Venezuela hace los últimos aprontes para las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en un clima bastante contaminado por las controversias electorales en Estados Unidos. Si en algo coinciden demócratas y republicanos es en la manifiesta tirria contra la revolución bolivariana. Pero mientras durante la gestión de Barack Obama la enemistad pasó por incluir al gobierno venezolano en la lista de “amenazas contra la seguridad nacional”, Donald Trump hizo lo posible por terminar con el proceso político mediante bloqueos económicos y amenazas de invasión. Y no lo pudo lograr, al punto que nadie sabe cuál sería el futuro del “pollo” de la Casa Blanca, el autodesignado presidente interino Juan Guaidó.

Sucede que el diputado recibió en su momento el aval de la Asamblea Nacional para, como titular de ese órgano legislativo, asumir el cargo de presidente de la Nación. La estrategia pasaba por no reconocer la reelección de Nicolás Maduro en 2018. El enfrentamiento entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, donde la oposición logró un abrumador triunfo en 2015, fue desde entonces dramático. De hecho, Maduro licuó el poder de la AN creando una Asamblea Constitucional para hacer reformas en la Carta Magna, la obra legislativa de Hugo Chávez.

El mandato de los diputados culmina en enero y deberían asumir los elegidos este 6 de diciembre. Ahora el panorama local e internacional no es el mismo que hace cinco años y la oposición más dura decidió no participar, alegando falta de garantías. Los partidos antichavistas más grandes impulsan esta iniciativa, no así agrupaciones opositoras de menor talante que, si bien no comulgan con el gobierno, reconocen que las consecuencias del bloqueo recaen sobre las mayorías.

Tanto la Unión Europea como la administración Trump ya adelantaron que no van a reconocer el resultado del comicio. Habían pedido una prórroga, atentos a que podía haber cambios en la Casa Blanca tras el 3N. Pero el oficialismo rechazó esta propuesta y avanza hacia una elección que será clave no solo para el país sino para la región.

Argentina no es ajena a los debates internacionales porque intenta mantener el vínculo con Miraflores, pero al mismo tiempo apoya el documento de la ONU que denuncia violaciones a los Derechos Humanos en ese país. Y promovió la postergación del comicio.

Para Maduro, el desafío es lograr una AN con mayoría propia, aunque no sea legitimada en el exterior. Irán a las urnas como los movimientos más representativos, la Alianza Democrática (AD), de oposición; el oficialista Gran Polo Patriótico (GPP); y Alternativa Popular Revolucionaria, un desprendimiento por izquierda del frente que gobierna con Maduro liderado por el Partido Comunista.

En uno de los debates televisados, los candidatos del GPP y AD coincidieron en la necesidad de poder instalar una Asamblea en condiciones de encarar las dificultades por las que atraviesa el país, con una hiperinflación sin control y una caída brutal del ingreso, potenciada esta situación por las medidas coercitivas dictadas desde Washington y que con el eventual cambio de gobierno en EE UU, Maduro espera revertir.  «