El ataque con un dron sobre el Kremlin desató el anuncio de represalias de Moscú, la acusación de que detrás del atentado estuvo la mano de la Casa Blanca y hasta un guiño favorable a la posición rusa de un precandidato presidencial por los demócratas para las elecciones estadounidenses del año que viene. Se trata nada menos que de Robert Kennedy Junior, hijo homónimo del exprocurador de Justicia y sobrino del expresidente John –asesinados ambos en la década de 1960– quien recordó la intervención de los Kennedy para desarticular un conato de estallido nuclear con la Unión Soviética en 1962.
«Imagínese cómo responderíamos si las fuerzas respaldadas por Rusia lanzaran un ataque con aviones no tripulados en el Capitolio. Debemos detener estos intentos desquiciados de intensificar la guerra», posteó Kennedy Jr. en su cuenta de Twitter. «Después de desactivar con éxito la crisis de los misiles en Cuba, el presidente John Kennedy advirtió en contra de obligar a Rusia a elegir entre la humillación nacional y la guerra nuclear. Deberíamos prestar atención a su consejo», agregó luego.


El heredero de la dinastía Kennedy es un activista ambiental y abogado de 69 años que no tuvo mayor participación en la política partidaria hasta el momento. Su currículum lo marca como autor de libros sobre medio ambiente y litigando en defensa de ciudadanos afectados por contaminación, entre ellos de la cuenca del Río Hudson, que baña la ciudad de Nueva York. Ahora, y cargando con el sino trágico de su familia –a los asesinatos de su padre y su tío, donde resulta difícil no ver la sombra de las agencias de vigilancia, se agrega el accidente en que murió su sobrino John Kennedy Jr. en 1999– corre por izquierda al Partido Demócrata y además de pedir un cambio de enfoque en Ucrania, afirma que desde la presidencia liberaría a Julian Assange y pondrá fin al sistema de vigilancia interna sobre los ciudadanos desplegado desde el 11S.

Aniversario
El ataque a la sede del gobierno ruso del miércoles fue interpretado como un intento de magnicidio del presidente Vladimir Putin. La primera respuesta fue acusar a Ucrania de un golpe terrorista, cosa que las autoridades ucranianas negaron rotundamente. En el contexto de una guerra, se entiende que todo vale y esa postura dio a entender que Rusia ahora se reservaba el derecho a eliminar físicamente a Volodimir Zelenski. Pero el viernes el canciller Sergei Lavrov sostuvo en una visita a la India que «los terroristas de Kiev no habrían podido llevarlo a cabo sin el conocimiento de sus jefes», y agregó: «si usted cree que porque Estados Unidos y Ucrania han rechazado las acusaciones debemos dejar de pensar lo que sabemos, no es así».
Desde el Kremlin también alegaron que la operación tiene «el estilo típico de los nacionalistas ucranianos», según el presidente del Comité de Investigación, Alexandr Bastrikin, para quien además se trató de un hecho «cínico» porque se produjo «en vísperas de celebrarse el Día de la Victoria» –el 9 de mayo– en recuerdo de la rendición del Tercer Reich, en 1945, lo que marcó el fin de la Segunda Guerra. Dato adicional: en París se recuerda la fecha el 8 de mayo (por la diferencia horaria con Rusia) como la Fiesta Nacional de Francia y nuevamente no fueron invitados representantes rusos, como ocurría hasta 2014.
Para anotar en la lista de posibles atentados atribuibles a fuerzas ucranianas, este sábado resultó herido el escritor nacionalista Zajar Prilepin al explotar el auto en que viajaba por la región de Nizhny Novgorod. En el hecho perdió la vida el chofer del vehículo. Prilepin es defensor de la guerra contra Ucrania.
En agosto pasado, Daria Duguina, la hija del filósofo nacionalista Alexndr Duguin, murió al explotar una bomba en el coche en el que debía viajar su padre, y al que había reemplazado a último momento tras un encuentro político en las afueras de Moscú.

Municiones
En el campo de batalla, mientras tanto, y a la espera de una muy anunciada ofensiva de primavera ucraniana en alguna parte del Donbass, el jefe del grupo paramilitar privado Wagner, Yevgueni Prigozhin, dio el batacazo el jueves al afirmar que el próximo miércoles sus tropas dejarán Bajmut por falta de municiones y para no someterlos a una muerte sin sentido. «Cargarán con la responsabilidad de decenas de miles de muertos y heridos delante de sus madres e hijos», dijo en un video dirigido al Estado Mayor de Rusia. Muchos entendieron que era una maniobra de distracción destinada a tentar a los ucranianos a una emboscada en esa zona. Luego se informó que había pedido permiso para ceder sus posiciones a las tropas del batallón Ajmat, del checheno Ramzan Kadirov. La viceministra ucraniana de Defensa, Ganna Maliar, argumentó que la táctica rusa podría reemplazar a los Wagner con tropas de asalto paracaidistas para terminar de conquistar Bajmut el mismo martes y sumarlo a la celebración del 9M.

Gonzalo Lira, Gershkovich, Assange y el riesgo periodístico

Las autoridades ucranianas confirmaron la detención del periodista chileno-estadounidense Gonzalo Lira por efectivos de la agencia de seguridad SBU en Jarkiv. «En sus intervenciones, el bloguero aseguró que las atrocidades en Bucha fueron cometidas por ‘las fuerzas del régimen Zelenski’ y que las Fuerzas de Defensa de Ucrania utilizan a la población civil ucraniana como escudos humanos», explica un comunicado del organismo.
A mediados de abril fue detenido en Eketerinburgo, Rusia, Evan Gershkovich, corresponsal del Wall Street Journal, acusado de hacer espionaje a favor de Estados Unidos. Gobiernos e instituciones occidentales reclamaron por su liberación, cosa que no ocurrió con Lira. Un tribunal ruso ordenó que Gershkovich siga preso hasta terminar la investigación en su contra.
En Londres, mientras tanto, sigue en una cárcel de máxima seguridad el australiano Julian Assange por haber divulgado documentos sobre las atrocidades cometidas por tropas de EE UU en Irak y Afganistán. En una carta Carlos III por su coronación (ver aparte) Assange le extiende «una cordial invitación para conmemorar esta trascendental ocasión visitando su propio reino dentro de un reino: la Prisión de Su Majestad Belmarsh».