Si es verdad, como aseguran muchos analistas, que Donald Trump necesita una guerra para recuperar terreno de cara a las elecciones de noviembre, lo pasos que está dando contra China se están pareciendo demasiado a un conflicto mundial que no se veía desde los tiempos de la Guerra Fría. Y para no desentonar, incluso el léxico que utilizan tanto funcionarios como las principales espadas republicanas va en esa línea.De una guerra comercial, decididamente buscan instalar que es contra el partio comunista chino.

La última novedad es que el gobierno ordenó el cierre del consulado chino en Houston Texas, al que acusa de cobijar a hackers y de ser un centro de espionaje, entre otros objetivos, de empresas desarrolladoras de tecnología. La semana pasada había comenzado esta etapa de demolición de los negocios de empresas chinas en Europa, como es el caso de Huawei. (Ver acá)

Este lunes, la Casa Blanca había culpado a dos ciudadanos chinos de ser piratas informáticos “que trabajan con el ministro de Seguridad de Estado de China”. Los acusados son Li Xiaoyu, de 34 años, y Dong Jiazhi, de 33, que a la sazón están en su país natal. No es claro de qué se los acusa, pero desde la secretaría de Justicia se mencionó un hackeo a una investigación sobre vacunas contra el Covid-19, sin dar mayores precisiones.

Beijing salió de inmediato a rechazar las imputaciones. “El gobierno chino es un ferviente defensor de la ciberseguridad y siempre se opuso a los ciberataques», dijo el portavoz de la cancillería, Wang Wenbin, quien pidió a Washington que «cese de inmediato sus calumnias y su difamación». Al mismo tiempo calificó el cierre del consulado de ser “una provocación política que viola gravemente el derecho internacional” y agregó la condena a “esta decisión escandalosa e injustificada”.

Beijing también advirtió que tomará medidas “legítimas y necesarias” en consecuencia. Por lo pronto, alertó a los más de 300.000 estudiantes chinos que cursan en Estados Unidos por el “riesgo de interrogatorios arbitrarios” al que los podrían someter en ese país en medio de este clima prebélico.

Trump, habitualmente muy locuaz en las redes sociales, se había cuidado de enviar algún mensaje sobre el asunto. El que si dijo fue el senador Marco Rubio, quien en un tuit dejó suficiente como para ver de qué viene esta ofensiva.

«El consulado de China en Houston no es una instalación diplomática. Es el nodo central de la vasta red de espías y operaciones de influencia del Partido Comunista en los Estados Unidos. Ahora ese edificio debe cerrarse y los espías tienen 72 horas para salir o enfrentar arresto. Esto tenía que suceder», escribió el ultraconservador Rubio.

Horas antes de estos comunicados, los bomberos habían acudido al edificio avisados por vecinos sobre un posible incendio en su interior. “No pudimos entrar porque es una sede diplomática”; se excusaron. La especulación de las autoridades es que se habían quemado documentos ante la certeza de que tendrían que irse.

China tiene cinco consulados en territorio estadounidense. El de Houston precisamente fue el primero en abrirse, en 1979, luego del histórico viaje del presidente Richard Nixon para entrevistarse con Mao Zedong y sellar un acuerdo para que el gigante asiático recuperara la representación oficial en todos los estamentos mundiales de la nación. Hasta ese momento, Taiwán ocupaba un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el gobierno de Beijing ni siquiera estaba reconocido.  Washington, a su vez, tiene otros cinco consulados en China continental y uno en Hong Kong.

El que también estuvo activo en esta escalada fue el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien viajo el lunes a Londres para agradecer la decisión de Boris Johnson de prohibir la utilización de equipos 5G de la empresa china Huawei en el Reino Unido. De allí se cruzó a Dinamarca, donde intenta tejer una alianza contra China en el Ártico.

En Copenhague llamó a defender los valores de la “libertad, la transparencia, la soberanía y la estabilidad”.  Y de argumentó que parte de esa embestida en razón de la necesidad de combatir el “robo de propiedad intelectual por el Partido Comunista chino».

La administración Trump trata de ganar adeptos a su ofensiva sobre China, pero lo hace luego de que perdió terreno en muchos aspectos durante años. Es así que, en cuanto al Ártico, el tema es que Beijing está desarrollando el proyecto de ruta de la seda por esa región y ya tentó a varios países.

En ese marco apareció el año pasado la oferta -que sonó a delirante- de comprar Groenlandia, una isla de dos millones de kilómetros cuadrados administrados por Dinamarca. El primer ministro groenlandés, Kim Kielsen, viajó a China hace unos días para discutir las ventajas que dejaría en ese territorio las inversiones prometidas por Beijing.

Pompeo se reunió con a premier danesa Mette Frederiksen y luego con el canciller Jepe Kofod y las autoridades de Groenlandia y las islas Feroe. Copenhague tiene una alianza estrecha con Washington y es uno de los países que destinó tropas para las invasiones de Irak y Afganistán. Pero también tiene y necesita buenas migas con Alemania.

El otro punto de divergencia que trata de limar Pompeo es el gasoducto Nord Stream 2 que abastecerá a la industria germana desde Rusia.  En octubre pasado se firmó un acuerdo para que la tubería pase por aguas danesas.

Esta semana, se adelantó, recrudecerán las presiones sobre la Unión Europea, según el DOS (Departamento de Estado por sus siglas en inglés). «El embajador Philip T. Reeker, jefe de la Oficina de Asuntos Europeos y Euroasiáticos, viajará a Bruselas del 23 al 25 de julio para reunirse con sus homólogos de la UE y Bélgica para avanzar en nuestra relación transatlántica y promover prioridades bilaterales entre EEUU y Bélgica (…) subrayará la importancia de mantener el comercio transatlántico y los flujos de datos, y planificará el diálogo entre EEUU y la UE en China».