A pesar de las tensiones de los días previos, el domingo electoral en el sexto país mais grande do mundo, en términos de población, empezó con tranquilidad. Casi 150 millones de brasileños están habilitados para votar en las elecciones generales donde elegirán presidente, diputados federales y estaduales, senadores y gobernadores. 

Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores, fue a desayunar a las 8 de la mañana en el Sindicato de Metalurgicos, ubicado en el barrio Sao Bernardo do Campo, a una hora en sentido sur de la ciudad de San Pablo. El predio es un símbolo de la formación del Partido de los Trabajadores y fue donde Lula pasó sus dos últimos días antes de ser detenido. “Todavía no hice un análisis, eso es para ustedes” dijo mirando a los periodistas.  Solo habló e insistió sobre el ballotage. “Habrá más tiempo para comparar los proyectos, para diferenciar las propuestas de los candidatos. Si se confirman los datos de las encuestas de que habrá segunda vuelta, son dos proyectos tan diferentes que va a ser más fácil elegir en ese momento”, dijo Haddad.  

A unas pocas cuadras del sindicado está el edificio donde vivió el ex presidente Lula, y a unos metros más la escuela pública Carlos Pezzolo donde las maquinas de voto electrónicos ya están activas. Los empadronados llegan con calcos circulares pegados en la ropa, o con remeras y banderas partidarias. Un hombre sale del aula de votación y dice “creo que me confundí de voto”, quienes lo escuchan se ríen. “Es muy difícil equivocarse a la hora de votar porque los números son enormes, y una vez que uno los digita, la maquina te muestra tres opciones: anular el voto corregir, o confirmar. Tiene hasta el sistema Braille. No hay forma de confundirse”, explica. 

En esa escuela también se acerca a votar Luiz Marinho el candidato del PT para gobernar el estado de San Pablo, ex presidente del Sindicato de Metalúrgicos y ex ministro de Trabajo y Empleo y de Seguridad Social de «Lula» da Silva. Pero lo rodea poco entusiasmo, sin demasiadas esperanzas para ingresar al ballotage donde están mejor posicionados Paulo Skaf (MDB) y Joao Doria (PSDB).  

En San Pablo el día es gris, garúa, los comercios cerrados y en las calles poca gente. “Es crimen electoral estar en las calles pero tampoco meter presa a la gente, incluso si comete un robo”, comenta Julio antes de votar. Como suelen decir los brasileños en los momentos de tensión, muita cauma nesta hora. 

Mientras el candidato Jair Bolsonaro votaba en la Villa Militar de Río de Janeiro, los “bolsominions” -como apodaron a sus militantes- se hacen ver en los centros de votación. “Nosotros esperamos un cambio, que se vaya el PT, que es un partido socialista que lleva muchos años en el poder, esperaos que venga alguien nuevo como Bolsonaro, que no defiende la corrupción ni la violencia”, dice Kelly de 35 años con una remera amarilla y la cara de su candidato en la puerta de la Facultad y Colegio de San Benito, en la Región Central de San Pablo. En cuanto a la tenencia de armas, Kelly dice que “la población desarmada significa que solo los bandidos las tengan”.

Su pareja, Alejandro, interviene: “Hay personas de izquierda y otros partidos que dicen que con la legalización del aborto esto se va a reducir, pero con la legalización de la tenencia de armas dicen que van a aumenta, entonces eso no es coherente”, reclama Alejandro que viste la remera de la selección brasileña. Otros testimonios coinciden con el de María Guimaraes, autodefinida bailarina dijo que «se descubrió conservadora” después del #EleNão y ahora forma parte del grupo antiaborto Confraria Das 40. 

En las escuelas del barrio de Villa Mariana se los ve aún más: “Acá sí que están por todos lados” dice Nelson, trabajador de prensa que fue a votar de blanco porque en el canal donde trabaja le prohibieron vestirse con algún color que refiera a alguno de los candidatos.  

Tres trabajadores callejeros, padre con sus dos hijos, Roberto, Antonio y Rodolfo fueron a justificar que no podrían votar por estar lejos de su domicilio: “Es que nosotros somos de Seara [Santa Catarina] y por eso no podemos votar. Nosotros somos PT así que si pudiésemos votar lo haríamos por Haddad”, dicen mientras una mujer negra vestida de rojo que también trabaja en la calle se acerca a preguntarles si ya habían votado. “Yo ya fui, por eso es que estoy uniformada” dice y repite “lista 13” [la lista de Haddad] una y otra vez. 

Con sus padres escoltándolo, un joven de 21 años dice que no le agrada ninguno de los tres candidatos mejor posicionados pero “que es necesario un cambio”, y en caso de un ballotage entre Haddad y Bolsonaro, se inclina por el segundo. Y algunos suenan aún más descreídos del proceso electoral. “Solo voto porque tengo que votar. Porque hago mi papel de ciudadana, pero ellos no cumplen con el suyo de gobernantes”, dice reacia una mujer de 50 años. 

Claudineia es politóloga y espera sentada a su pareja que está en una de las aulas de San Benito. “Hay que votar por candidatos y no por partidos. Yo voto porque quien pueda garantizar más derechos como mujer, blanca, cisgénero, y pobre. Podría ser Haddad pero el es muy diplomático y ahora es momento para eso. Por eso voté a Ciro Gomes”. Stefanie sale de la mano de su hija, la dos con calcos de Ciro en sus ropas. “Ahora votamos por él pero en la segunda instancia votaremos a cualquier candidato en contra de Bolsonaro”. 

En las últimas horas de definición, la oposición a Bolsonaro se lamentan por los acuerdos y las unidades no logradas. En este sentido fueron las declaraciones de Haddad al salir de la escuela municipal Brazilian International School, en Indianópolis: “Buscaremos ampliar las alianzas más allá de los partidos. Este momento exige que extendamos nuestras manos a los brasileños que, independientemente de los partidos, quieran contribuir a la reconstrucción democrática de nuestro país”.