar de las cualidades de Fidel sobre las que hay innumerables crónicas y opiniones a nivel internacional.También en esto siento pudor, como si no estuviese autorizada para ello.

Desde hace más de 60 años en Latinoamérica vivimos intentos de revolución, derrotas, golpes de estado sangrientos, muchos muertos, cayó el muro y la Unión Soviética, gobiernos nacional-populares, golpes mediáticos. Y Fidel siempre estuvo ahí y sostuvo la Revolución Cubana junto a su pueblo en las narices del Imperio.

Podemos pensar que el Siglo XX, el del proyecto de dar vuelta la tortilla, terminó en los años 90 con el neoliberalismo. O podemos pensar que termina recién hoy, con la muerte delsímbolo más personalizado de la Revolución.

Gracias Comandante por la dignidad, por el ejemplo y por convencernos de que es posible modificar la realidad.

Hasta la victoria, siempre !!!