Aunque esta clase de «trauma»’ todavía no figura dentro de la patología psiquiátrica, ir de compras en la gran manzana causa stress y aumenta la vulnerabilidad, especialmente en las clases trabajadoras y medias.

Es que el 2022 fue el año con la peor inflación de los últimos 40 años de Estados Unidos. Los más altos niveles inflacionarios se produjeron en el mes de junio con un aumento  de 9,1% en los precios del consumidor; un record histórico que no se veía desde 1981, según datos publicados por la oficina de Estadísticas Laborales. En ese momento, las percepciones de los norteamericanos sobre la economía eran negativas: el 82% de la población decía que la economía en el país era muy mala. Mientras los economistas advertían sobre una inmediata recesión, el presidente Joe Biden trataba de calmar los temores de la población y los mercados, argumentando que los aumentos de los costos serian temporales. Casi un año más tarde, los costos de la comida no sólo no han bajado, sino que siguen en alza, siendo el mayor tema de preocupación entre los estadounidenses.

Ante esta situación, la Reserva Federal dispuso un aumento en la tasa de interés, que incluyó siete incrementos consecutivos para tratar de terminar con la inflación; aunque ha cedido un poco, todavía la mayoría de la gente gasta casi el doble en la compra de alimentos.

Si miramos cómo fue el proceso inflacionario en Nueva York, considerada la ciudad más cara del país, los artículos más necesarios como los huevos, subieron 33.1%, la harina un 19.2%, el pollo un 18.6%, la leche se encareció un 16.4% y las frutas y verduras un 8.1%. Según el portal online Statista, los neoyorquinos gastan en alimentos un promedio de 471.34 dólares mensuales, mientras que el resto del país, gasta 324.40 dólares, sin contar las salidas a restaurantes.

Toda esta realidad se torna muy complicada para los neoyorquinos, cuyo ingreso mínimo por hora es de 15 dólares. Pocos pueden vivir con un solo empleo, lo que lleva a 2,8 millones de personas a recibir subsidios del estado, mientras otros 26,5 millones tienen que trabajar en dos o más empleos para poder sobrevivir, según un reporte de la Reserva Federal Norteamericana.

Otra población que sufre esta situación son los estudiantes, quienes hasta junio del año 2022 obtenían desayuno y almuerzo gratuito en sus escuelas, pero el Congreso norteamericano eliminó el Programa de Comidas no Pagas. Con esta medida no sólo los 20 millones de alumnos del país, incluido 800 mil del estado de NY, ven deteriorada su salud nutritiva, sino que los padres tienen que volver a pagar por los alimentos de sus hijos, incrementando la deuda a las escuelas, ya que la mayoría de ellos no pueden pagar. Según la Asociación de Nutrición Escolar, 847 escuelas en el país acumularon deudas de alimentos por 19 millones de dólares.

Ante esta situación grave, organizaciones comunitarias y asociaciones sin fines de lucro desarrollan actividades para recaudar dinero y así ayudar a las escuelas para que puedan seguir ofreciendo comida gratuita a sus alumnos.

Nadie sabe cuándo la inflación bajará en el país y cuándo la gente volverá a comprar todos los alimentos que necesita, mientras tanto para millones, ir de compras al supermercado  se convirtió en un elemento más de incertidumbre. Termino esta nota recordando a Charles Dickens en su famosa Historia de dos ciudades, en este caso no es Londres ni Paris sino una ciudad: Nueva York. Un solo territorio habitado por grupos muy diferenciados, unos buscando restaurantes «supervisados» con las estrellas Michelin, eligiendo comida japonesa por 470 dólares, francesa por 450 dólares o una pizza de 2000 dólares, realizada con caviar y oro comestible de 24 quilates. Mientras este grupo minoritario disfruta de estas sofisticaciones, las grandes mayorías deambulan por los supermercados y almacenes barriales buscando comprar una docena de huevos a menos de 10 dólares.