Gerardo Pisarello es jurista y diputado por la alianza En Comú Podem en el Congreso de España. Fue vice alcalde de la ciudad de Barcelona durante el primer gobierno de Ada Colau. Nacido en Tucumán, Gerardo es hijo de Ángel Pisarello, un abogado radical asesinado por la última dictadura cívico-militar argentina. 

Como vocero parlamentario de Asuntos Exteriores, su reciente intervención en el Congreso sobre la sorpresiva carta filtrada por Marruecos del primer ministro español Pedro Sánchez ayuda a comprender la compleja trama del conflicto en el Sahara Occidental, ex colonia española. 

Pisarello afirmó el miércoles que “España tiene una deuda muy concreta con el pueblo saharahui, al que abandonó de manera deshonrosa, cuando Juan Carlos de Borbón dio el visto bueno a la invasión de Hassan II a ese territorio en 1975 a cambio de que EEUU lo reconocieran a él como rey”.

En diálogo con Tiempo, asegura que no solo España tiene intereses en sostener la cercanía con Marruecos, dado su abastecimiento de gas desde territorio africano: EEUU, Francia, Israel y Alemania buscan asegurar futuras inversiones en fosfato e hidrógeno verde en la zona.

-¿Cuánto sorprendió a la coalición de gobierno esta decisión y en qué medida no debilita hacia adentro a Pedro Sánchez?

-Es una decisión que debilita a Pedro Sánchez no solamente en relación con sus socios de gobierno sino que con el resto del arco parlamentario, que fue unánime en la reprobación de la actitud del PSOE, y de sus propias bases que en un tema muy sensible como la cuestión saharaui no entienden este cambio súbito de posición de su partido. Para nosotros es inaceptable habernos enterado por una carta filtrada por el propio Mohammed VI, lo cual prueba que la operación de supuesto acuerdo ya nace muy tocada. Porque una de las partes comprometidas no duda en utilizarla como un arma arrojadiza para dejar en ridículo al propio gobierno español. Vamos a ver si son capaces de corregir esa decisión, pero yo tengo pocas esperanzas porque este giro del PSOE que consiste en acercarse a la política de la monarquía marroquí, que no tiene ningún respeto por los derechos humanos ni por la democracia. Esto tiene que ver con que es una monarquía que cuenta con el apoyo de EEUU, Francia, Israel y Alemania, que por razones geopolíticas están interesadas en el fosfato que se encuentra en la zona del Sáhara Occidental e incluso en la promesa de Marruecos de convertirse en un proveedor de hidrógeno verde. Por lo tanto que detrás de estos movimientos geopolíticos que sacrifican a un pueblo saharaui, luchador histórico y reprimido, hay intereses económicos y disputas por intereses energéticos. Es el contexto en el que se dan las guerras que se producen en este momento.

-En tu discurso reciente en el Congreso, marcaste una contradicción entre la defensa de la población ucraniana y el desinterés evidente por las y los saharauis. ¿A fin de cuentas la realpolitik energética europea se impone?

-Uno de los grandes problemas de la política europea y el llamado bloque occidental es su doble vara, el doble estándar con el que actúan. La inadmisible invasión de Putin a Ucrania ha puesto sobre la mesa algunos temas que son de justicia. La necesidad de refugio a las cientos de miles de personas que están huyendo desde Ucrania del horror, la necesidad de reconocer el legítimo derecho de la población ucraniana a autodeterminarse e incluso ser un país independiente de Rusia. Lo que ocurre es que eso entra en contradicción con la hipócrita política de Europa y Occidente en general, porque no es el mismo criterio que se aplica cuando se trata de Palestina, de Yemen o del propio pueblo saharahui. En algunos casos son conflictos que llevan décadas, en los cuales están involucradas potencias que vienen cometiendo crímenes no menos graves que los que está cometiendo Rusia en Ucrania, y sobre los cuales se mantiene sin embargo un gran silencio. Creo que eso no es realpolitik. Es una política que se pretende realista pero que al no incorporar valores es simple cinismo, una política que simplemente es un juego de poder para defender a los poderosos y que tarde o temprano se acaba volviendo contra aquellos que la impulsan. En ese sentido me parece preocupante que el propio reino de España esté en esta posición y que el PSOE la esté impulsando. Porque esa hipocresía y juego avieso para subordinarse al más poderoso, a la larga genera un precedente que se vuelve contra uno mismo.