Teniendo en cuenta las posiciones actuales y una larga historia de antagonismo entre Armenia y Aserbaiyán, pocos creen que el conflicto de Nagorno Karabaj, que vive un nuevo estallido desde el domingo pasado, se pueda resolver ni pronto ni pacíficamente. Ambos gobiernos se acusan mutuamente y pretenden condiciones excluyentes entre sí para detener los combates. Mientras que Ereván exige que se respete la autodeterminación y el reconocimiento internacional de la República de Artsaj, Bakú demanda el retiro total de las fuerzas armenias de ese territorio. 

Argumentando un ataque militar de Azerbaiyán a Artsaj (un enclave armenio autónomo en territorio azerí no reconocido por la comunidad internacional), Armenia decretó la ley marcial y dispuso la movilización de sus fuerzas armadas. Con el correr de la semana, el conflicto escaló tanto en las hostilidades como en el involucramiento de países vecinos como Rusia, Turquía y Siria. De acuerdo a informes difíciles de corroborar por el hermetismo de ambos bandos, se cree que ya han muerto 190 personas: 158 soldados artsajos, 13 civiles armenios y 19 azeríes. Pero Azerbaiyán no informó bajas militares. Al cierre de esta edición, las fuerzas de Azerbaiyán bombardeaban la ciudad de Stepanakert, capital de Artsaj.

La embajadora armenia en Argentina, Estera Mkrtumyan, informó este viernes que las fuerzas de su país habían capturado cuatro naves azeríes no tripuladas a 40 kilómetros de Ereván y aseguró a Tiempo Argentino que «Armenia va a ir hasta el final para defenderse: ellos pelean por un trozo de tierra, nosotros por nuestro pueblo».

Mkrtumyan advierte también que «hay peligro de un nuevo genocidio», en referencia al perpetrado por el Imperio Otomano en 1915, en el que se estima que fueron asesinados entre un millón y medio y dos millones de civiles armenios (y que Turquía se niega a reconocer al día de hoy). En línea con el Primer Ministro Nikol Pashinián, acusó a Turquía -abiertamente a favor de Azerbaiyán en el conflicto- de reclutar yihadistas sirios para combatir: «se comporta como un Estado terrorista».

Durante la semana, se pronunció sobre el conflicto el presidente de Francia, Emmanuel Macron, que respaldó la acusación armenia y exigió explicaciones a su par turco, Recep Tayyip Erdogan, luego de que dos periodistas del diario Le Monde resultaran heridos por fuego azerí el último jueves, mientras cubrían los enfrentamientos. Moscú, por su parte, llamó al cese de hostilidades.

En sentido opuesto, desde Azerbaiyán señalan a Armenia como la responsable del recrudecimiento de un conflicto que lleva más de cien años y la acusan de enviar combatientes kurdos al frente. Gulmammad Mammadov, vicepresidente de la comunidad azerí de Nagorno Karabakh tilda la acusación armenia de usar yihadistas sirios de «fake news» y relata desde Bakú: «Nada nos impide intervenir en Nagorno Karabackh, está dentro de nuestras fronteras, reconocidas internacionalmente. Estamos peleando una guerra justa», dijo a este diario. Mammadov, que acusa a las autoridades armenias de Nagorno Karabakh de perpetrar una limpieza étnica de azeríes y de ocupar sistemáticamente la zona por medio de asentamientos armenios, hace hincapié en que no buscan perseguir ni expulsar a la población civil de etnia armenia que habita en la zona: «Somos un país multiétnico y los armenios pueden vivir en seguridad dentro de nuestras fronteras, son ciudadanos azeríes».

Así las cosas, parece improbable que la situación pueda retrotraerse al status quo mantenido hasta la semana pasada, ya de por sí inestable. Desde Armenia, la parlamentaria por el oficialismo, Tatevik Hayrapetyan, habla de que el país vive en estado de «guerra total»: «No queremos ver morir más gente y no nos vamos a sentar a ver cómo matan a nuestros soldados. Estamos muy unidos y muy fuertes, necesitamos ganar esta guerra».

La Cancillería argentina se limitó a emitir un único comunicado el 27 de septiembre pasado, a comienzo de la escalada, en el que convocó al cese de hostilidades entre «dos países amigos».

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(Foto: Télam)

Guerras nuevas, viejas historias

El conflicto entre Azerbaiyán y Armenia se remonta 30, 100 o 2000 años, dependiendo de en qué momento se empiece a contar la historia (o de quién sea el que la cuente). El territorio que hoy ocupa la autodenominada República de Artsaj (reconocida oficialmente solo por otras repúblicas de facto como Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria) integró el Reino de Armenia desde el 189 antes de Cristo hasta el 387 de nuestra era para luego formar parte del antiguo Reino de Albania y posteriormente del Imperio Otomano.

Con la Revolución Rusa de 1917 y la desintegración del Imperio Otomano, Armenia y Azerbaiyán se establecieron como repúblicas democráticas en pugna por establecer sus fronteras. La flamante Unión Soviética intervino y formó la República Federativa Soviética de Transcaucasia para finalmente otorgar a la región –de mayoría étnica armenia- hoy disputada el status de Óblast Autónomo del Alto Karabaj, aunque dentro del territorio de la república azerbaiyana.

Al ritmo del colapso de la URSS y la re-independencia de unos y otros, las tensiones entre ambas naciones resurgieron en torno a Nagorno Karabakh y desde 1988 ambos países se enfrentaron en guerras de distinta intensidad que se cobraron miles de vidas y provocaron cientos de miles de desplazados.

Guerra

Varazdat Haroyan, capitán de la Selección de fútbol armenia, renunció a ese lugar y frenó su fichaje por el AEL Lárisa griego para alistarse en el ejército de su país y participar en el conflicto armado con Azerbaiyán.