El canciller europeo, Jospe Borell, reconoció que su gestión había fracasado. Pero en realidad no podía haber triunfado ya que desde EEUU le habían advertido que solo aceptan que Maduro deje el cargo. En diciembre se elige nueva Asamblea Nacional y el diputado Guaidó perderá el cargo ya que no se presenta. Es decir, no podría argumentar que es presidente interino. Por eso ahora no quieren elecciones.
Lo que no dijo Borell es que esta ronda de negociaciones había nacido muerta, desde el momento en que en setiembre pasado la subsecretaria adjunta de la oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, Carrie Filipetti, había advertido que la única opción aceptable para Washington era la sustitución del presidente bolivariano. “(Nicolás) Maduro necesita dejar el poder para que tengamos alguna posibilidad de elecciones libres y justa·, argumentó.
Pero a continuación fue mucho más clara: «Esperamos que este mensaje sea realmente claro para nuestros socios internacionales, y específicamente para el alto representante Borrell, para que comprenda que no se trata de personas que van a celebrar elecciones libres y justas”. El delegado de Trump para voltear al chavismo, Elliot Abrams fue más lejos. “No es útil que la oficina de Borrell funcione por sí sola”, dijo. «Es justo llamarlo diplomacia de vaqueros».
No es la primera vez que la Casa Blanca aborta negociaciones con las autoridades venezolanas para encontrar una salida pacífica a la crisis política. Otro socialista español, el ex Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo intentó en 2016 y cada vez que había una luz al final del túnel llegó un llamado desde Washington para que la oposición se retire de la mesa de diálogo. Lo mismo ocurrió con intentonas del papa Francisco.
Podés ver antecedentes acá:
Zapatero pide calma para negociar con Caracas.
Un flanco abierto en la oposición.
Zapatero pide aceptar el resultado de la presidencial.
López Obrador contra el planteo de La Moncloa.
El papa pide mantener diálogo con Venezuela.
Cuando la Unión Europea pedía ir a elecciones.
Caracas respondió a Borell que el mandato de la Asamblea Nacional vence en enero y por tanto es necesario elegir a los legisladores para un nuevo mandato. El parlamento actual fue elegido el 6 de diciembre de 2015, a pocos días de que Mauricio Macri asumiera la presidencia en Argentina y en el marco de la vuelta de la derecha a los gobiernos regionales. Fue un triunfo rotundo de la oposición que generó continuas controversias entre el congreso y el ejecutivo. El único objetivo de la AN abrumadoramente opositora era destituir a Maduro y el cambio de régimen.
El caso es que en ese escenario el presidente fue reelecto en 2019, pero ni la oposición ni los países de la UE, las derechas latinoamericanas y la Casa Blanca reconocieron su mandato y como estrategia forzaron la designación del diputado Juan Guaidó como presidente interino en enero de 2016, con el período. Un cargo en verdad más bien honorífico ya que no tiene ninguna de las herramientas del estado a su mando.
Solo el control de fondos financieros e ingresos de empresas venezolanas en el exterior, tras decisiones controvertidas del gobierno de Donald Trump. Por ahora el oro venezolano en el Banco de Inglaterra sigue en debate judicial. Si a esto se suma el feroz bloqueo del que el país es víctima, es fácil de entender la crisis económica que devasta a la población. Incluso facilita el argumento oficial de que la pobreza y escasez de combustible es fruto del bloqueo y no de errores de gobierno.
Así las cosas, la oposición está dividida entre halcones, más cercanos a las posiciones y el apoyo de Estados Unidos, y palomas, dirigentes que están dispuestos a ir a los comicios para probar fuerza con un chavismo que aparece bastante deshilachado por la crisis.
Entre los sectores que irán a elecciones en diciembre, autodenominada Alianza Democrática, están los partidos Acción Democrática (AD), Copei, Esperanza por el Cambio, Cambiemos y Avanzada Progresista. Un hombre clave en las negociaciones internas para las legislativas está el ex candidato Henrique Capriles, quien quedó opacado tras la “operación Guaidó”.
Hace unos días se bajó de la candidatura. Las presiones fueron tremendas para que no se presentara ya que hacerlo daría legitimidad al comicio. La estrategia del Departamento de Estado es deslegitimar cualquier salida democrática tomada en Caracas. Y como parte de esa estrategia externa, Guaidó tampoco no se puede presentar, aunque quisiera.
Así se entiende mejor cuál era la imposibilidad de que la gestión de Borell tuviera éxito. Una nueva Asamblea deja a Guaidó sin diputación y su presidencia queda aún más expuesta en su vacuidad. Ese si que es un fracaso que la Casa Blanca no puede tolerar.
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