El Pultizer es un premio a la excelencia en periodismo, literatura y composición musical con el que todos sueñan cuando empiezan una carrera de comunicación en Estados Unidos. No tanto por el dinero que entrega -son 10 mil dólares, suficiente para un autito no demasiado viejo pero no tanto que permita dejar de trabajar, por ejemplo- como por el prestigio que otorga. Si hasta en un capítulo de Los Simspon, Homero aparece ganando el premio por una página web de chismes. Ni que decir que Clark Kent y Luisa Lane, personajes de Superman, fueron galardonados por trabajos publicados en el Daily Planet.

Pero la calidad periodística que pretendía Joseph Pulitzer -este emprendedor de origen húngaro que compitió en su época con los medios de William Randolph Hearst- no solo parece un valor en desuso sino que incluso puede ser perjudicial para los tiempos que corren. Al menos eso se plantean los trabajadores del Denver Post que en 2013 obtuvieron el Pulitzer en forma colectiva por la cobertura de la balacera en el cine Century de la localidad de Aurora, Colorado, que dejó un saldo de 12 muertos y 58 heridos en el estreno de «El caballero de la noche asciende», la última de la saga de Batman. dirigida por Christopher Nolan.

El diario fue vendido a un fondo de inversiones «buitre» y la foto que publicaron en las redes ilustra sobre el verdadero exterminio laboral cometido por la gente de Alden Global Capital LLC, propietaria de la mayoría accionaria del grupo al que pertenece el principal diario de Colorado. De 184 trabajadores que tenía el medio en 2012, quedaron 99 y se anunciaron ahora más recortes. No hace falta aclarar que las siluetas en negro eran parte del staff que participó en la edición que premió en 2013 la administradora del legado Pulitzer -la Universidad de Columbia- por «su amplia cobertura del tiroteo masivo usando herramientas periodísticas desde Twitter y Facebook hasta video y artículos escritos para capturar una noticia relevante y darle contexto». (La cobertura fotográfica se puede ver acá)

El Denver Post tiene actualmente una tirada de unos 400 mil ejemplares los días de semanas y más de 600 mil los domingos. Fundado en 1892, siguió la tradición de los diarios estadounidenses de una interesante independencia de los poderes políticos y económicos que le dio influencia y credibilidad en la comunidad local. Para sus periodistas era motivo de orgullo, como le contó Jesse Aaron Paul a Margaret Sullivan, de The Washington Post, hace unos días, cuando les anunciaron una nueva ronda de recortes de personal. «Cuando empecé a trabajar, en 2014, (tenía 21 años) lo sentí como si hubiera llegado al final de una carretera de ladrillos amarillos «(una figura alegórica de El Mago de Oz).

Pero no parece una época en que el periodismo sea un valor para la dirigencia de un país como Estados Unidos, que se caracterizó por defender las libertades civiles bajo el manto de medios de información que mantuvieron una gran cultura de la ética y la responsabilidad. Así, a los cambios tecnológicos que llevan a que cada vez más ciudadanos se informen a través de internet o las redes sociales, se suma que ya no quedan dueños de medios, como la mítica Katharine Graham, magistralmente interpretada por Meryl Streep en la película Post, de Steven Spielberg.

Según relata Julie Reynolds en The Nation, desde 2004 los especuladores compraron y literalmente disecaron alrededor de 679 diarios locales que tenían un público de 12,8 millones de personas. Lo que escribe a continuación en ese semanario «progresista» creado en 1865 que imprime 187 mil ejemplares y en el que escribieron Albert Einstein, León Trotsky, Martin Luther King y Jean-Paul Sartre, por mencionar a algunos, es demoledor:
«A diferencia de los grandes propietarios corporativos en el pasado, el objetivo declarado de las empresas de inversión no es mantener vivos los periódicos con problemas, sino aspirar los activos y las ganancias y luego disponer de lo poco que queda. Bajo esta estrategia, las salas de redacción de Estados Unidos se redujeron de 46,700 periodistas a tiempo completo en 2009 a 32,900 en 2015, una pérdida de aproximadamente un periodista de cada tres. La Sociedad Estadounidense de Editores de Periódicos dejó de estimar el número de periodistas que trabajan en 2016 porque «los despidos, las compras y la reestructuración son una norma»».

En el caso del Denver Post, la secuencia siguió un curso intermedio. En los 90 quedó en manos de un conglomerado, el MediaNews Group, fundado por William Dean Singleton, que llegó a contar con 53 diarios con una tirada de 2,7 millones los días de semana y 3 millones los domingos. Singleton fue periodista a los 15 años y a los 21 (era el año 1972) compró su primer periódico en Graham, Texas. Luego armó un modelo de negocios que consistió en adquirir medios locales y armar redacciones en distintos distritos para la producción de temas puntuales que servían para toda la cadena. Así redujo costos despidiendo trabajadores que hacían esa tarea en cada sitio y se convirtió en la segunda cadena mas grande de EEUU, detrás del grupo Sinclair.

Pero cayó en bancarrota en enero de 2010 y fue entonces que a precio de ganga el MediaNews quedó en manos de Alden Global Capital, un fondo con sedes en Delaware y las islas Caiman. O sea, poco apegado a pagar los impuestos que corresponden por sus beneficios y su actividad en el país.

Creado en 2007, el Alden es básicamente, como lo definen quienes lo estudiaron en profundidad, un fondo buitre. Tiene compañías de medios pero también participa en financieras y en su cartera tienen bonos de deuda de países subdesarrollados. El fundador es Randall Smith, un personaje de bajo perfil pero mucho dinero que alguna vez deslizó que comprar medios tiene la ventaja de que una vez que uno se mete ya sabe cuáles son los problemas que debe enfrentar. Y suelen ser los mismos: publicidad, venta, costos fijos.

Ese item está bastante complicado en todo el mundo por la competencia de internet y por el cambio de paradigmas de los lectores, aunque en Estados Unidos hay una cultura de la suscripción que facilitó en muchos casos el paso a la asociación digital de los antiguos lectores. La forma de reducir eso que para cualquier administrador (sin visión estratégica diría uno desde el periodismo) son «gastos, es una catarata de despidos que no encuentra fin.

Porque disminuir la cantidad de periodistas implica también disminuir la calidad del producto que se ofrece al lector. Que al cabo de un tiempo deja de comprar el medio, que deja entonces de recibir publicidad, lo que lleva a nuevas reducciones de personal. Mientras tanto, los titulares de los fondos utiulizan el dinero que pueden sacar de cada ajuste a nuevos negocios fuera del periodismo.

Sin embargo, está la necesidad de cualquier democracia de contar con una prensa que le cuente lo que ocurre en su país de manera veraz. Joe Nocera se plantea esta problemática en un artículo para Bloomberg donde trata el declive del Denver Post bajo la tijera de Heath Freeman, el administrador al que delega sea tarea inmisericorde el inversor Smith. La capital de Colorado contaba con tres diarios y ahora queda solo en Denver Post, «con 66 periodistas en una sala de redacción desmoralizada», dice Nocera. Y se pregunta «¿Realmente puedes cubrir un área metropolitana de más de 2 millones de personas con 66 periodistas?».

Paul, el joven del Denver Post que habló con la cronista del Washington Post, tiene para esto una reflexión que puede aplicarse a cualquier empresa o incluso estado que expulse personal aduciendo que eso beneficiará el negocio o servirá para ganar en eficiencia. «¿Cómo te ayuda el corte de una pierna para seguir corriendo?»